La presa, de Kenzaburo Oé

JORGE MUZAM -.

Sensaciones contradictorias me atacan tras leer la novela La presa, de Kenzaburo Oé. Independientemente de la lectura literal o simbólica que realice, la prodigiosa humanidad de la historia adolece de toda envoltura complaciente hacia el lector. El sendero escritural es emocionalmente espinoso para unos pies lectores que hoy en día suelen ir casi siempre descalzos.

Enfocado desde una dimensión formal, no se perciben en la prosa de Oé las exasperantes pretensiones estilísticas de tantos escritores contemporáneos no japoneses, sino que predomina más bien una extrema simpleza en la forma. Simpleza que, imagen tras imagen, va enlazando una historia, de concernencia universal, a través de caminos neblinosos, albaricoques humedecidos de rocío y oxidadas trampas para jabalíes. Los protagonistas son niños japoneses, tan miserables como jubilosos ante los pequeños incidentes. Un avión enemigo cae en un bosque cercano a una solitaria aldea. Los aldeanos toman sus escopetas y palos y salen tras la búsqueda de los restos. Encuentran dos aviadores muertos y un sobreviviente negro. Lo toman prisionero y lo llevan a la aldea donde lo encierran en un improvisado calabozo, a la espera de instrucciones superiores. Lo miran con tanta desconfianza como curiosidad. Nunca han visto un hombre negro. Lo alimentan con recelo, manteniendo la distancia e involucrando a un niño como enlace de la merienda.

Para los niños significa una conmoción en sus cortas vidas, lo más extraordinario que han visto, y desde las rajaduras del tragaluz se pelean por contemplar a ese enorme animal oscuro.

Oé opta por circunscribir su historia dentro de los límites humanos y geográficos de una aislada aldea. De lo que está más allá, en la ciudad, en el gobierno, poco puede esperarse. De esta forma, al no llegar instrucciones precisas de ninguna autoridad, el prisionero deja de ser considerado como un peligro para los aldeanos y se le permite deambular libremente por los caminos, como un inofensivo animal exótico.

No le hinches excesivamente las pelotas al lector

Desde hace décadas, y luego de leer, olfatear, sopesar y expulsar de mi vista a miles de libros que contenían todo tipo de historias, reales, ficticias o mixtas, llegué a la conclusión de que escribir de una forma difícil, hinchándole a propósito las pelotas al lector, es propio de los peores escritores, de aquellos que son incapaces de plasmar una idea con claridad y significativa nitidez, y que ante su frustración toman el sendero facilista de la vana experimentación narrativa.

Este experimentalismo de la mediocridad, muy propio de la literatura excesivamente academicista y de los estudiantes de literatura, nunca ha atrapado a los escritores japoneses, quienes, escribiendo desde el alma misma de una cultura milenaria, no han encontrado motivo para hacer sucumbir su arte en el deletreo enrarecido, sino que se han mantenido fieles a la transcripción emanada de sus muy despiertos sentidos. Akutagawa y Mishima no podrían ser considerados como escritores experimentales, sino como creadores profundamente sensibles, acometidos por desgarradoras preocupaciones metafísicas que han conducido, consciente o inconscientemente, sus creaciones hacia brumosos olimpos individuales.

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5 Comentarios

  1. En la escritura como en el cine y cualquier otra bella arte que desarrollan los japoneses, suelen demostrar que pueden ser versatiles y atrevidos sin saltarse jamas de sus lineamientos.
    Ser osado pero al mismo tiempo sensato es mas dificil de lo que parece.
    Un lenguaje para nada arrogante termina por envolver al lector de estos tiempos, harto ya de escribanos pretensiosos que a base de un lenguaje que solo ellos entienden y tramas complicadamente tediosas alejan a los jovenes a viajar en las letras.
    Me encanta tu reseña, Jorge y me causa inquietud conseguirme la novela para devorarla.
    Saludos.

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  2. Oe es un tremendo autor. Sus novelas son densas, poéticas y atormentadas. Buenas reseña amigo, invita a reencontrarse con este autorazo que nos diera el Japón, tierra sumida hoy en el dolor y el miedo.

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  3. Luego de leer este post recordé que hace tiempo leí "Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura" de Oé.. Mis sospechas eran acertadas y se trataba del mismo autor! Adoro ese relato tan simple y conmovedor del hombre gordo y su hijo, he ahí otra razón para ir tras La presa.

    Por cierto, muy de acuerdo con tus apreciaciones.. "No le hinches excesivamente las pelotas al lector" es una excelente sugerencia.

    BESOS!

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  4. Lucía20/8/11

    Acabo de terminar este libro. Lo recomiendo.

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  5. Creo que con la literatura pasa como con cualquier otra forma de expresión: te gusta, o no te gusta lo que dice el autor.
    Hace unos años terminaba todo libro que caía en mis manos. Sin embargo me he vuelto más tolerante conmigo y si en la página cincuenta el libro no me gusta, lo descarto.
    Sin embargo hay libros y autores que viajan conmigo por la vida, como un equipaje ineludible.
    Gracias por la reseña Jorge. Tan clara y elocuente como todo lo que transmites.

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