La boda

Por Concha Pelayo



Hoy hemos estado hablando mi madre y yo de su boda. Se casaron mi padre y ella un cuatro de agosto. La boda duró tres días. Una orquesta amenizó de la mañana a la noche a los invitados en la iglesia, en la casa, en el baile y por la calle. Los músicos no dejaron de tocar durante tres días seguidos. Qué barbaridad, le dije a mi madre. Vaya bodorios los de entonces. Me comentaba todo esto mientras contemplaba la fotografía de boda de mis padres. Mi madre con un vestido precioso, negro, de gasa y transparente en los hombros, un sombrero blanco y negro y un ramos de flores blancas del que se desprendían cintas de raso. Junto a ellos familiares y amigos. La foto es muy bonita y estética. Mi padre lleva también sombrero negro de fieltro. Y a mí no se me ve pero estaba, porque mi madre estaba embarazada y yo nací el 3 de diciembre. Siempre me hizo gracia que mi madre se casara embarazada y que yo fuera vírgen a mi matrimonio tras ocho larguísimos años de noviazgo, pero las cosas eran así en España, mucho más reprimidos con Franco que con la República.


Mi madre me hablaba de su boda echada en su cama mientras yo la escuchaba embobada. Me decía que fueron a Madrid de viaje de novios. Mi madre, hasta entonces, había trabajado en el campo, sus padres eran labradores y mi abuelo no tenía contemplaciones ni con mi madre ni con su hermana. Por eso mi padre le decía a mi madre, allí en el hotel Universal de la Puerta del Sol donde se alojaban, que si no fuera por las manos, un poco estropeadas, su aspecto era como el de las señoritas de Madrid. Mi madre se compró un bolso y un abanico pues ella no acostumbraba a llevar ni lo uno ni lo otro. Me contaba mi madre que no hicieron nada extraordinario sino pasear por las calles céntricas de Madrid, tomar refrescos y disfrutar de su amor. A mi padre, por lo visto le habían dado 2900 pesetas por nupcias. Anda, y ¿qué es eso? le pregunté muy curiosa. Al parecer el Gobierno concedía ese dinero a los contrayentes que reunieran ciertos requisitos y mi padre los reunía pues había sido excombatiente de la guerra. Era un dineral para aquél entonces así que imagino lo contentos que debían estar. Le pregunté a mi madre que qué más ropa tenía. Me dijo que llevó dos trajes, uno azul de falda y chaqueta con dos blusas, una blanca y otra de rayas azules y blancas y unos zapatos azules a juego. Y también un vestido negro con otros zapatos negros. Me comentaba que cuando ella y mi padre iban a tomar el autobús allá en su pueblo, para partir hacia su viaje de novios, una de las vecinas había dicho que iba monísima. La verdad es que mi madre es monísima todavía, pese a sus 87 años. Es guapa y está joven y representa 20 años menos de los que tiene. Se lo dice todo el mundo y hasta le salen pretendientes mucho más jóvenes que ella pero, ni caso. Ella nos lo cuenta siempre muy divertida. Bueno, la verdad es que desde que tiene cáncer ya no va a ningún sitio. Se conforma con dar pequeños paseos e ir acompañada de sus hijos mientras sigue haciendo su vida tranquilamente. Mi madre tiene una conversación muy agradable y amena y me ha contado cosas muy sustanciosas que tengo escritas. Ella es artífice de mi primera obra de teatro que va a salir en breve. Mi madre me lo contó todo. Yo no he hecho más que darle forma.

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8 Comentarios

  1. Transcribes literariamente la voz de tu madre, de su memoria, de su alegría vital. Ya han sido decenas de historias que he leído sobre tu madre, y nunca he dejado de sorprenderme por toda la alegría, la picardía, la poesía, la belleza, la nostalgia y el amor que van implícitos en esas historias. No han sido cien años de soledad, sino 87 años de fecunda y bien aprovechada vida.

    Bellísimo, mi querida Concha.

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  2. Anónimo9/2/12

    Muchas gracias mi querido amigo.

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  3. Hermoso recuerdo paralelo de parte de tu madre con esa capacidad de recordar detalles y las ganas de trasmitirlo, hermoso cómo lo recordás para nosotros en este post. Gracias, es muy conmovedor.
    La boda es sin duda un momento clave para la mujer, que te reconozcan como alguien tan importante es indicio de que existió el deseo de "ser uno para siempre", y aunque existan los divorcios y las separaciones queda esa marca en el recuerdo y es imborrable como todo momento compartido dentro de ese nucleo que se conformó después de ese acontecimiento.
    Mi rebeldía natura y descreimiento hacia la perdurabilidad del amor de los hombres por sobre el de la mujer, siempre me hizo mirar con recelo este evento.. pero la mirada cambia a medida que pasan los años y algunas cosas alcanzan a comprenderse mejor. Nunca me soñé esposa, nunca imaginé que alguien me quisiese parte de su vida de esa manera. Aún me quedan años por vivir, quien sabe si además del concepto me cambie la vida misma misma.

    Bello, bello.. Abrazos y cuidate mucho.

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  4. María Paz9/2/12

    Hoy, cuando el matrimonio está de capa caída, cuando a tan pocos les importa casarse y prometerse lealtad y fidelidad y protección para toda la vida, enorgullece leer una historia como la suya.

    Bella y alentadora historia de vida.

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  5. No tengo recuerdos de bodas tan cercanas. Mis abuelos se casaron hace más de medio siglo, y mi madre sólo vivió un fugaz affaire con mi padre biológico.
    Yo, con 39 años, no me he casado. Quizás por vivir en una familia algo desordenada, sin tradiciones, lo rehuía, o no me importaba demasiado, pero hoy, contemplando la fortaleza perenne de algunas familias, su felicidad compartida, la protección que se prodigan, me digo, hey, eso no es tan malo. Tus palabras, tan emotivas y gráficas y amables con quienes te anteceden, no hacen más que reforzar esa idea.

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  6. Anónimo9/2/12

    Jorge, me haces pensar: ¿acaso las familias españolas, todavía, son verdaderas familias? ¿Acaso en Latinoamérica hay mayor desapego y desarraigo famjiliar? Yo también percibo muchas cosas de vosotros y compruebo que unos y otros nos necesitamos y nos complementamos. Tenemos que aprender nosotros de vosotros y viceversa. Un abrazo para todos.

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  7. El matrimonio está en crisis en todas partes, el individualismo se apoderó de nosotros y ya no se articula la vida en función a una unidad continua. Se vive previendo la ruptura y se está preparado desde lo inconciente para seguir viviendo luego de una partida. A estas alturas no es raro ser hijo de padres que no contrayeron nupcias y no hace la diferencia que de un momento a otro uno deje de estar. A ese niño nadie lo señalará como era en otros tiempos, los mios por ejemplo. Las cosas simplemente cambian, pasa en todos lados. ni malo ni bueno.

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  8. Anónimo10/2/12

    ¿Casarme yo? Jamás! Eso se viene oyendo cada vez más seguido, a contra natura del sentir porque necesitamos a alguien con quien andar a diario, la soledad no es mala pero tampoco ideal. Pasa el tiempo y luego de tantas batallas perdidas y unas pocas saliendo airosos, se quiere pasar el rato sintiendo que alguien se preocupa por nuestro existir, la pareja escogida es la que lo hará mejor porque es sólo una y de libre elección como no lo es un consanguíneo. Mi humilde opinión.
    Por otra parte, qué mas que felicitarla por esta tiernisima evocación!! Me encantó y la envidié porque mi madre jamás se refirió a su enlace más que como una serie de eventos desafortunados (como el libro!).
    Bello, la saludo y felicito sicerisimamente.

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