Jefa



“Me despido de una muchacha
que sin preguntarme si la amaba o no la amaba
caminó conmigo y se acostó conmigo
cualquiera tarde de esas que se llenan
de humaredas de hojas quemándose en las acequias”

(Jorge Teillier)


Por Juan Pablo Jiménez

Renuncio a tus malos olores, que en tu belleza parecían oasis, azucenas, aromas venidos de otros tiempos. Tu aliento insecticida de las mañanas, tu cabello graso que no pudiste lavar por la premura del tiempo y el trabajo, que siempre cobra cuentas a cada cuadra que separa tu oficina de casa. A tu leve olor a transpiración por las tardes de verano.
Renuncio a tus promesas, esos ojos que se te achican como dos aceitunas cada vez que te disparo una broma. A esos senos tiernos, pequeños, coronados por dos astros. De todos tus senderos, reconquistados con mis banderas, explorados con mi lengua de serpiente, hechos a mi soberanía. Navegados por mis jugos y mi mirada que te conoce tanto.
Inventario: renuncio a: tu sangre mensual, tus callos, tus herpes, tus necesidades, tu uña una vez encarnada, tu astigmatismo, el vello de tus brazos, tu aliento a ensalada a la chilena… pinceladas de tu persona.
Presento mi renuncia a tus pies tan bellos, que te unen a la fuerza silenciosa de la Tierra, a tus manos sanadoras, a tu espalda que mide kilómetros, a tus labios cálidos, a tu lengua de tigresa, a tu pecho por donde se te escapa el corazón, a tu vientre… esperanza de vida que no vio mi vida; a tus piernas, largas como palmeras. A tus mejillas de porcelana.
Renuncio a nuestros planes. Los croquis que hicimos de la vida, del futuro. A lo dispuestos que estábamos a pagar las cuentas y destapar la taza del baño. Al pedido del supermercado y las cucarachas en el fondo del patio. A la maleza del jardín, donde jugarían nuestros ángeles.
Renuncio a nuestros enojos, las desdichas, las diferencias de opinión, tu desgano, mi cansancio, las frustraciones, las odiosidades, tus tías solteronas, tus y mis programas de televisión, tus ojeras, tu pijama hecho de tela de cebolla; componentes de la vida.
Tengo rabia. Por eso renuncio.
Tengo penas. Por eso renuncio.
Te dejo mi renuncia encima del comedor. O si lo prefieres te la envío por correo. O te la leo al oído. O te la dejo en tu casilla.
Renuncio a las esperanzas que me diste, a los sueños que me hiciste tejer con el mismo cariño que se teje una manta, un chal que nos cobije del frío y los ladrones. A todo aquello que dibujé en tu piel esas tardes inolvidables cuando todos los tontos allá afuera trabajaban mientras nosotros nos moríamos de la risa desnudos e infinitos.
Renuncio a esos hombros: montañas suaves de miel; a ese pelo de lianas; a ese cuello de hada madrina; a ese vestido tuyo que te levantaba apenas entrabas a casa. A esa espalda, arrolladora constelación de preciosura. A tu lengua en desesperada batalla con la mía.
Renuncio. No me quedan fuerzas…
Renuncio a tu toalla tirada en el baño. A la luz dejada encendida. A tus zapatos en la alfombra. A tu cabello en la peineta. A tus ruidos de platos por la mañana. A tus vueltas en la cama. A tus días premenstruación. A tus torturantes teleseries a las cuales llamas “comedias”.
Renuncio a tu frialdad sorpresiva, a las noches que no me diste explicación, al teléfono que nunca hiciste sonar, a tu sexo oral, a tu rimel, a tu cortauñas, a tu cartera sin fondo, a tus pastillas de menta, a tu jabón líquido…
Renuncio, muy a pesar mío, pero renuncio. No quiero indemnizaciones ni explicaciones ni careos. Ni abogados farsantes ni fotocopias.
Renuncio a tus fotos desde donde me sonreías.
Me despido de la ferocidad de nuestros cuerpos. A mi boca en todos tus rincones –incluso los más prohibidos–. A tu belleza desgarradora y cómplice. Que me encandilaba todos los días. A verte llegar al trabajo por las mañanas. A tus abrazos en el auto. Al cabello que dejabas en el asiento, vestigio del último capítulo de nuestra “comedia”…
A tu cara de placer renuncio. A que te agarraras de los barrotes de mi cama renuncio. A nuestras duchas renuncio. A nuestros almuerzos renuncio. A los conciertos que íbamos renuncio. A que fueras la madre de mi Facundo o mi Julieta renuncio. A que compartieras la pieza principal de mi casona nueva renuncio. A que me abrieras las piernas desde tu escritorio renuncio. A tus besos de mañana renuncio. Renuncio. No quiero mesas de diálogo porque renuncio. ¡Contra mi voluntad! Pero renuncio.
Renuncio a la incertidumbre siempre presente de que tu marido se enterara de todo esto.


Publicar un comentario

13 Comentarios

  1. Anónimo27/5/11

    Esas benditas imperfecciones que acaban siendo torturantes y afrodisíacos ecos de la nostalgia.

    Un escrito con aroma a despecho.

    De existir esa destinataria, se sentirá desnuda en medio de un estadio repleto.

    Sólido y apasionado, amigo Jiménez.

    Muzam

    ResponderEliminar
  2. Anónimo28/5/11

    No renuncies a nada amigo Jiménez. Deja fluir la fluidez del amor prohibido. El más estimulante.

    ResponderEliminar
  3. Andrea28/5/11

    Estimulante, sí, cuando no te deja con el alma muerta en espera del beso de buenas noches. Inmensamente fluído cuando se derrama la pasión que conservaste de amores mal hechos, de traiciones absurdas que engendran malditos y oscuros recuerdos.
    Seguramente, Sr. Jiménez, usted está tratando de convencerse que está en lo justo, en virtud de la justicia que había en su amor de sábanas y letras. Los demás poco saben, quizás quien le habla tampoco, cuántas veces lloró esperando que sonara el puto teléfono. Yo también esperé y nunca sonó. Sin embargo, boté la puerta de la mentira, el dolor y la decepción. "No sirvo para esto", me dije. Me cansé de ser "su mentira"
    Usted sabe lo que hace, Sr. Jiménez, y quizás también, no sabe lo que hace. El tema es que una vez más, tendrá que morder el polvo del amor maldito mientras se acostumbra a vivir a medias y acepta esa felicidad, o simplemente, sigue haciendo parir a sus manos y regalando las benditas y también malditas letras que a más de alguien como yo, ciertamente agradan.

    ResponderEliminar
  4. Anónimo29/5/11

    Un poema de amor, de ese amor que nos levanta, nos ilusiona, nos sacude y nos estrella contra el suelo frío. No intente olvidar las sonrisas que le dirigieron Señor Jiménez, porque estoy segura de que no lo logrará.
    Laurita

    ResponderEliminar
  5. Anónimo29/5/11

    Así como expone las cosas, pareciera que el camino más llevadero es la renuncia, pero creo que no lo será para ud Sr. Jiménez...

    ResponderEliminar
  6. Anónimo29/5/11

    Me pregunto si la Jefa aceptó las Renuncias, o al menos algunas de ellas. ¿Qué tal si ella no acepta o él se arrepiente, y vuelven, pero se separan al día siguiente, y luego renuncia ella y él no acepta, y luego ambos se ponen los cuernos, pero se perdonan y vuelven entre lágrimas y sexo desenfrenado, para luego sacarse en cara mil cosas y volver a terminar al día siguiente? Porque algo así es el amor.
    Respecto a ese fragmento del poema de Teillier, desde que lo leí por primera vez reparé en lo insólito de que una mujer no pregunte al hombre si la ama o no la ama, y que sin embargo camine y se acueste con él en días otoñales. Más bien esa conducta es propia de los locos e irresponsables veranos.

    ResponderEliminar
  7. La imagino como una renuncia que se entrega en persona con la mano sudrosa y no queriendo soltar el papel.. no es de las que se dejan en la mesa. Cuando se quiere tanto y se está obligado a dejar porque las circunstancias así lo requieren, uno debería simplemente irse sin decir adiós, al menos eso creo yo como renunciante compulsiva e impulsiva que soy.

    ResponderEliminar
  8. Anónimo29/5/11

    Pero existe gran distancia entre lo que dice, se cree y se escribe y lo que se hace, claro algunos más otros menos, todos somos de alguna forma inconsistentes, incluso con nuestros sentimientos.

    Lola

    ResponderEliminar
  9. Esas son las renuncias que la mente razona, amigo Jiménez, pero que luego el cuerpo traiciona ante la presencia de quien amamos. De cualquier manera, es un bellísimo poema donde queda claro que amor y desamor son luz y sombra de un mismo objeto; no, SON ese mismo objeto entrelazado, y difícilmente vemos dónde empieza una trenza y donde la otra.
    Me encantó tanta inspiración. Fue una placer leerlo.

    ResponderEliminar
  10. Anónimo30/5/11

    Hay que dar un portazo bien fuerte y mandarse a mudar!! Sin cartas, sin explicaciones, sin excusas. FIN

    ResponderEliminar
  11. Anónimo30/5/11

    bien dicho, basta de lloriqueos de mariquita.

    ResponderEliminar
  12. Anónimo1/6/11

    lo mas potente de todo el blog
    lejos
    lo mas descarnado de todo el blog
    una declaracion de principios de un GRANDE
    una pluma sincera
    directa
    incisiva
    dura
    una pluma magistral

    ResponderEliminar
  13. Un jefe que vale la pena obedecer. Cuánta cariño, cuánta pasión.

    ResponderEliminar