Norberta y el papá de mi papá

LORENA LEDESMA -.

Tu abuelo era un hombre elegante e inteligente, dice mi tía refiriéndose al papá de mi papá. Cada tanto la familia de mi mamá recuerda a don Adolfo Ledesma que vivía en Añatuya, en pleno monte en Santiago del Estero. Priman en mi mente, impidiendo que le tenga agrado a su recuerdo, las historias que me cuentan de sus infancias sacudidas por este hombre violento que dispersó a su familia por el país.

Domingo, mi papá, era el menor de once hermanos. Delgadito, enfermizo y sensible, era a los ojos de su padre un inútil que no servía para el trabajo rudo y que más encima huía de las palizas de su progenitor por la misma ligereza de su cuerpo. No había otra razón para el salvajismo de don Adolfo más que las grandes cantidades de vino que ingería tras la jornada de trabajo. Cuando no podía atrapar a los mayores iba por él y como último recurso por su mujer, Norberta. Justamente, una de las palizas más violentas produjo la partida de Domingo siendo aún un adolescente. Había permanecido junto a Norberta para protegerla, pero pronto entendió que no tenía cómo detener a su padre sin que todo acabase en tragedia. 

Sin nada llegó a Buenos Aires, pero su locuacidad y picardía le permitieron filtrarse con facilidad en la gran ciudad, amigando con gente mayor y de los más diversos oficios. Con sus primeros sueldos compró un pasaje para traer a su madre, que desde entonces vivió en la casa de la hermana mayor que hacía tiempo se había casado y establecido en el conurbano bonaerense.

Adolfo murió muy joven a causa de una mezcla de alcohol y medicamentos, mientras que Norberta vivió hasta los 80 años. Recuerdo a mi silenciosa abuela, con aspecto de aborigen, caminar ligerito por el barrio con la bolsita de las compras. Vivía apenas a unas cuadras de mi casa pero rara vez nos visitaba. Todo su querer se había depositado en una de mis primas que había nacido muy enferma. Nunca tuvimos una relación cercana pero siento un gran aprecio y admiración por su entereza. Recuerdo su carita arrugada, su sonrisa blanca, sus largas trencitas grises y su ropa que más bien parecía uniforme: pollera a cuadritos, camisita blanca con moños y unas alpargatas de lanita que usaba con medias gruesas. 

En mi mente, Adolfo es el papá de mi papá, jamás podré asociarlo a una palabra tan afectuosa como "abuelo". Nada de lo que me digan limpiará esa imagen que me hice a partir de los recuerdos de mi papá, que pese al sufrimiento da gracias a mi abuela por no haberlo regalado. El mismo rechazó muchas "adopciones" por parte de las personas a las que le ayudaba a limpiar el jardín a cambio de ropa o alguna golosina a la salida de la escuela. Ante todo amó a su madre y lo sufrido le parece poco al lado de haber recibido sus caricias y protección.

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6 Comentarios

  1. Me acuerdo de la abuelita Lore ¡¡ Qué buen relato. Un BESOTE amiga

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  2. Inicialmente pensé que retratarías principalmente al papá de tu papá, pero a poco andar, la ternura de Norberta y la nobleza de tu padre se apropiaron del relato. Qué tremendos personajes. Tu historia es finalmente un hermoso canto a la vida, querida Lorena.
    Felicitaciones y todo mi agradecimiento por compartirlo con nosotros.

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  3. Gracias Ale y Jorge. Los recuerdos se entrecruzan, se funden y finalmente se confunden. Lo bueno en este caso es que la esencia del cariño perdura más allá de eso.

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  4. Muy tierno Lorena. Todas las mujeres que nos antecedieron la pasaron muy mal. La brutalidad hacia ellas era la regla. Lo importante es que la herencia sanguínea que la sucede en el tiempo es otra gran mujer como tú.

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  5. Anónimo16/12/10

    Impresionante historia mi querida Lorena. Los avatares que nos cuentas de tu padre han sido la piedra angular de tu fortaleza. Las adversidades hacen a las personas recias y se aprecia una semilla muy robusta, no sólo en lo que escribes, sino en la persona que eres. Un abrazo.

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  6. Gracias, gracias por tus cálidas palabras que tan bien me hacen a mí que ando siempre entre el bien y el mal (con tendencia a decaer hacia este último). De a ratos me doblego, me rindo y depongo armas... Lo que decís me gratifica y da aliento!

    Un abrazo para vos también =)

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