Otro hombre

CLAUDIO RODRÍGUEZ MORALES -.

Recuerdo haber escuchado como madres, tías, abuelas y vecinas del barrio se referían a los maridos de ciertas mujeres con la frase “se ha vuelto otro hombre”. Ya sea por un accidente, un hecho fortuito o un viraje religioso, a partir de un momento determinado estos sujetos dejaron atrás ciertas conductas típicas como:

1) Golpear a los integrantes de su familia.

2) Gastarse en alcohol el poco dinero del hogar. En algunos casos, como paga de trabajos precarios y ocasionales y, en otros, por la labor de sus mujeres en casas particulares.

3) Perderse con amigotes o prostitutas durante días y semanas. Pese a no ser lo ideal, al menos con esto último les daban un respiro a sus víctimas.

“Se ha vuelto otro hombre”, comentaban madres, tías, abuelas y vecinas, sin darle descanso a la lengua a la hora de describir como el objeto de la metamorfosis salía muy temprano de su mediagua en las siguientes condiciones:

1) Bien peinado, con camisa y corbata.

2) Ignorando los gemidos tentadores y trasnochados salidos del interior de la quinta de recreo o del burdel.

3) Rumbo al paradero del microbús para ganarse el sustento como se debe.

En lo personal –y en esto no me atribuyo mérito alguno- creo no encajar con este tipo de hombres por motivos de cuna, formación y, lo más importante, mejores oportunidades. Aun así, hay momentos en que pienso que mi actuar por este mundo ya tocó fondo. Sin necesidad de haber cometido barrabasadas como las descritas más arriba –jamás le he levantado la mano a alguna mujer pero he recibido unas cuantas cachetadas y arañazos; cuando bebo todo el mundo sabe donde ubicarme; el poco dinero que he ganado trabajando lo he donado al fondo familiar y los calificativos más extremos que he recibido han sido “comunista” y “reaccionario”-, me encuentro disponible para convertirme en otro hombre. Si para ello debo someterme al tratamiento Ludovico al igual que el protagonista de la Naranja Mecánica, bienvenido sea. Estoy dispuesto a realizar las siguientes acciones como muestra de mi voluntad por ser mejor persona:

1) Ponerme corbata y peinarme. Esto último, dado el poco cabello que me queda, es un eufemismo.

2) Salir al alba rumbo al paradero del microbús.

3) Evitar oír ciertas melodías de Beethoven y de Los Beatles.

4) Recibir, con todo gusto, el escupo del menesteroso, la golpiza del poder coercitivo del Estado, el desprecio de la meretriz, la suela del gerente y la indiferencia de los míos.

Todo lo anterior para que la vida deje de ser un cúmulo de errores que sólo implican ir de costalazo en costalazo, de manera que madres, tías, abuelas y vecinas se admiren de cómo yo, a pesar de eso, me he convertido en “otro hombre”.

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11 Comentarios

  1. A lo lejos, a la distancia Ud parece ser un gran hombre, no bueno ni malo eso es categorización con base moral y eso no aplica a gente como ud.
    Saludos!! :)

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  2. Anónimo14/7/11

    Vale la intención, ojalá tenga los resultados que espera...y que otros se animaran también a ser "otro hombre".

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  3. Sofía14/7/11

    Ser un otro en el sentido que lo exponés tiene un valor que la mayoría de las veces pasa desapercibido para el resto de otros. Sos "otro hombre", uno de los que vale la pena conocer y que no debiera cargar con pena ser quien es, pero la sociedad y sus estereotipos empuja a eso. Alegrate de ser ese otro! Está bueno!

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  4. Regalarle una peineta sería, efectivamente, casi una provocación, amigo Rodríguez.
    Respecto a las costumbres habituales de los varones latinos: borrachos, malhablados y golpeadores, tampoco logré encajar nunca en ese modo, como tampoco encajé en el modo arribista de ver y tomar la vida, e incluso en cualquier modo conocido de vivir.
    Voy más bien haciendo un neblinoso camino al andar, sin esperar nada de nadie ni de la vida misma. Yo me volví otro hombre antes de nacer.
    Estoy seguro, por otra parte, que si recibieras la suela de un gerente, no esperarías un segundo para responderla con un suelazo aún más fuerte.

    Conviene ir desmadejando narrativamente estos atolladeros de la vida.

    Un abrazote mi amigo.

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  5. Anónimo17/7/11

    Como siempre mi hermano Claudio con su prosa fresca, entretenida, que cala los huesos a veces con alegría a veces con tedio a veces con tristeza.
    Como siempre, un golpe al mentón querido amigo.
    JP Jiménez

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  6. A veces queremos cambiar cuando lo que de verdad queremos es que cambien nuestras circunstancias. ¿Somos culpables de ellas? Probablemente. ¿En qué medida? Sólo uno mismo y la vida lo saben, estimado y admirado Claudio.
    Uno ha de cambiar cuando la necesidad sea endógena, nazca desde el alma harta y podrida, y ésta precise y ansíe una renovación.
    Pero cuando el cambio es exógeno, es decir, impuesto desde fuera: por el miedo a perder lo que en realidad nunca se poseyó, o por el miedo a no ser aceptado por quien en realidad jamás nos aceptó como fuimos de verdad, el cambio debería ser, más que personal, de entorno.
    Pero, ¿quién sabe del alma humana sino el propio hombre?
    Un abrazo y mi admiración por una nueva entrada tan potente como siempre.

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  7. Anónimo31/5/12

    Contundente.

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  8. María Laura31/5/12

    De lo mejor que le he leído don Claude. Está para enmarcarlo.

    Saludos

    María Laura

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  9. Nuria Gómez31/5/12

    No se es monedita de oro, señor Rodrìguez.
    Saludos

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  10. Los demás necesitan Ludovico, amigazo. Nosotros no erramos el camino. El camino nos erró a nosotros.

    Sólida rabieta existencial.

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  11. Nunca dejarás conforme a nadie Claudio. Lo mejor es seguir tu propio camino.

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