El Tren de la Alegría

LILYMETH MENA -.

Hace unos días abordé el metro en una estación muy concurrida por estar cercana a varias facultades y al circuito universitario. Curiosamente, aunque ya era bastante noche, los vagones venían muy llenos; en su mayoría los pasajeros eran jóvenes estudiantes con mochila al hombro y libros bajo el brazo. De inmediato noté que este tren era diferente a todos los que me he subido en mi vida; generalmente sea la hora que sea y vaya la gente que vaya, el viaje es tranquilo y muy silencioso; a no ser que se vea interrumpido por un vendedor ambulante anunciando su producto, o un músico improvisado pidiendo alguna moneda a cambio de su ruido. Pero éste era lo más parecido al “Tren de la Alegría”.

Los chicos charlaban amenamente con quien vinieran, ya fueran tres, cuatro o sólo dos, y sus voces y risas se elevaban por encima de la alarmilla molesta que suena en cada estación para anunciar que el tren va a cerrar sus puertas y que el que subió, subió.

Tuve suerte de llegar a la mitad del vagón y poderme asir de uno de los tubos. Sin darme cuenta, quedé entre dos chicos que venían platicando y bromeando. Pude aprovecharme de su total desinhibición para llenarme de colores y recordarme el por qué siempre he pensado que la gente joven es bella, sólo por ser joven.

Los dos lo eran demasiado, quizá 18 o 19 años, su lenguaje no era grotesco sino agradable y risueño, se me figuraron un par de niños grandes, ingenuos y frescos.

En sus ojos advertí que no había marcas de verdadero sufrimiento, preocupación y rencor. Entonces, sólo por un instante, deseé ser niña de nuevo. Sentirme sostenida por las manos de papá mientras intentaba dar esos ansiados primeros pasos y que mamá tomara esa fotografía del recuerdo.

Seguramente en toda una vida han sido muchas las ocasiones en que se nos ha hecho esa estúpida pregunta:

¿Si pudieras cambiar algo de tu vida, o regresar el tiempo y cambiar algo, que sería? ¿Hasta dónde retrocederías? ¿Cuál fue esa encrucijada o esa vertiente que sientes que no debiste tomar?

Llevo largo rato pensando que estoy en estado pre-menopáusico porque me veo atacada por bochornos todo el tiempo, por eso no debes sorprenderte si alguna vez te pregunto ¿Hace calor, o soy yo? Suelo sentirme incómoda y sudorosa en donde quiera que me encuentre.

Sin embargo, aunque ese tren iba prácticamente a reventar y todos los pasajeros sudaban como chanchos en primavera, yo me encontré de pronto contenta y ambientada a lo que me rodeaba. Era como si me hubiesen dado a probar alguna droga y el cuerpo me exigiera más.

Ese torbellino envuelto por un metro anaranjado me recordó la yo que fui hace ya tanto tiempo.

Estoy segura de que a nadie le molestaría tener algunos años menos, algunas canas y arrugas menos, algunos kilos de barriga menos, o achaques menos.

Por mucho que estemos conscientes de nuestro hoy, de todo por lo que hemos tenido que pasar para llegar a donde estamos, todas las experiencias, las buenas, las regulares, las peores. Todo aquello que a final de cuentas y en suma, nos hace ser este “yo”. Igualmente estoy segura de que a todos nos cae de pronto sobre la espalda como un plomo esa melancolía por el tiempo perdido, por los minutos dorados, los segundos desperdiciados.

La belleza o las agallas perdidas.

A veces para algunos es doloroso recordar el pasado, las heridas, los raspones, aquellas pequeñas decisiones que al final resultaron ser grandes cambios y que repercutieron en nuestra sensibilidad humana.

Yo se que muchos incluso quedaron tan dañados por ciertos hechos de su pasado que no volvieron a atreverse, a aventurarse a intentarlo de nuevo.

Se perdieron en un miedo del ayer que los atacará por siempre.

Cuando descendí del tren, no sin sentir verdadero pesar, comprendí que lo que queda en uno es precisamente no perder esas ganas, ese coraje. Porque la vida es siempre lo mismo, comenzar de nuevo todo el tiempo. Se cierran círculos e inmediatamente se abren nuevos, el hombre es una criatura que se auto recicla constantemente

Somos igual que el presente que dura sólo un segundo y debe renovarse a cada instante. Por eso, cada vez que cierre los ojos, volveré a sentir que me esfuerzo por no dejarme soltar y dar aquellos primeros pasos.

Publicar un comentario

10 Comentarios

  1. Me recordó a los ángeles que pueblan las películas de Wim Wenders, ángeles en medio del tumulto urbano mirando con asombro lo que nadie más parece reparar, mirando el principio y el fin de las cosas, como la última gota de rocío que se sostiene a la hoja o la risa estrepitosa de dos mujeres que cruzan la calle.

    Admiro esta capacidad tuya de aprehender la vida y sus posibles sentidos o sinsentidos en tan pocas palabras, y siempre como si fuese una exhalación, una sola, sin pausas, sin desvíos, y apuntando siempre hacia un vitalismo triste.

    Uno de los más bellos relatos que han nacido de tu pluma, mi querida Lilymeth.

    ResponderEliminar
  2. Anónimo17/5/12

    Simplemente la vida.
    Hermoso.

    Luis Varela.

    ResponderEliminar
  3. Qué placer poder viajar con vos, compartir esos instantes a través de tus escritos.. poder sentirte y descubrirte, también descubrirme y reencontrarme. Leerte es un infinito placer por la belleza con la que narrás y por la forma en la que analizás la vida. Este escrito es tan hermoso como duro.. mi tiempo más hermoso es sin dudas es cuando dormía en los brazos de mamá.

    Me encantó, abrazos!

    ResponderEliminar
  4. Anónimo17/5/12

    Perdí mi anterior comentario. Quise decir que me gustó mucho tu mirada. Y que la vida hay que vivirla. Volver atrás es imposible.
    Saludos

    ResponderEliminar
  5. Los democráticos metros, donde la sociedad se apretuja como sardina. Pero se sigue viviendo, la vida sigue fluyendo y nos acostumbramos a todo. Y buscamos ser felices de algún modo.
    El metro de Santiago es un asco, siempre va lleno, la gente casi no habla, y el aroma es oscilante dependiendo de la hora.
    Pero a veces también es agradable, cuando va tan lleno y podemos apreciar la belleza de otras vidas, dentro y fuera del vagón.
    Un placer leerte Lilymeth.

    ResponderEliminar
  6. Anónimo17/5/12

    Todas las preguntas son estúpidas. Luego, la estupidez es la esencia del ser humano.
    Luego, los metros sirven para transportar gente estúpida. Y los que se quedan abajo también lo son.
    Luego, los poetas carecen de jefaturas y están para tomar nota de esta esencia.

    Viva la bella estupidez.

    Fucking Poet

    ResponderEliminar
  7. Anónimo17/5/12

    Usted es muy joven Lilimet. Porque habla como si fuera de la tercera edad. Usted tiene toda la vida por delante. Besitos.
    Clara

    ResponderEliminar
  8. Que linda su forma de mirar o de sentir el mundo que la rodea, porque no todo es cuestión de ver sino de poder captar lo que está más alla. Me gusta porque es poético y también divertido. Un relato sobrecargado de sentido, fantástico!

    ResponderEliminar
  9. Muy hermoso, muy sensible. Despues de leer esto mis viajes ya no serán los mismos, al menos no en los que no caigo dormido. saludos

    ResponderEliminar
  10. Anónimo24/5/12

    Estupendo y muestra tu faceta de alegría, cosa rara en una escritora hoy en día; tú eres pícara y alegre; Dios te bendiga

    ResponderEliminar