Para una poética de la casa

MANUEL GAYOL MECÍAS -.

(El concepto hispano del refugio y el sentido práctico del “sueño americano”)

El tema literario de la casa no es un patrimonio exclusivo de escritores —véase el caso de Manuel Mujica Láinez, con su novela La casa, o de Mario Vargas Llosa con su fabulosa historia de un prostíbulo llamado La casa verde o la importancia de ambiente y contexto que una casa tiene en la novela Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sabato, o del mismo Julio Cortázar en su cuento Casa tomada, o de otros autores en una secuencia acaso innumerable—, sino que en realidad la casa es un tema universal que ha perdurado y existirá siempre en la visión no sólo de la literatura, sino además del cine, la pintura, la historia, la psicología (incluyendo lo metafísico y fenomenológico) y de cualquier género del arte y de lo humanístico.

Consúltese a Gastón Bachelard en su libro La poética del espacio y se encontrará un sentido muy humano de lo que significa la casa como morada. Ésta siempre ha podido constituirse en nuestro refugio. Su sentido sobre nosotros es de protección, de apoyo, sostén y prevalencia en el tiempo, aunque estos conceptos sólo parezcan caber en nuestra imaginación. De alguna forma, poseer una casa, vivir nuestra casa, es sentirnos bastante realizados como seres humanos.

Si seguimos los vectores que nos indica Bachelard, la vivienda es una metáfora que nos recuerda la calidez, el abrigo y el placer de la matriz. Y esto es uno de los instintos fuertes de todo ser vivo. Esa cavidad donde nos resguardamos durante nueve meses forma nuestra primera razón de vida y es asimismo nuestra primera morada, porque la existencia donde realmente empieza es en el vientre de la madre. Desde ahí comenzamos a ser para la vida… Por lo que la casa, en mucho sentido, simboliza ese resguardo que hemos tenido del amparo materno.

La verdad es que una casa propia es uno de los factores que constituyen el centro de nuestros sueños y preocupaciones. De hecho, “casa” significa “familia”, “estirpe”, “linaje” y, entre tantas cosas, también “forma y estilo de vida”.

En la casa se puede encontrar el reino o el infierno: la torre del amor mágico, sacado de cualquier historia de caballeros andantes. La casa es también la cueva donde se refugió Merlín, digamos, en contraste con el castillo del reino de Camelot.

La casa, además, puede ser el terror de Usher, de lo desconocido y hasta lo conocido; puede ser la prisión de la doncella o los tenebrosos pasillos y corredores donde se apilan los fantasmas de nuestras miserias e imaginaciones.

Pero la casa, en mucho, es esperanza de vida; es sumo concepto de la familia. Nos representa. Nos hace soñar. Aún yo sueño con la casa de mi niñez y mi adolescencia, y con la de mi juventud y medianía de vida. La casa nos marca con sus paredes, sus puertas, sus pasillos, patios y jardines, graneros y gazebos, con sus sótanos y áticos, que son como los extremos de la tierra y el cielo.

Y es también que la casa nos convierte en hacedores de una historia personal o filial, de ascendencia o descendencia, de linaje o humildad. Nos hace ser, y en cierto sentido nos da una razón de ser. Nos hace sentir que pertenecemos a algo, que estamos comprometidos con nuestras propias relaciones humanas, que además podemos ser poseedores de un patrimonio que poco a poco se va haciendo recuerdos, historia y biografía.

En la casa entonces se funden el pasado, el presente y el futuro; y el tiempo conforma su añejamiento de afecto y amor. Mientras más nos dure la casa, y pase de una generación a otra, mayor valor afectivo y espiritual, adquiere. Más hermosa deviene la necesidad de ella.

En específico, pienso en el español y el latinoamericano, como ejemplos de nuestra cultura originaria, cuando sentimos que la casa es el resguardo de la familia; es ese hogar que heredamos, que a lo largo de varias generaciones se convierte en el patrimonio emocional y físico de la familia. Aquí ya hay diferencia sustancial, desde una perspectiva económica o financiera, con el sistema de vida estadounidense, en que el domicilio —supuesto como una parte fundamental del american dream— es un recurso de compra y venta; un concepto netamente económico, práctico, de confort. Se me antoja entonces que para nosotros los hispanos esto es algo nuevo que hay que saber ajustar a nuestra perspectiva de vida en Estados Unidos.

En resumen, habría que tener bien claro que podemos conjugar ambos intereses: el afectivo y familiar con el de la compra y venta de inmuebles o activos como recurso financiero, pero debemos saber cuándo es el momento justo de dar paso al sueño de nuestra casa. De esta manera, podríamos comprar y vender diferentes viviendas a lo largo de nuestra existencia hasta llegar a la que definitivamente quisiéramos vivir… Es entonces que empezaría el verdadero sueño de nuestra casa. Porque si no lo hiciéramos así, eso de estar comprando y vendiendo por el solo hecho del negocio, nos envolvería en la tristeza de la soledad y el desarraigo.



[Este trabajo es uno de los capítulos del libro inédito del autor, La razón de la mentira poética]

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12 Comentarios

  1. Me quedo con el ideario hispano. Una casa es un nidito, una cueva, una ruca, un regazo, un biombo, una alacena, una trinchera y una pequeña patria que debe traspasarse a los polluelos del futuro, para que coman de la misma mesa, sueñen en el mismo lecho y contemplen desde sus ventanas los mismos amaneceres y atardeceres que contemplaron sus antepasados.

    Un fuerte abrazo mi querido Manuel.

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  2. Ludmila Alonzo26/10/11

    El lugar que amamos, ése es nuestro hogar; un hogar que nuestros pies pueden abandonar, pero no nuestros corazones.

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  3. Anónimo26/10/11

    Ya lo decía Franklin (y mi padrino hasta el hastío para protestar por su mala vida familiar) "Una casa no es un hogar a menos que contenga los alimentos y el fuego de la mente, así como el del cuerpo."
    Interesantísimo, saludos

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  4. Mariana Desiré26/10/11

    Si se me pide que nombre el principal beneficio de la casa, debería decir: la casa alberga un día soñando, la casa protege el soñador, la casa le permite a uno soñar en paz.

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  5. "Los libros van siendo el único lugar de la casa donde todavía se puede estar tranquilo." Esta frase de Julito Cortázar la tengo apuntada desde hace años, recuerdo que la anoté mientras leía una tardecita calurosa en mi habitación y pensaba que mi casa sería mía para siempre. Cuando tuve que dejar mi casa comprendí que mi hogar era algo más que una edificación, me afiancé a la idea de que era el cúmulo de recuerdos dorados de mi niñez como forma de sobrellevar el cambio y la pérdida.. Pero se extraña el lugar, lo sé cada vez que mi sobrina me pregunta cuándo voy a visitar su casa antes mi casa y nos complicamos en esa confusión.. lo que era y ya no es. Mi hogar quedó en mi memoria, desde ahora mi nueva casa carga con esa pena y ya no la tengo por tanto, al caso amo como refugio de contención a mis libros y otros lugares inmateriales como este mismo blog.

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  6. En hora buena, amigos:

    Y lo digo en serio, sueño con dos casas: la de mi infancia y la de mi adolescencia y madurez. Incluso la originaria ha sido como una obsesión en algunos escritos, aun inêditos,y otro como mi primer libro publicado, titulado Retablo de la fábula. Me gustaron mucho sus comentarios, y en especial con el de Jorge coincido, pienso que sentimos muy cercanamente lo que en realidad es la casa. Gracias, amigos, por leerme. Un abrazo, Manuel

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  7. "Es necesario dotar a todo niño de una casa. Un lugar que, aún perdido, pueda más tarde servirle de refugio y recorrer con la imaginación buscando su alcoba, sus juegos, sus fantasmas." Julio Ramón Ribeyro

    Me encantó Manuel, ojalá podamos volver a leerte pronto!

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  8. Excelente artículo, amigo Manuel. Las casas son, efectivamente, un espacio para desatar la locura creadora, con sus personajes y objetos que las habitan, su interacción, nacimiento y ocaso. Pienso en José Donoso, en Isabel Allende, en García Márquez, Cortázar, Carlos Fuentes y Vargas Llosa... pero también en Neruda y en De Rokha y sus respectivos hogares tan identificados con sus egos... gracias por tan valiosa reflexión...

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  9. En la casa de nuestra infancia, seguimos mirando las paredes y el techo y las alambradas y los parrones y el mismo cielo como si siguiéramos siendo niños. Algo esencial de nosotros se ha quedado allí para siempre, una esencia porfiada, juguetona, asustadiza, una esencia que se resiste a creer que tuvimos que crecer.

    Entiendo, valoro y siento algo muy parecido mi amigo Manuel. Sé que cada día caminas imaginariamente por los mismos senderos de tu infancia cubana.

    Un abrazo bien fuerte.

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  10. Muy bueno. Ha sido para mí un gran placer recorrer su producción en este blog Sr. Gayol. Excelentes temas y enfoques. Saludos.

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  11. se hace poesía con todo lo que se encuentra a mano. la casa representa muchas cosas pero sobre todo es funcional y por tanto necesaria. por todo eso la amamos, así tammbién sucede con nuestras mujeres.

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  12. Anónimo30/6/12

    Filosofía, literatura, nostalgia y pies sobre la tierra. Me gustó mucho Manuel.

    Saludos

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