De piñatas y colación

LILYMETH MENA -.

Ya por estos días es una delicia ir al Mercado de Jamaica, que me queda a unos minutos de casa. Las frutas de temporada me endulzan escandalosamente los sentidos. Dice un dicho que el amor es como las guayabas, imposible de esconder. Y es que de a de veras, las guayabas lo perfuman todo. Los puestos parecen derramarse sobre el concreto, la fruta es tanta y tan colorida. Guayabas, tejocotes, jícamas, caña, cacahuate, manzana, mandarinas. Acomodados estratégicamente unos sobre otros, formando pequeños cerritos en los puestos del pasillo central. En otros lo que atrae la mirada, son los dulces, colación, cacahuate con chocolate, pasitas, ciruelas pasas, caramelos bicolores, ate, membrillo, galletas, mazapanes.

Desde lo más alto hasta lo más bajo posible, cuelgan del techo de la primera nave del mercado, las piñatas. Piñatas en forma de caricatura, de personaje de película, o las clásicas y mis consentidas, las de picos decorados.

Nada puede hacerme más feliz a fin de año que la hermosa visión que me provocan, con sus rulitos de papel china en cada pico, sus barrigas metálicas con flores de noche buena, y la boca abierta para llenarlas de dulces regalos.

Sobre la avenida Morelos, la parte frontal del mercado se va llenando con los árboles naturales que adornarán los hogares de muchos vecinos. Pasarme entre ellos es una ida y vuelta a mi infancia. Papá fue alpinista en su juventud y siempre hizo lo posible por aficionarnos al bosque. Cada domingo íbamos al Desierto de los Leones a perdernos entre el follaje, luego de caminar hasta cansarnos, improvisábamos una fogata y asábamos carne. Mi suéter solía volver a casa lleno de pequeñas ramas y semillas de los árboles. Mi madre tenía que obligarme a echarlo al cesto de la ropa sucia. Yo no quería desprenderme de ese olor.

En lo personal no me gusta mucho la navidad. Como no soy religiosa y siendo la navidad una festividad católica, me parece sobrado cualquier esfuerzo por aparentar estar a tono. Este año no pienso colocar ningún adorno en la fachada de mi departamento, ni dentro de él. Porque ya no tengo niños pequeños que son por los que creo yo que se adornan las casas, porque ya no tengo ese espíritu de vestir hasta al WC de rojo, por que no pienso pagar el doble en mi recibo de luz para el mes de enero y porque simplemente no me da la gana.

Contradictoriamente, disfruto mucho el ambiente que se respira en las calles, en el centro con toda esa gente comprando todo lo innecesario, dando rienda suelta a las últimas frivolidades del 2010. Las avenidas decoradas con pequeñas lucecitas de tímido parpadeo que parecen ojitos de bebé.

Ya va mamá planeando la cena, lo que a cada uno nos va a corresponder llevar. Seguramente hornearé algo para el deleite de mi gente, mi hermano comprará un pastel de tres leches, mi hermana descorchará algún vino blanco traído de las europas o una sidra rosada de Huejotzingo. Las niñas se vestirán de rojo y abrirán sus regalos. Mamá se pondrá como cada año, su horrible suéter de lana con un santa panzón sobre el trineo jalado por venados de narices rojas, y su mandil rojo con un arbolito lleno de regalos. Yo, para hacerlos reír cuando me abran la puerta, me colgaré escarcha plateada del cabello.

Me gusta la excusa de estar juntos y cenar rico, de darnos un abrazo, de terminar la velada viendo esa película en blanco y negro donde Cary Grant es un ángel. Me gusta la excusa de decir Te quiero, aunque, todo eso también me gusta hacerlo cuando no es navidad.

Y cuando regrese a casa ya con los ojos un poco cansados, me tocará escuchar hasta muy entrada la mañana a los niños echando cohetes, a los vecinos borrachos cantando La ley del Monte con su voz más desafinada, y a un par de perros que no cesan de ladrar.

Publicar un comentario

6 Comentarios

  1. Todas las excusas de la tierra son bienvenidas si permiten una nueva reunión familiar.

    Esa película de Cary Grant debe ser muy buena, Lilymeth. Le pondré atención.

    Una emotiva bienvenida a estas fechas que nos suelen poner los pelos de punta y el corazón a mil.

    Una gran abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Disfruto la navidad por el encuentro familiar pero el preparativo lo padezco con el peor de los ánimos hasta que llega la misma noche. Me resisto a todos los adornos y gastos excesivos, me la paso haciendo malabares para no quedar en jaque el resto del verano que es no laborable para mí, eso me desgasta emocionalmente.

    Cuando llega la noche me visto y tomo mi copa con alegría por estar con parte de la gente que quiero y recuerdo con profundo amor a los que están lejos.

    Esa es mi navidad, gracias por compartir la tuya con nosotros. Me encantó! Un abrazo enorme!!

    ResponderEliminar
  3. Mis navidades son más alcohólicas, pero Santa me comprende. Me gustó mucho Lilymeth. La familia ante todo.

    ResponderEliminar
  4. Tu escrito me llevó a recordar una evocación narrativa parecida que hice el año pasado. Se llamaba, o más bien se llama "Navidades de algodón". Allí relato cómo mi madre adornaba nuestro pino navideño con las escasas chucherías que tenía a mano. Para darle la invernal sensación de nieve, le esparcía pedacitos de algodón en las ramas.

    En mi pueblo natal acostumbrábamos asistir a la misa del gallo minutos antes de la medianoche. La cena no era relevante, ni los regalos, que aprendimos desde temprano a no esperarlos debido a las urgentes demandas que tenía Santa Claus desde otras partes menos favorecidas del mundo.

    Cuando viví en Santiago conocí las cenas con pavos navideños, y hasta me tuve que acostumbrar a dar el abrazo nocturno de bienvenida a la navidad. No sé si esa costumbre era generalizada o sólo una extravagancia de los viejos tíos dueños de la casa donde viví.

    Cómo sea, hoy, siendo un descreído absoluto, la recibo con cierto ansioso y escondido pesar, pues hagamos lo que hagamos, todo será poco ante las demandas estratosféricas de los niños de hoy, seducidos y manipulados desde todos los frentes por los medios de comunicación para que hagan caminar permanentemente en la cuerda de la bancarrota a sus padres.

    ResponderEliminar
  5. Mi sobrina me ha pedido que le compre una maquina para hacer raspados o dulces de gomita que anuncian mucho en la television, mi hija quiere accesorios y unos sombreros y boinas para la temporada de frio. Ahi se me ira el bono navideño.
    Aqui acostumbramos el pavo en la navidad o para la cena de año nuevo, y por ahi de la media noche nos abrazamos, curiosamente los mejores pavos que hemos comido son chilenos.
    Yo espero, que este año la navidad me sea leve, que no la sienta marcharse ni cuando este en pleno apogeo. Espero. Quisiera.

    ResponderEliminar
  6. Una Navidad a la pinta de uno mismo, cómo uno quiera y donde quiera... eso concluyo de tu colorida crónica, Lilymeth... No importa de quien es el cumpleaños, si se trata de un cosmonauta, un extraterrestre, un revolucionario o un santón... felicidades a los niños, los borrachos, a la ley del monte, a los perros y a ti...

    ResponderEliminar