Náuseas

JESÚS CHAMALI -.

Supongo que, más o menos, sucede así: un día te levantas, te miras al espejo y lo que ves te da tanto asco que has de hacer un esfuerzo titánico para controlar la náusea y no vomitar. A partir de ahí todo es una pendiente fatal por la que te vas deslizando sin remedio y a toda velocidad hacia la destrucción propia, el caos y la nada.

¿Cómo se llega a esto? ¿Cómo se supera? O lo que es más importante, ¿lo superarás? Y de repente a un vértigo le sucede otro, a una náusea le sigue otra, a un miedo le acompañan mil. Ya nada está en su sitio y el mundo y tu vida, que hasta ayer mismo era algo que controlabas y dominabas se convierte en un infierno sin sentido poblado de un montón de angustias, repleto de amenazas desconocidas hasta entonces. Casi de inmediato te das cuenta de que sólo puedes hacer una cosa: huir. Pero en la vida sólo hay una dirección de huida: hacia delante. Hacia ninguna parte. Porque el futuro, ya lo sabes, no existe y el presente está aplastado por la inmensa losa del pasado y de nuestros miedos y errores.

Y como por arte de magia, el miedo –tus miedos- salen del mundo de las sombras y adquieren vida propia mientras sustituyen inexorablemente y sin piedad a cualquier otra realidad que pueda existir o imaginar comenzando de esa forma la más cruel de las tiranías y una guerra en la que, gane quién gane, pierdes tú. Seguro.

En tu pecho se instala un dolor hasta ahora desconocido que atenaza el corazón y cierra los pulmones. Respirar, vivir, se convierte en un trabajo insoportable y comienzas a ver la muerte no como una tragedia sino como una liberación; una bendita liberación.

Y aparecen más miedos.

Más angustia. 

Más soledad.

Es cuando te empiezas a preguntar cuánto más resistirás sin que te rompas en mil pedazos. Te preguntas si será hoy o será mañana cuando las pocas fuerzas que te quedan se acaben y el dolor se convierta en algo tan grande que al final lo ocupe todo: tu corazón, tu mente, tu vida. Sí, tu vida. Tu vida que sin saber cómo se ha convertido en feudo del dolor y del miedo y que se queda sin sitio para nada que no sean ellos.

Y de repente esa vieja canción suena en la mente retumbando en el corazón

“Ven muerte ven. 
Dulce muerte ven a mí.
Bésame como la amante fiel que eres. 
Llévame contigo donde tú estés.”

Publicar un comentario

8 Comentarios

  1. Anónimo7/1/11

    Mi estimado Jesús. Esos miedos que narras, esa decrepitud imparable, sólo puede deberse a dos causas, o una enfermedad repentina que te arrastra hacia no se sabe dónde, o al paso de los años que nos van llegando sin poderlo remediar. Si se debe a esto último, comparto al cien por cien esas sensaciones, absolutamente todas. La proximidad de la muerte, de pronto, aparece un día cualquiera, un día, incluso, en que te sientes pletórico de vida pero que la tuya ya ha pasado el ecuador y la línea de la misma ha comenzado su declive. Si te sirve de consuelo, creo que el hecho de estar aquí, aquí mismo, ante la pantalla de tu ordenador y aporrear el teclado debe servirnos para sentirnos vivos. No importa lo que vayas a dejar a tus descendientes, poco o mucho, lo que importa es que le vas a dejar tu pensamiento, tu manera de ser y estar, tu actitud crítica, ojo avizor para que no se nos pase nada por alto. Sigue así, pariendo a cada instante lo que brote de lo más profundo de tu corazón. Así mismo ando yo. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Alguna vez escribí sobre ese miedo que me ataca al anochecer, como consorte del insomnio de la medianoche, cuando la impotencia me atenaza el cuello y todo el resto del mundo parece acorazarse de vallas puntiagudas.

    Usualmente al amanecer nos volvemos más fuertes, y este miedo infernal no aparecerá hasta la siguiente medianoche.

    De cualquier forma no hay dónde huir, no se puede huir, no se debe huir, porque nuestra sombra nos persigue a todas partes.


    Un fuerte abrazo mi querido amigo.

    ResponderEliminar
  3. En mi vida he sufrido dos ataques de pánico, pánico en toda la extensión de la palabra. Haberlos superado no se si me haya hecho mas fuerte, o mas sensata. Pero de lo que no tengo duda es que aprendí que pueden venir en cualquier momento y yo saldré de ellos, como lo hice antes. A mi lo que me invade por las noches, cuando ya no queda nada por construir o recordar, es una tristeza profunda. También he aprendido a llevarme con ella.

    “Ven muerte, tan escondida que no te sienta venir.
    Por que la dicha de morir, no me vuelva a dar la vida”.

    Saludos ¡¡

    ResponderEliminar
  4. El miedo nos acompaña toda la vida, incluso en los sueños. Es una tortura y a la vez una voz de alerta, que nos sacude y nos despierta ante el peligro. Sufrimos ese miedo por nosotros, pero sobretodo por las personas que más queremos. Al menos así lo siento yo. Si no existieran personas que amara y dependieran de mí mi miedo sería mucho menor.
    Es muy duro lo que relatas en tu escrito, Jesús.Sé que no es sólo ficción, porque la literaturara no es nunca sólo ficción, sino a lo mucho una durísima realidad disfrazada.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. La verdad es que este es un relato inédito mío, pero escrito en el 2004.
    Repasando viejas páginas escritas por mi que jamás vieron más luz que la de mi mesa de trabajo, me di cuenta de que este sentimiento de náusea vital ha sido una constante en mi vida.
    Cierto es que, como apunta María Paz, lo escrito aquí es un mix entre realidad y maquillaje literario, pero no me veo capaz de evaluar porcentajes.
    Yo, como Lilymeth, he aprendido a vivir con mis fantasmas, con los miedos, la tristeza que da saber que desperdicié tanto tiempo en mi vida -siendo éste un capital que jamás volveré a tener- con el sentimiento de impotencia ante tantas cosas que me sublevan, como señala Jorge, o con ese amargo sabor a fracaso que no logro quitarme de la boca. Pero entre mis temores no está el de la muerte.
    Morir es tan sencillo y natural, que lo que se me antoja difícil y artificial es vivir. Al menos como nos hacen vivir hoy en día.
    Mi profundo agradecimiento a todos por sus aportaciones.

    ResponderEliminar
  6. Por cierto, Lilymeth, me encantan esos versos de santa Teresa. El misticismo natural y arrebatado de esa mujer, su valor y su obra me resultan del todo admirables.

    ResponderEliminar
  7. Un relato estremecedor con el que me identifico mucho. A mi la muerte me buaca por las noches en el silencio oscuro de mi habitación, se esconde y se burla de mis miedos.. Es muy cruel y no anuncia cuando vendrá, simplemente ronda en mis pensamiento. No le temo a ella, a penas me lamento por los que dejaré. Por las mañanas retorna la alegría. ¿Por qué? No sé, así soy.. así siento..

    Saludos!

    ResponderEliminar
  8. Estoy imprecionada. Muy fuerte y muy bueno.

    ResponderEliminar