Apenas el roce de sus dedos...


ENCARNA MORÍN -.

Apenas un roce de sus dedos en los míos. Silencio. Fingimos no percibir nada. Continuamos charlando. Hablamos del futuro, del mundo y de cosas verdaderamente trascendentales y poco personales. Los dedos me queman. No le miro a la cara. Qué va a pensar de mí, eso lo que aparentemente me preocupa. Recuerdo de pronto todas las palabras no dichas explícitamente hasta ahora. Hasta dudo de la existencia de tales palabras. Le supongo receloso. No me baso para ello en ninguna lógica o indicio. Son mis propios recelos. No quiero repetir decepciones. Quizá por eso he retrasado este encuentro. Mientras arreglamos el mundo, le miro. Me gusta su boca. Algo tan banal y al mismo tiempo tan humano como eso. No había reparado en sus labios gruesos y sensuales. En realidad no le había visto frente a frente, tantas veces. O quizá había borrado su imagen de mi memoria. Los dedos ya no me queman, pero ahora percibo su rodilla tocando la mía bajo la mesa. No la retiro. Hablo a borbotones. Pese a ello, no digo nada de lo que realmente me gustaría decir. Una parte suya me resulta familiar. Sin embargo en otros aspectos es un desconocido. No conozco su cuerpo, ni su piel, ni tampoco su olor. No sé bien si quiero que él conozca el mío. Si le dejo conocerme y resulta que luego desaparece, una parte mía andará pululando por ahí. Es una teoría sin fundamento. Lo sé. Estoy nerviosa. Llevo toda la semana alterada. No me gusta perder el control de esta manera, pero al mismo tiempo me entusiasma.


Hoy especialmente he tenido un día agitado. Las horas parecían no tener un ritmo lógico. La mañana transcurrió velozmente, sin embargo a medida que se acercaba la hora de la cita, el tiempo parecía inacabable. Abrí varias veces el correo. Un email más escueto que en ocasiones anteriores. Quería estar segura de la hora. Temía llegar tarde. Tampoco deseaba llegar primero. Si me veo aquí sola, no sabría muy bien qué hacer. Le he visto nada más llegar. Creo que no se notó para nada mi torpeza. Me sentía torpe y agitada. Coraza de mujer segura. Eso me suele salir bien.

No hablamos de los numerosos emails que nos fueron acercando y derribando barreras. No de entrada. Pero estaban en mi mente. Todo el tiempo. Parecía que mi caudal se había agotado, pero poco a poco vuelven a surgir las palabras. Finalmente puedo centrar la conversación en algo más auténtico. Solo he deseado ser yo misma. Yo misma, más allá de todo fingimiento. Hasta llegar aquí andaba preocupada por mi imagen. Por lo que percibiría de mí más allá de aquel reencuentro casual en el que nos pasamos las direcciones de correo.

En todo este tiempo, parapetada tras el teclado del ordenador puedo ser auténtica, pero cara a cara me cuesta más. No soy ni la mitad de osada. La educación y todo eso. No tiene sentido que esté tan perturbada, me digo constantemente. No soy aquella niña de quince años tímidos y torpes. Entonces, me avergonzaba de mi cuerpo. Mis pechos eran solo un intento y aún no tenía la regla. Flaca y vestida de niña. Tímida y llena de complejos. Ahora es diferente, pero una parte de ella se esconde dentro de mí. Si realmente él no me interesara en absoluto, podría andar más suelta en esta situación. Hasta esta mañana no he sido consciente de mi interés, aunque no pienso darle rienda suelta. Pienso andar con cautela, a ver que pasa.

Paseamos. Me gustaría coger su mano para sentir de nuevo su calor, como cuando los dedos se encontraron. Pero sería un atrevimiento imperdonable. Estoy tan pendiente de lo externo, que apenas dejo que fluya el deseo. Me convenzo de que no lo deseo realmente. Caminamos un poco más hasta llegar a su casa. Impecable. Todo en su sitio. Debí suponerlo, aunque en ningún momento imaginé su espacio. Me siento en una esquina del sofá mientras pone la música y prepara unas cervezas. Ahora le siento cerca muy cerca. Su cuerpo me resulta familiar. Cálido y cercano. Esta vez no lo dudo y estrecho sus manos entre las mías. Reconozco su piel, quizá recorrida en vidas anteriores. No hay dudas. Bueno, sí que las hay, pero ahora son otras. Exploramos nuestros cuerpos sin prisa y con ternura. Sus labios son todo lo sensuales que parecían. Me gusta su calor, su piel, sus manos…

Sé a ciencia cierta que seguiremos explorando más allá, pero hoy no he necesitado las palabras para explicarle hasta donde quiero llegar. Se mezcla el deseo con el miedo y la euforia. Quiero esperar un poco. No mucho. Lo suficiente para digerir todo esto que fluye dentro de mí como un revulsivo.

Puedo ser débil o fuerte, da igual. Sentir que para él está bien como soy es un comienzo para mi seguridad. Son casi las seis de la mañana cuando llego a casa. Ahora no puedo dormir. Voy hacia el ordenador. Se me ocurre transcribirle el poema de Benedetti “Los formales y el frío”, no sin antes censurar deliberadamente los primeros versos.
Quien iba a prever que el amor ese informal
se dedicara a ellos tan formales

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7 Comentarios

  1. Anónimo7/7/12

    Un relato perfecto. Una sensación perfecta. Un camino en el que la duda y la firmeza se unen. Y todo ocurre mientras se va labrando una nueva ilusión. Es la vida.

    Un abrazo Encarna.

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  2. Es un viejo relato que he rescatado de mi PC. No he cambiado nada. Define una situación de forma minuciosa. Me he intentado detener en las sensaciones de quien lo narra.
    Un abrazo Querida Concha.

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  3. Anónimo8/7/12

    Me parece que este relato tiene magia, ritmo por sobretodo, un enganche fascinante.
    Inspira, seduce.. es perfecto

    Sara Ruiz

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  4. Precisión narrativa. Un pulso impecable. Pocas veces tenemos la oportunidad de leer la descripción tan honesta y detallada de lo que siente una mujer en situaciones de este tipo.

    Simplemente excelente mi querida Encarna.

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  5. Hasta ahora inédito... por eso de no desnudarme en público. Pero me he vuelto mucho más desinhibida a la hora de expresar sentimientos, o al menos de compartirlos.
    Gracias, mil gracias por el apoyo en esta tarea de poner las sensaciones en palabras.

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  6. Hasta ahora inédito... por eso de no desnudarme en público. Pero me he vuelto mucho más desinhibida a la hora de expresar sentimientos, o al menos de compartirlos.
    Gracias, mil gracias por el apoyo en esta tarea de poner las sensaciones en palabras.

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  7. Ese ritmo, esa vida vivida con intensidad, es apasionante.
    Sigue así, desinhinibida, Encarna y nosotros seguiremos disfrutando de estos maravillosos relatos tuyos.

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