Carta a Menchi - 19 septiembre 2005

Por Concha Pelayo

Mi querida Menchi:

Ayer recibí carta de tu hija Elia en la que adjuntaba unas fotografías de su boda. No hace falta que te diga lo que me pareció tu preciosa niña con su traje nupcial. Hubiera servido de modelo a Sandro Botticelli. Una valkiria del siglo veintiúno sonriéndome desde el papel couché. Imagino cuánto estarás disfrutando rodeada de mar, allí en la isla de Menorca. Estoy segura de que vas a recuperar la alegría que perdiste al morir tu marido, esa rara avis que no sé cómo se las ingenió para tenerte siempre permanentemente enamorada.

El amor...eterno...Cuántas veces me decías que cuando oías que llegaba Manolo sentías un no sé qué, aquí adentro, y señalabas tu pecho. Sentías hormigueo por todo tu cuerpo. Y llevabais casados más de veinte años. Sinceramente, sentía mucha envidia de todo eso. Es hermoso que el amor nos colme y nos mantenga así toda la vida. Y eso ocurrió con tu amor. Te persiguió hasta que se fue Manolo, para siempre.


Era guapo, sin duda, alto, derecho. Decías que los trajes lucían más en su cuerpo que en los escaparates o en las perchas. Además de su físico, amiga mía, tenía un gran sentido del humor. Hablaba con voz potente y varonil, pero bajito. A mí me gusta que la voz no se oiga más allá de diez centímetros del interlocutor. Manolo también tenía esa faceta. Sabía rodearse de amigos. Cuando murió, no sólo te dejó viuda y huérfanos a tus hijos, dejó también un gran vacío en todos sus amigos. Creo que todavía no se han recuperado del todo.

Cuántas veladas, cuántos viajes, cuántas comidas, cenas y reuniones juntos. Me llamabas por teléfono y me decías: "Conchita, dice Manolo que estrenan en Madrid tal o cuál obra de teatro, preparaos que vamos a buscaros". En diez minutos preparábamos el viaje para regresar a las tres o cuatro de la madrugada. En uno de aquellos rápidos viajes, ¿lo recuerdas?, al llegar a Toro nos encontramos con un tiroteo. Eran las tres de la mañana y la policía perseguía a unos delincuentes. Uno de ellos disparó al coche policial y nosotros nos encontramos en medio de aquella refriega. Pasamos un susto de muerte. Durante mucho tiempo lo recordamos.

Fueron años preciosos, pero todo se acaba. Has sufrido mucho, te ha afectado la pérdida de Manolo, pero también la perfidia de la gente que olvida que va apartándote de su vida. Manolo tenía una gran personalidad. Tú eras su mujer y vivías para él. La vida es injusta. Por eso, ahora, has vuelto a dar un giro importante a tu existencia. Dejas esta ciudad a la que nada te ata y has ido en pos de tus hijos. Te decían que aquí no hacías nada, que allí, junto a la brisa del mar podrías soñar, podrías dejarte acariciar por el tibio sol y podrías hacerle croquetas de jamón a tus hijos. Las croquetas eran el plato favorito de Manolo.

Recuerdo que al morir mi padre, curiosamente tenían ambos las mismas iniciales, MPA. Cuando estábamos en el velatorio, con mi padre en su ataúd, Manolo se acercó a mí para decirme: "Mira, ¿te has fijado?, cuando yo esté en mi caja también figurarán esas mismas letras". Es verdad, no había caído. Y tu marido cerró los ojos. El día de su velatorio, mirando esas tres iniciales recordé lo que me dijo en el de mi padre. Qué coincidencias tan curiosas.

Pero no quiero recordarte cosas tristes. Quiero hacerte sonreir aunque no vea tu sonrisa.

Remóntate muchos años atrás y recuerda unas navidades. Nos habíais invitado a cenar dos días antes de Nochebuena para celebrar las fiestas. Tú, excelente cocinera, tenías en el frigorífico un cochinillo entero en una bandeja para la cena de Nochevieja. De pronto, Manolo fue a la cocina y volvió con aquella cara que él ponía cuando quería reclamar nuestra atención: "Vengo consternado, he abierto la puerta del frigorífico y el cochinillo me ha mirado con unos ojos que no he podido soportarlo. Se le veía triste, solo, helado, tiritando de frío. Sus ojos me dicen que lo llevemos a la mesa, quiere compartir la cena con nosotros, ni siquiera va a comer nada, sólo nos quiere mirar con esos ojos de cochinillo".

Creo que estuvimos riendo el resto de la noche. Nos levantábamos de vez en cuándo para ver el cochinillo y cada uno decía una tontería. Cuántos buenos ratos pasamos juntos.

Ahora sólo me resta decirte que me alegro de la felicidad de tu hija, que es la tuya también. Espero que las islas lleven de nuevo la serenidad a tu alma.

Un abrazo amiga.

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7 Comentarios

  1. Anónimo26/1/11

    Los historiadores actuales suelen recurrir a las cartas como una de las más confiables fuentes para el análisis. En ellas no hay más pretensión que la profundidad emotiva de una mirada que intenta saltar la barrera del tiempo y el espacio para ir tras la búsqueda de su destinatario predilecto.

    Una inolvidable carta.

    Saludos

    Laura

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  2. Anónimo26/1/11

    Amiga Laura, las cartas fueron, en su día, artífices de emoción. Por desgracia los sofisticados medios de comunicación han hecho que los carteros, aquellos funcionarios de correos que esperábamos con ilusión para traernos noticias del ser amado, de la amiga, o del familiar, han desaparecido y con ellos, se ha perdido también el género epistolar que, como tú bien dices, los historiadores buscan en ellas las verdaderas fuentes de análisis, ya que la historia, sin cartas, se vería seriamente mutilada.

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  3. Son tan pocas las parejas que conservan ese grado de cercanía y ternura con el paso de los años, querida Concha. Imagino el desgarro de Menchi al perder a Manolo, de perder su compañero de ruta, su otra mitad, su alegría de los días. Creo que sólo perder a un hijo puede ser más duro que eso.

    Por otro lado, me gustaron mucho esos paseos apresurados al teatro. Hubiese querido sumarme.

    Respecto a las croquetas de salmón, ¿a qué hombre no podrían gustarle? Son una delicia gastronómica.

    Un relato muy sentido, bello y profundo mi querida Concha.

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  4. Concha, tus cartas (no sólo esta, sino todas las que has ido publicando en Plumas) me recuerdan un libro de un historiador chileno sobre el origen y ascenso de la burguesía de nuestro país. En uno de sus capítulos, incluía una carta de un padre (burgués) a su hijo de viaje por Europa. Era como tener al personaje al lado, de una cercanía increíble y eso que el documento era del siglo XIX. El motivo de esta comparación tiene que ver con la enorme posibilidad que abren las cartas para comprender épocas, espacios, costumbres, actitudes, motivaciones, etc. Una suerte de literatura vivencial y, al mismo tiempo, fuente directa para los historiadores. Siendo contemporáneo es difícil comprender su real dimensión y quizá cuántos aportarán al futuro. Por de pronto, sólo nos limitamos a disfrutar de una escritura impecable como la tuya y por entregas.

    ¿Croquetas de salmón? Excelente bocado. Acompañadas de ensalada chilena (tomate y cebolla), aún mejor. Te acordarás de mí.

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  5. Anónimo27/1/11

    Las croquetas eran de jamón, no de salmón. Las de salmón las hice yo un día y no resultan tan buenas. En cambio las de merluza o pescadilla son muy ricas, pero poniendo poca cantidad de pescado. Al respecto, decía mi amiga Menchi que las croquetas, para ser perfectas, los tropezones debían ser mínimos.
    Estoy segura de que acompañada con ingredientes chilenos y sentados en las sillas vosotros, la cosa resultaría inmejorable. Al tiempo.
    Abrazos a los dos.

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  6. Entré por la foto y terminé enamorada... Una carta preciosa.

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  7. Final triste de esta pareja que seguramente habrá deseado estar junta a pesar de la muerte, se cumplió no más la sentencia: hasta que la muerte los separe. Sin embargo llena el alma saber duánto se quisieron, tus palabras no dan cabidas para la duda. He aquí la prueba de que hay amores que se pueden sostener en el tiempo- Tantos vaivenes sentimentales, infidelidades y divorcios le quitan a la mujer moderna la esperanza y borran las huellas de todo romanticismo. Ya sé que estamos en el siglo XXI pero si he estrechar una relación con seriedad algún día no podré amar de otra manera. Viva el romance! Ante mis ojos el hombre que me acompañe será el más importante de todos y le dibujaré corazones de miel en las tostadas que le lleve en el desayuno a la cama.

    Me siento feliz...
    Gracias por compartir tus escritos con nosotros y con ellos parte de tu vida.

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