Santo Sudario

JUAN PABLO JIMÉNEZ -.

“Qué andarás haciendo ahora
Maldiciendo la luz, el primer sol
Hermosa con los párpados hinchados
Regando las plantas, todos los recuerdos”

Ismael Serrano

Vuelvo a casa y el frío es el único y más fiel compañero. Aparte de una botella de vino y la música de Cinema Paradiso al lado.

Han pasado las semanas y como que han pasado toneladas sobre mí. Tu ausencia ha pesado toneladas.

A veces se me olvida tu cara. Hay noches que quiero recordarla como un suspiro del pasado reciente y me cuesta. Es la razón que lucha con el corazón.

Hace tanto que no nos tomamos la mano. Hace tanto que no te atravieso con un beso de esos monumentales. Hace tanto que tu corazón no late sobre el mío como un relámpago. Hace tanto que no soñamos.

¿Te acuerdas cuando soñábamos? Como en las películas. Yo veía el dibujo que hacía tu desnudez en mi cama. Veía tus palabras, escuchaba tus miradas, esas de cuando se te achican los ojos. Hace tanto que no volamos por la ventana mía, esa cuya centinela es una cortina ennegrecida por el polvo y el paso del tiempo.

Nos miran mis libros cuando te amo, la fotografía de mi hermana chica, los zapatos viejos, mis chaquetas colgadas como pedazos míos en la puerta. Nos miran mis pantuflas cuando te amo, esas que se acomodan a tus pies cuando te escapas al baño; el baúl pequeño donde guardo billetes para las vacaciones, los cuadros con fotos felices del pasado, el cubrecama hecho añicos por la furia animal. Nos mira el techo como un cielo improvisado. Y yo te miro a los ojos como dos pasadizos a tu alma donde se guardan todos los colores.

Recuerdo tu presencia en mi casa. La “Cajita” como tú le bautizaste. Donde nos escondíamos como se esconden dos títeres en una caja de zapatos después de una función agotadora. Tu presencia que llenaba toda la casa. Tu presencia que después se transformaba en tu ausencia, tu recuerdo, tu paso por mis sábanas, mis toallas y mis tazas de té. Tus formas y palabras dibujadas en mi cama en las noches cuando ya no estabas. Y tu nombre se pintaba en la pantalla de mi teléfono para traerme la mejor de las noticias: tu voz como hace tres horas antes que te dejara en el bus. Tu voz para darme las buenas nuevas, las buenas noches, los “te extraño” y “te deseo” como confesiones ante una corte.

Recuerdo mi espera en el auto mientras llegabas. Las palabras que te iba a decir, la forma que te tomaría la mano, la frase distinta para volver a sorprenderte. Imaginaba la ropa que traerías y la manera en que después lentamente te la quitaría a pesar del frío. Entrabas al auto y eras como esos vientos tibios de los atardeceres de verano que mueven las cortinas: dóciles y bienaventurados. Como aromas de infancia. Porque tú me recuerdas a los juegos de infancia en los potreros, en los ríos, en las casonas de campo.

A veces por las noches te echo de menos. Tengo el teléfono en las manos pero siento que no vale la pena. Que podría interrumpir quizá qué cosa. Y me tiro a mi cama angosta como de presidiario que nos recibe como si fuera una cancha de fútbol y me imagino contándote historias al oído, verte entrar a nuestro trabajo, regalándote un beso en la calle muy furtivo, tus pies hermosos de verano, tu pelo suave como cascada, tu vientre limpio y nido de vida. Me imagino de nuevo tu espalda que yo conquisto como si fuera un continente. Tus senos como dos seres vivientes. Aquello que escondes entre tus piernas como la vertiente de donde fluyen los néctares más exquisitos.

Porque el amor a primera vista es una huevada de teleseries baratas pero en ti se cumple cada vez que pienso en aquella imagen de hace once años cuando tu presencia inundó nuestro trabajo por primera vez y hasta las noticias se transformaron hasta mis zapatillas de lona hasta mi reloj de bolsillo y mi agenda donde anotaba pedazos alocados del día y de mi vida.

Lo recuerdo. Lo recuerdo como si fuera esta tarde. El prepararte comida mientras mi cama te arropaba, te cobijaba, te abrazaba. Y yo condimentando la olla con amores y placeres. Soñando tenerte para el resto de mis días. Soñándote vieja al lado del paso de mis años.

Recuerdo cada centímetro tuyo. Cada célula que te compone. Tu peso específico. Cada átomo que te descompone.

Recuerdo todos tus senderos. Me sé de memoria tu frente, me sé de memoria tus hombros, me sé de memoria la línea que separa tus nalgas, me sé de memoria las uñas de tus pies, me sé de memoria la calidez de tu lengua, me sé de memoria los sujetos y predicados de todas tus frases.

Recuerdo nuestros recuerdos. Sobre nuestra historia se depositó el frío del invierno. La acarició la sutileza de la primavera. La demolió el calor feroz del verano. La enfrió la llegada del otoño y los pesares del destino.

Te recuerdo cuando te desvistes. Cuando poco a poco tu piel se va asomando como un regalo para mis tardes tristes. Recuerdo cuando cae tu blusa, tu sostén. Cuando te sacas los zapatos. Cuando te quitas las medias y los calzones y te veo así, como la Eva más hermosa de todas las fábulas bíblicas. Cuando caes sobre mí desnuda y despojada y me dejas entrar para revolverte el alma, para sacarte trocitos de tu existencia, para quedarme en ti, en tus sensaciones, en tus recuerdos. Cuando de boca en boca nos traspasamos las almas.

Han sido seis o siete semanas que más parecen seis o siete años. La casa te echa de menos. Me lo dijo. Mis sábanas limpias guardan tu imagen como un santo sudario. Mi puerta golpeada por el mundo se ha hecho vieja y depresiva: ya no te ha vuelvo a hacer una reverencia para que tu presencia la atraviese.

A veces en las mañanas de frío extraño tu abrazo. A veces cuando entras al trabajo quisiera tener alas, como dicen que tienen los ángeles; tomarte, rescatarte y llevarte por los cielos. Que tiremos yo mi bolso y tú tu cartera a la calle y volemos para siempre. ¡Que nadie sepa de nosotros! Volar, volar; irnos, lejos de todo. Ver la Tierra como una bolita de esas de juegos de niño piñiñento. Volar, volar. Tú con alguno de tus abrigos y yo con mi ropa de eterno actor de teatro en ensayo. Volverte a ver sonreír con esas ganas cada vez que te abrazaba. Con esa boca, esos ojos, esas mejillas que tapizaba de besos.

Volar, volar. Que esto no sea sólo un recuerdo.

Publicar un comentario

16 Comentarios

  1. Lucía30/6/11

    Tiernísimo, enamoradísimo. Lo adoré. Sigue disponible? jijiji

    ResponderEliminar
  2. Cuánto amor. Mimaré mucho a mi marido de ahora en más, lo consentiré el doble aspirando a que tenga un recuerdo de mí parecido a este. Vivir en la mente de un hombre es lo más para mí.

    ResponderEliminar
  3. Cucho1/7/11

    quee paso amigo?? lo botaron?? Se nota que la queria tanto-

    ResponderEliminar
  4. ¡Qué difícil es hacer un relato donde el amor impregne, exude cada palabra, cada línea y no solo no sea una ñoñería ni mueva a la compasión sino que despierte en quien lo lea la mayor de las envidias.
    Envidia, sí, envidia por no ser uno el que ha vivido esa pasión, a pesar del dolor que también destila cada palabra.
    Amor y dolor son cara y cruz de la misma moneda, sólo hay que saber aceptarlo y saber seguir dándole la vuelta si por un casual cae del lado malo.
    Vale la pena tanto dolor sólo por el hecho de haber vivido un amor tan intenso. Sólo las tibiezas se olvidan con una noche de farra y borrachera.
    El verdadero amor se clava y dura, y duele, y duele, y duele... pero por propia experiencia, un día, donde había una herida sangrante, aparece una cicatriz. ¿Y qué es una raya más para un tigre?
    No sé si el relato será autobiográfico, a medias o inventado, pero su estilo es magistral.

    ResponderEliminar
  5. Anónimo3/7/11

    Siempre agradezco cada palabra que viene de ustedes. Las recibo con mucho cariño. Un abrazo cordial para los amigos que leen, para los que leen y escriben.
    Juan Pablo

    ResponderEliminar
  6. Anónimo3/7/11

    Mucho llanto y egocentrismo. Por ahora amigos de Plumas paso. Están guateando.


    Toño

    ResponderEliminar
  7. Anónimo3/7/11

    que guateando ni que nada. Jiménez grande esta el fin. Profesor de profesores.

    Cloto

    ResponderEliminar
  8. Un universo dual hecho añicos. Ya no existe. Se lo tragó el agujero negro de las circunstancias. Queda la memoria bien viva, nostálgica y torturante, sonriéndole tristemente a esa transfiguración inútil de la amada perdida. ¿Qué hacer? Si ella no se conmueve ante la descripción tan fina y apasionada de una vida compartida, si ella tomó una opción distinta ya no queda mucho por hacer. Quizá en algún momento despierte a ese sueño abandonado y quiera regresar, pero entonces ninguno de los dos serán los mismos. ¿Qué tal compartir? ¿Amor de a tres, de a cuatro, de a cinco, como una paradoja amorosa en el espacio tiempo? Quizá la cama se haga pequeña y deban amarse como equilibristas del Cirque du Soleil.
    ¿Es posible olvidar? Definitivamente no. Las balas quedan adheridas al corazón para siempre, aunque de seguro nuevas flores levantarán nuevas sonrisas antes de convertirse nuevamente en otro estropicio de balas sangrantes.
    ¿El frío? Los chilenos bebemos enguindados de 80 grados de alcohol. Si nos bebemos un trago quedamos felices, enérgicos y acalorados. Si nos bebemos toda la botella probablemente nos suicidemos. Es algo así como una mujer, que puede ser al mismo tiempo nuestra salvación o nuestra muerte.

    Intenso, emotivo y poético, amigo Jiménez.

    ResponderEliminar
  9. Anónimo4/7/11

    muy mamón... el señor Jimenez pucho ego... mucho ruido y pocas nueces...

    ResponderEliminar
  10. Anónimo5/7/11

    Bienaventurados los mamones, Sr. Jiménez, porque de nosotros será el reino de la carne fresca y natural

    Cloto

    ResponderEliminar
  11. Anónimo5/7/11

    Maestro de la sensibilidad, poeta del amor, artesano de las cosas simples.

    Le Petit

    ResponderEliminar
  12. Un escritor que genera tanta admiración como rechazo. Eso está bien. Lo peor es pasar desapercibido.

    ResponderEliminar
  13. Ana María6/7/11

    Lo leí mil veces, se lo releería a mi ex-pareja como pase de cuentas. Eso es amor.

    ResponderEliminar
  14. Seguramente se terminará enamorando de una mujer distinta de la que provocó este mar (y mal) de amor. El amor vuela, santifica, eleva, sublima. Observe la vida, Sr. Jiménez, el amor lo debe estar rondando...nunca aparece en quien rompe el alma, sino que en quien nos endulza la vida.
    Puede que incluso ya, esté sucediendo.

    ResponderEliminar
  15. Me hiciste llorar weon!
    Cómo quisiera apropiarme de tu alfabeto y escribir así...sólo balbuceo y me alcanza para mis tímidas vocales...pero a qué preocuparme si tú nos interpretas los amores y los AMORES...
    ARTES

    ResponderEliminar
  16. Francisca Urrea, amiga de una de las tantas que se cagó con otras mujeres5/10/12

    Todo en la vida de este hombre es poesía barata.
    Porque en lo que es su vida real, es una mierda!!!
    Se nota que lo botaron otra vez, y otra vez, y otra vez y otra vez.
    No sostiene a nadie, porque no puede, no es capaz. Su ego no lo deja y todos los que opinan son pobres personas que le creen tanta bondad.
    Yo le conozco la vida a éste.....
    Su unica oportunidad de sentirse bien es escribir esto y que el resto lo proclame y lo adore, porque como hombre es una mierda.
    Gracias

    ResponderEliminar