Encuadernando-me

LILYMETH MENA -.

Hace poco tomé un curso de lo que ahora llaman “Creación Literaria”. Lo que en mis tiempos conocíamos por escribir, pero que ahora llaman de mil formas que al final llegan al mismo verbo. Este año tomé cuatro. Me hubiese gustado tomar más o participar en tertulias, pero mi alma bohemia se extinguió en pagar algún karma que traía atrasado. Detesto el vino, el café y el tabaco. No sólo por la adicción que provocan, sino por la excusa que representan para el mal comportamiento, también por el hedor en la persona, su aliento y su ropa. Aparte que nunca logré encontrarles el gusto, sobre todo al vino y al café. Del tabaco no logré escaparme, mi padre fumaba una cajetilla diaria, entonces comencé temprano e igual terminé temprano. Como dice Rulfo en Pedro Páramo “Mas vale empezar temprano, para terminar pronto”. Estos tres placeres son algo que la mayoría de los escritores tienen en común. A parte de las enormes ínfulas, los sueños de grandeza y el sentirse Don Juanes, indistintamente del sexo.

He archivado varios detalles en mi disco duro que me servirán más adelante, si algún día me decido por escribir “El manual del escritor imperfecto”.

Primero que nada. Todos pensamos que escribimos, y no sólo eso, creemos que lo hacemos bien. Así tengamos tubos en la cabeza y seamos amas de casa, o seamos un borrachín empedernido que se cree poeta, de esos que escriben al reverso del papel metálico en el que vienen los cigarrillos. Así seamos un chico perdido de amor escribiendo una carta para la chica que no nos echa ni un hueso; o una mujer de edad media que no supo hacer un carajo de su vida y tiene por mayor anhelo escribir una novela, de la que luego se hará una película con Brad Pitt como protagonista. Así tengamos un titulo colgado en la pared detrás del escritorio, que reza de una manera propia sin puntos o comas de más ni palabras de menos, Literatura y Letras, junto a tu nombre en letras cursivas.

El que escribe algo y lo publica no sólo es pretencioso, busca aceptación, palmaditas en la espalda, lengüetazos en el culo. Publicar lo que se escribe es un grito desesperado, pidiendo ayuda, admiración, indulgencia, odio, amor.

Querer compartir las vivencias personales para que los otros se proyecten en nuestros errores y cambien el camino. Es una patraña. A nadie le interesa educar al mundo, y nadie escarmienta en cabeza ajena. A los que escribimos nos gusta ser leídos, comprendidos, adorados, reconfortados y algunas veces aborrecidos. De otro modo, no escribiríamos, nos la pasaríamos dando vueltas por la habitación hablando solos. Nadie mas tendría por qué enterarse de nuestros desórdenes, de nuestras manías, nuestras carencias, nuestros miedos, nuestras pasiones.

Cualquier cosa que uno escriba, a alguien más ya le sucedió, alguien más ya la escribió, en esta o en otra época, todos los temas ya se han tocado. Sólo falta darles un sentido y una visión personal para que parezcan nuevos. Para que suenen frescos. Para que vuelvan a sorprendernos.

Ese es, mis queridos amigos, el meollo del asunto.

Lo vivo que seas para captar la atención del lector, para decir lo dicho mil veces y que suene completamente distinto. Aunque utilices el mismo vocabulario que se usa desde que el tiempo es tiempo.

Es verdad que todos buscamos lo que he mencionado antes, aunque los focos de alarma sean tan variados. Algunos comen, otros tienen sexo compulsivamente con quien se deje, algunos se muerden las uñas, unas tienen relaciones tormentosas, otros se drogan, hay quienes se la viven lloriqueando, unos pocos fuman y beben como si el mundo se fuera a terminar mañana, yo, pues yo escribo. Ese, es mi grito desesperado.
Sé que no lo hago tan bien como quisiera, pero he mejorado bastante, también sé que nadie, absolutamente nadie va a poder detenerme. Les guste leerme o no.

Imagen: Julie Waroquier

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12 Comentarios

  1. Directo al grano Lilymeth!! Les cantaste las cuarenta a todos los que escriben dando a conocer los por menores de su vida o las locuras de su imaginario.
    Divertido y estaría estar frente a frente para poderlo discutir riendo en absoluta complicidad.

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  2. Me pillaste, Lilymeth, me pillaste... un poco de indulgencia para este escribidor egocéntrico y anacoreta... tus palabras son latigazos que se vuelven tremendas risotadas de tanto verse en el espejo...

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  3. Genial, Lilymeth. Quisiera considerarme en ese mundo de escritores pero nunca pude superar el pudor de mostrar mis pensamientos ante los demás. Al final me quedé como una admiradora de los buenos escritores como ustedes.
    Mi ex marido, cada vez que me veía escribiendo, me decía que para qué rayaba cuadernos si nunca iba a llegar a ser como Isabel Allende y que sólo perdía el tiempo.
    Me gustó mucho la honestidad de tu relato. Felicitaciones.

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  4. Una de las mejores y más crudas radiografías que he leído sobre esta multitudinaria especie de los grafómanos.

    Por supuesto que hay todo en la viña del señor, y la gran mayoría sólo lo hace para rellenar sus horas de ocio o para construir pequeños y grandes halagos para su ego.

    Ciertamente somos variaciones de lo mismo y muy pocos se alzan como voces independientes y reconocibles.

    Sobre los talleres, los he eludido siempre. Alguna vez, hace muchos años, leí algo de algún autor importante que afirmaba que para conseguir buenas cosas había que evitar los ambientes literarios o de escritores, porque entre ellos tienden a clonarse, a mentirse sobre su valor y a generar un mundo alterno y enajenante del que es muy difícil escapar. Lo ideal era rodearse de gente sin ninguna relación con la literatura. No sé si será lo mejor, pero lo he hecho así en la medida en que he podido sacármelos de encima. Creo que se aprende mucho más de la vida misma.

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  5. Por supuesto, la virtualidad ha generado un nuevo escenario que estamos explorando y del que es difícil sacar alguna conclusión todavía. Lo bueno es que nos permite conocernos entre escritores y personas comunes, que bajo las circunstancias comunicativas de hace una década nunca nos habríamos enterado de nuestras existencias ni realidades. El cedazo editorial habría matado a muchos de nosotros. Hoy somos dueños de nuestros actos y creaciones. Gracias a este nuevo formato hacemos lo que se nos da la gana y nos lee quien se le antoja leernos. Aquí las editoriales no existen. Somos dioses.

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  6. Cierto, esto de la virtualidad nos da chance de tener muchos rostros y ninguno en realidad. De arrojar al mundo infinidad de textos y que queden en la red para quien quiera leerlos, y para que el que no guste, le de un apretón a la esquina roja de "cerrar pagina".
    Edgar Degas nunca gusto de trabajar con bronce, pensaba que hacer figuras en un metal era mucha responsabilidad. "Una pieza de bronce es eterna".
    Con el Internet sucede algo parecido, el Internet es para siempre. Nos gusta jugar a ser pequeños dioses, no somos tan concientes como Degas.
    Y disculpame Marypaz, pero a tu ex hay que darle una patada en el trasero por impertinente, imaginate lo que seria el mundo de la literatura si todos los grandes hubiesen tenido a alguien como a tu ex en sus vidas?
    No habria nada que leer. No deberias haberle hecho caso, deberias seguir "rayando cuadernos".

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  7. ¿Por qué habríamos de ser pequeños dioses si existimos, amamos, odiamos, creamos, damos consuelo, nos rebelamos contra el mal y la injusticia y le damos sentido a la belleza del universo? No comparto la idea del empequeñecimiento humano. ¿Porque el otro, aquel que ni existe y que es una idea malévola para manipular a los incautos, debe escribirse con mayúscula y rendírsele pleitesía?

    Mi autoafirmación es materialista y espiritual, presente, carnal, fogosa, furibunda, y sólo le concedo el rango divino a quien amo, y como una expresión de amor y admiración profunda.

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  8. “....Con Borges paseábamos por el riachuelo, él me contaba lo que escribía y yo le contaba lo que escribía. Una tarde le hablé de La amortajada y me dijo que ésa era una novela imposible de escribir porque se mezclaba lo realista y lo sobrenatural, pero no le hice caso y seguí escribiendo...”

    María Luisa Bombal


    Me encantó el comentario de Lily, es verdad todo lo que dice o casi todo, amo lo que escribo, no hay mayor placer en mi vida, que cuando y leo y canto en mis lecturas, mis auditores se emocionan, se excitan, se sorprenden. No hago mal, me gusta soñar y detesto la realidad. Aquí vivo diez horas diarias frente al pc y me enamoro como cuatro veces al año y así quiero morir, ah, y estoy bien casada.

    Saludos, muy buena la página.

    ps. no fumo, no bebo, ni bailo apretado.

    http://negrachucara.blogspot.com

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  9. Me ha encantado tu comentario, Ana Rosa. Esa es la madurez de un escritor que no se siente por que le digan que es ególatra. Claro que nos encanta que nos promuevan, que nos tomen la foto, que nos pidan la firma, que nos elogien o nos critiquen. De otro modo, no escribiríamos, nos la viviríamos nomás mirando lo que los demás hacen.
    Yo tampoco bebo, no fumo, no tomo café, creo que solo soy enamoradiza del amor. Gracias.

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  10. En el camino he conocido a muchos escritores silenciosos, grafómanos que registran sus alegrías, pesares e inquietudes casi diariamente, en papeles sueltos, o en libretitas que van escondiendo en los últimos cajones de sus escritorios. ¿Para qué escriben ellos? Les he preguntado y no saben bien para qué, porque su modestia o timidez no los alienta a mostrar sus creaciones a nadie, ni siquiera a sus más cercanos.
    Ellos también son escritores, aunque sólo lo sepan ellos y su almohada. Sólo escriben para el polvo y la nada.

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  11. Anónimo26/3/12

    Provocativo. Hace tiempo que no te leía. Saludos de María Eugenia Sáez y me lo llevo a mi muro, aunque creo que no voy a durar mucho en él porque la gente no dice sino lindezas o son muy discretos, como mi primo el diplomático, que tiene mil cosas cómicas que contar y muchas andanzas por sitios como Afganistán ... pero no dice ni mu. Teresa me botó de su muro buajaja por poner una cosa de política. Mi hija tiene razón y no la culpo ;)

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  12. Anónimo26/3/12

    Todos somos escritores; es la noche de Facebook donde todos los gatos son pardos. María Eugenia

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