Atardecer de invierno en Río Abajo

PABLO CINGOLANI -.

Cada día de invierno, cuando salimos a pasear con la Dana y el gatito, el sol empieza a morir, sumergiéndose en las aguas de la Gran Dadora, la Mama Kocha, allí donde hoy los mapas marcan: océano Pacífico. Son pasadas las seis de la tarde y empieza el gran espectáculo de los celajes andinos, como en queda seca. Todo es tan frágil, tan sereno y frágil, que supongo que si alguien elevase la voz de inesperada manera, de la misma forma, tal vez las montañas se quebrasen, se astillasen, se volviesen polvo espantado. No quisiera ser yo quien provoque tal cosa, por eso voy en silencio, vamos todos amukis (callados), ensimismados, y miramos al sur, con esperanza inmensa.

Sucede, como dije, que el sol está empezando a agonizar frente a alguna caleta de Tarapacá que ignoramos –podemos soñarla sí, pero no la sabemos cierta. Desde allí, el desierto sube de abismo en abismo, remontando topacios, hasta las cumbres del Tacora y el Sajama. Esto, es obvio, ya va impidiendo el paso de todos sus rayos. A los pies de los grandes volcanes, se yergue la altiplanicie, el altiplano a secas, la puna de los quechuas. Desde mi comarca, hacia el norte y el oeste, vemos su borde cortado a escuadra, a daga, a cincel; su límite que impresiona: desde allí empezamos a caernos, y por allí es donde se filtran las luces que van quedando.

Entonces, desde aquí, desde donde escribo, desde donde paseamos con los animalitos, desde una planicie de valle de feldespatos y micas que no se eleva a más de 3100 metros de altura, lo que vemos es esto: todo lo que está por encima de la línea del altiplano, aparece iluminado, besado de miel y un ocre especialísimos (decía también y como en un espejo: los celajes sin igual de los Andes), y todo lo que se encuentra por debajo, nosotros incluidos, ya andamos en semi penumbra, sin sol, sin soles, arrebatados por el frío y ese mirada desde el frío que te electriza cada vez: esas cumbres donde el sol se va terminando de reflejar semejan faros colosales, faros perpetuos, invencibles faros.


Mirar en dirección sur es todavía más conmovedor. Sobre todo la perra lo hace. Hacia el sur, hacia las tierras más bajas donde el ojo se pierde, los rayos del sol llegan en su máxima oblicuidad. Uno puede suponer que son producto de otro sol, o los vestigios del sol del Pacífico, o un sol antiguo, olvidado o desconocido lo que está alumbrando lo austral. Uno puede suponer lo que quiera: es abrasador el efecto, es la sensación más placentera de todas. Imanta: algo se muere; algo no. Algo se aquieta hasta sucumbir (ya es de noche), algo parece eternamente iluminado por esa luz imposible.

Mientras todo esto sucede –insistiré: en simultáneo uno puede ver cómo las sombras se devoran las cumbres cercanas mientras las lejanías del sur siguen brillando-, uno puede creer que el mundo –el mundo que está más allá de estas montañas-, ese mundo, no existe. Que todo el mundo se reduce a esta tensión, a la visión que intento anotar. Y al éxtasis de la perra. Sospecho, mejor: siento que Dana se conecta con tanta energía con la hora nona, el crepúsculo, que quisiera eternizar ese momento. La veo tan hundida en su fe animal por lo insondable, por lo que no debería cambiar, por lo que nos maravilla y nos sacude de tanta insensibilidad que ronda que, a través de ella, me conecto también, y me inunda una esperanza sin medida, una alegría desbordada, una vitalidad mayor.

Cuando volvemos a la casa, el viento cesa –es otro momento y todo entra, de nuevo, en suspensión, como si la eternidad se tocase con sólo rasparla con un dedo en alto.


Pablo Cingolani
Río Abajo, 22 de julio de 2011

Foto: Shadow of Sajama at Sunrise.

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5 Comentarios

  1. Anónimo23/7/11

    Me fascinó, es bellísimo!!!

    Caroline

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  2. Trasmitís maravillosamente las imágenes que llega a vos. No es para nada sencillo describir las sensaciones que nos produce la naturaleza cuando se despliega con tal magnificencia ante nuestros ojos.. lo usual es que nos quedemos con la boca abierta intentando atrapar con los sentidos todo. Acá se da la magia de transportarnos a ese lugar. Fantástico!

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  3. Alicia25/7/11

    Magnificos relatos que hablan de las bellezas y cualidades del querido país hermano.
    Saludos
    Alicia-Argentina

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  4. Anónimo26/7/11

    Bello relato sobre un maravilloso lugar.

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  5. María Eugenia27/7/11

    Gracias por compartir ese atardecer tan especial. Me gustaría mucho poder visitar ese país que es donde nacieron mis papás.

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