Cartas a mis amigas (1)


Por Concha Pelayo

Mi querida amiga Angelines:

Sólo con escribir tu nombre me embarga una fuerte emoción que se traduce en sentimientos encontrados, confusos. Por un lado está el cariño que siempre te he profesado y por otro el remordimiento de haberte apartado de mi vida, lo que provocó, incluso, que te fueras de Zamora.

Esta es la fecha en que no sé nada de ti. Sé por tus hijos que te fuiste a Pedraza, bellísima localidad segoviana y que trabajas como ama de llaves en una casa de gente acomodada. Pero poco más sé de ti, buena amiga. También inconsciente amiga. Precisamente, fueron tantas cosas las que me hiciste, me pusiste en evidencia tantas veces, tantas veces di la cara por ti, tantas veces y en tantas ocasiones, que acabé por apartarte de mi vida. Y cree que lo sentí, lo sentí en el alma, porque nunca más he vuelto a tener una amiga como tú, tan dulce, tan comprensiva, tan buena consejera, tan conciliadora, y que sabías tan bien escucharme... y nuestras risas...nos reíamos de todo y había entre nosotras tal complicidad que me resulta imposible imaginar que haya una amistad tan perfecta como la que tuvimos tú y yo. Creo recordar que nos conocimos cuando teníamos trece años.


Pero hoy no quiero echarte nada en cara, ni hacerte reproches, no. Hoy quiero recordarte amablemente. Sabes, hace muy pocos días volví al bosque de Valorio, donde dábamos tantos paseos y hablábamos de tantas cosas, sobre todo de mis viajes y de tus fantasías. Me acordé muchísimo de ti. Me decías que querías ir a Nueva York para conocer personalmente a Robert de Niro, querías triunfar con tus muñecas antiguas, con tus telas pintadas con flores de almendro. Estabas segura de que en Nueva York valorarían mucho lo que hacías. Me decías, mientras caminábamos, que eras Venus, la Diosa Venus: "Créetelo Conchita, yo soy Venus". Y me contabas sobre esa diosa y sobre otras de la mitología griega. Decías de ti misma que eras una mitómana. Y debías de tener razón. Nunca sé si hablabas en serio o en broma, pero creo que eras sincera cuando salían de ti todas aquellas fantasías.

La verdad es que eras una artista, además de genial. Todo se te daba bien, pero eras atrevida.

Incluso te atreviste a restaurar el caballo del Parador de Turismo. Recuerdo que un día hablabámos con su directora y nos decía que necesitaba hacer algunas reparaciones. Tú no tuviste ningún inconveniente en ofrecerte diciéndole que habías hecho unos cuantos cursos de restauración y que ya habías restaurado algunas obras de arte. Me dejaste anonadada. Cuando salimos te dije que cómo no se te caía la cara de vergüenza de hacer una cosa así. Pero pasaron unos días y me llamaste por teléfono desde el propio Parador para decirme que estabas en plena faena. Habías llevado a uno de tus hijos contigo. Os habíais provisto de un enorme maletín lleno de trastos, me decías: "tenemos que dar la impresión de que trabajamos con muchas cosas, aunque luego sólo vayamos a utilizar disolvente y pintura". Para cobrar -decías- hay que justificar materiales. Eras increíble y farsante.

En otra ocasión, estabas muy necesitada de dinero y para ayudarte, le pedí a la presidenta de una asociación de mujeres que te diera algún trabajito dado que tú eras muy mañosa. Te contrató para enseñar a las señoras de un pueblo a hacer no sé qué bordados especiales para mantelerías. Les hiciste comprar las telas, los hilos y todo lo necesario y el día que debías presentarte las dejaste plantadas. Me llamó la presidenta de la asociación para preguntarme por ti. No supe qué responder.

La verdad es que eras muy atrevida, muy inconsciente para la edad que tenías. Cada vez que voy al Parador y veo aquél caballo de bronce, "restaurado" por ti, e incluso, con la faldita que le hiciste, casi me da la risa. Y todavía me la sigue dando cuando lo miro. Me confesaste también que otro día, tu novio y tú, entre los dos, habíais sustraído uno de los herrajes de una valiosa pieza antigua para reponer los que le faltaban a una parecida que tenía la madre de tu novio. Me hiciste pasar mucha vergüenza pues fui yo la que te presentó a la directora del Parador y me sentía muy responsable de todo aquello.

En fin, querida amiga, tus anécdotas serían interminables. Llegaste a una edad, más que adulta y seguías llena de inmadurez. Y lo curioso es que tu mente estaba muy evolucionada. Sabías pensar muy bien y desarrollar muy bien tus ideas, pero te fallaba tu actitud, tu pose ante la vida y ante la responsabilidad que no tenías ni querías asumir. Perdiste amistades por tu forma de ser, como perdiste la mía.

Hoy quiero recordarte uno de mis últimos viajes, fue a Siria. Te hubiera gustado ver las fotografías, sobre todo una en la que estoy junto a tres "jeques", bueno, lo parecían. La ciudad de Damasco al fondo. Eran las tres de la tarde y comenzaba a oscurecer. Era viernes y los sirios, en su día de descanso, ocupaban todos los espacios libres y públicos, incluso las mismas carreteras, donde llevaban sus sillas para sentarse mientras los coches pasaban tranquilamente. El viernes es su día para reunirse y compartir, para beber té, comer frutos secos y sentirse en armonía.

Siempre que regresaba de uno de mis viajes te encantaba que te contara todos los detalles, todo lo que había vivido y me habían parecido las gentes a las que había tratado y lo que había visto en ellos. Me decías que disfrutabas como si lo hubieras vivido tú misma. Tenías muchas y muy buenas cualidades, una de ellas la de alegrarte sinceramente de la suerte de los demás. La envidia no cabía en tus sentimientos. Un fuerte abrazo amiga. Y mi recuerdo siempre.

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8 Comentarios

  1. Anónimo10/1/11

    Un strip-tease impúdico en el que se le quita la ropa a otra persona no a sí mismo y se deja al descubierto sus vergüenzas no las propias; un texto revelador en su tono humorístico e implacable. Un texto eróticamente simétrico, quebrado estructuralmente por la cintura, pues se puede leer de abajo a arriba y descaminar los pasos imagineros de la procesión que va por dentro, hasta que la autora/observadora se confunde y solapa en íntimo abrazo memorístico con la "amiga" observada. "Y mi recuerdo siempre", en vez de "y TU recuerdo siempre" o "y siempre TE recuerdo". Muy conseguido.

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  2. Anónimo10/1/11

    Maria Eugenia, no me he equivocado al despedirme. La abrazo y la recuerdo, siempre, porque mi recuerdo hacia Angelines, siempre está fresco. (Mi recuerdo para ella) No sé si me explico.

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  3. Es como si evocaras una segunda infancia, querida Concha.

    Sólo junto a una gran compinche puede perpetuarse la ausencia de responsabilidad de la niñez, la despreocupación, las carcajadas, las confidencias, las picardías de cada jornada. Leía y a ratos me reía mucho ante las situaciones descritas, pero siempre cargando un nudo en la garganta porque en el fondo sabía que era la restauración transcrita de un tiempo ya ido, de una amistad truncada. Sin embargo, tus palabras dejan bien en claro que el afecto y la admiración se mantienen intactos. Siempre me ha gustado conocer a personas tan complejas, con tantas aristas como Angelines. Debe ser porque en el fondo es en ellas donde más nos reconocemos, porque cada uno carga con su propio quintal de complejidades y artilugios de sobrevivencia ocultos bajo el circunspecto capote de la apariencia.

    Lo encuentro notable, mi querida amiga. Quisiera que algún día nos enviaras la foto de aquel caballo restaurado por tu amiga. Es una anécdota muy cómica.

    Te abrazo con profundo cariño.

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  4. Anónimo11/1/11

    Lo curioso de esta historia, Jorge, es que esas cosas se produjeron, no en la niñez, sino mucho después, cuando mi amiga y yo volvimos a encontrarnos, ya casadas ambas. Y aquella amistad de infancia y adolescencia que se interrumpió por la distancia, -yo estuve unos años fuera de nuestra ciudad- la recuperamos, pero su mundo y el mío eran muy distintos. Yo la quería mucho y ella a mí también, por supuesto, pero su vida no era fácil y ello la había hecho muy especial. Dices bien, era muy compleja. Me contó cosas muy complicadas de su niñez que no sabía. En fin, sería muy largo de contar y no procede. Pero ella, era así, las dos anécdotas las cuento porque me ocurrió a mí, me implicó a mí indirectamente, pero fueron más, hasta que, con dolor de mi corazón, la dejé. Te asombrarías la de sucesos de esta índole que protagonizaba, ya muy mayor. La vida, Jorge.

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  5. Yo, Concha, no logro ver el sentido humorístico por ninguna parte. Las anécdotas que cuentas las percibo llenas de la amargura que impregna la decepción que se produce cuando un amigo o una amiga te falla.
    Es difícil a veces tener memoria selectiva y recordar sólo lo bueno, lo divertido, lo que nos hizo feliz.
    Tu relato lo percibo más como una catarsis del propio dolor que como otra cosa, pero me gusta. O tal vez por eso, me gusta, no sabría decirte.
    Un abrazo enorme, Concha.

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  6. Le doy vuelta a lo del humor, amigos. Por más que lo pienso, no podría decir con exactitud si es humorístico o un tanto melancólico. De seguro ambas. pero muy bien escrito y es lo que cuenta. Uno se queda pegado aun terminada la lectura.
    Gracias, Concha.

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  7. Anónimo11/1/11

    Si a Maria Eugenia y a Jorge le parece mi escrito divertido o implacable, cada cual puede interpretarlo como lo percibe, pero siendo yo la autora del mismo, os diré que para mi es doloroso y triste porque tuve que romper la amistad con una maravillosa amiga porque he hizo sufrir mucho y me hizo muchas cosas que no me gustaban. Tuve mucha paciencia con ella, pese a los consejos que me daban pero mi cariño y lealtad eran más importantes. Hasta que se colmó el vaso y la fui ignorando poco a poco. Claro, me da mucha pena y siento remordimientos pero no podía hacer otra cosa. En lo que digo hay mucho de melancolìa y de tristeza. También hay recuerdos para lo divertido y para lo fantástico. Angelines divertida y fantástica. Y siempre muy irresponsable. Esto fue lo que la perdió.
    Gracias amigos.
    Claudio, mi próxima carta se dirigue a las hermanas gemelas de nuestro Claudio Rodrígue, también amigas mías de adolescencia y primera juventud.

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  8. Definitivamente no la encuentro divertida sino cargada de mucha angustia. Depositar el cariño y la confianza en alguien y que el deterioro de esta última perjudique al primero es algo que me parece sumamente triste.

    (suspiro) Igual me gustó mucho leerlo. Gracias por abrir tu corazón y dejarnos leerte.

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