Pelota roja

LILYMETH MENA -.

Si, ésta mujer tiene miedo. Sólo hay que ver el modo en el que sostiene el lápiz entre los dientes y sus uñas tan mordisqueadas. No siendo vieja aun, le preocupan cosas absurdas que en realidad a nadie debieran importarle. Se acuerda de sus días de infancia, de aquella pelota roja que tanto le gustaba. Un día la pelota se fue a esa parte del patio de donde las pelotas no volvían nunca. La señora del nueve salía con su cara de bruja y luego de soltar gritos ininteligibles se devolvía a las entrañas de su hogar con todo y la cilíndrica propiedad ajena.
Le aterra volverse una señora del nueve.
Que no tolera sonrisas de niños, ni pisadas fuertes, que sólo tiene un poco de amor para sus plantas y su gato.
No quiere vivir sus últimos años en una casa que apesta a humedad y a viejo, una casa en la que sólo entra la luz que permiten pasar los huecos de las gruesas cortinas, y la puerta que se abre una vez a la semana para recibir al repartidor de víveres.
El carácter le ha cambiado tanto en los últimos años que casi puede sentir pena por esa sombra que camina por la casa, con una taza de leche y arrastrando los pies.
Siente pena y asco.
¿De dónde salen criaturas como esta? Se pregunta sin dejar de ver a esa vieja parada delante de ella en el espejo. No se explica por qué a algunas personas se les da tanto tiempo para fastidiar a los demás y cómo otras velas se apagan tan rápido.
No, no hay justicia en este cochino mundo.
Esas fanfarronadas de que el universo tiene un plan divino para uno no son mas que una mentira piadosa que nos cuentan a todos para que no dejemos de ser productivos. Si al final, de ese producto nos alimentamos todos, no nos convienen las dudas existenciales de tanto pinche deprimido.
Que patética existencia del que se conforma, del que deja de soñar, del que deja de creer. Y sin embargo somos tantos los que vamos renunciando, los que perdemos la fe.
Los que ya no esperamos nada.
Al diablo con la indulgencia, con la ajena y con la propia.
Si de todas formas, todos llevamos una vieja del nueve dentro que no nos deja disfrutar. Es una gran mentira esa patraña de que vivimos cada segundo como si fuera el ultimo, nos la pasamos en contemplación dejando que el tiempo se nos vaya de las manos, como agua jabonosa con la que ni siquiera nos lavamos la mugre apelmazada de tanto sueño frustrado.
De tanto amor perdido.
Podría tal vez, vivir como los alcohólicos; pensando que lo único que importa es sobrevivir y resistir un día a la vez, quien sabe, tal vez todavía puedo.
Shhh…silencio, escucho una pelota roja rodar hasta mi puerta.

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6 Comentarios

  1. Anónimo26/4/11

    Que desazón, que amargura...pero cuanta realidad contienen estas reflexiones.
    Quiero creer que aún es posible evitar ese escenario, que puedo aprender a vivir como los alcohólicos, porque si no logro llegar a la estación que me he fijado como destino, no quiero arrepentirme de no haber disfrutado el viaje.
    Saludos Lilymeth.

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  2. Algo así como el inevitable tobogán del desencanto. Algo así como mi propio atrincheramiento vital, convertido en mil días de furia.

    Haría maravillas con esa pelota roja en mis pies, pero luego la devolvería y hasta me pondría a jugar y a quebrar sin querer queriendo el vidrio de algún vecino.

    Demoledor, profundo y original, como siempre mi querida Lilymeth.

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  3. Anónimo27/4/11

    Devuelve la pelota y sigue soñando.

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  4. Uy! Me vi en un espejo! Ni hablar de eso, lo dejo para terapia(¿algún día haré?)

    Un relato increible Lilymeth. Saludos!!

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  5. Tener fe es creer. La vida entera se sustenta en el creer, en creer que habrá nuevos días y nuevas alegrías, en creer que las cosas tienen un sentido superior al aparente.
    Se puede creer en un dios, o en un conjunto de dioses, o en algunos hombres y mujeres, o en la naturaleza o el sol. Da lo mismo. Hay un sesgo de entusiasmo, de inventarse cada día un nuevo entusiasmo para proseguir la existencia.
    Sin embargo, cuando la fe se desgasta, cuando las personas nos molestan, cuando las risas ajenas nos parecen una molestia o una burla, y no una demostración de espontánea alegría, cuando las cosas comienzan a desteñirse como un espejo envejecido, la vida misma aparenta perder gran parte de su sentido. Sin embargo, siempre hay muchas razones para seguir viviendo. Demasiadas.

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  6. Anónimo29/4/11

    Dele un patada bien fuerte a esa pelota y que no vuelba mas. Hay que darle para adelante.
    Aldo

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