Dormida, dolida, podrida

CLAUDIO RODRÍGUEZ MORALES -.

Las evidencias del desastre que se nos viene encima son absorbidas, una por una, en una mente neurótica como la mía. A saber: estragos del libre mercado 2.0, la crisis del Estado de Bienestar Europeo, las bolsas inestables, las burbujas de codicia y la especulación financiera.

Sin embargo, el ecologismo a secas siempre lo he sentido como un traje incómodo, de otra talla, confeccionado con telas que me causan irritación, hecho para sujetos proactivos, nobles de corazón, con cierta formación bienintencionada, dignos especímenes de las fogatas playeras, inmunes a las picadas de zancudo y, por consiguiente, afines al guitarreo de canciones como “Los Momentos” de Eduardo Gatti, grabada con su grupo Los Blops en la década del setenta (para aquellos que no conocen el tema, el link que aparece al final de texto servirá de respuesta).

Que mencione este clásico de la música chilena no es gratuito. Aún recuerdo mi presencia por accidente en el alegato de tres muchachones de cursos superiores en la azotea del Instituto Nacional José Miguel Carrera respecto a si esa canción decía en su comienzo “Tú silueta va caminando con el alma triste y dormida” o más bien “alma triste y dolida” y hasta “alma triste y podrida”. Esta discusión sobre el estado de lo más puro que supuestamente poseemos los seres humanos fue la instancia para que estos trogloditas acabaran exigiéndole a gritos a un alfeñique como yo que dirimiera la disputa frente a sus puños amenazantes, reproducción de la violencia ambiental que por esos años promovía el alto mando de uniformados en el gobierno.

Tal vez este hecho, del cual no ahondaré mayormente para no retrotraer pasados traumas, incidió en que nunca se me viera en las calles gritando por centrales eléctricas, agarrándome a combos por Greenpeace ni repartiendo volantes en la Alameda por la caza indiscriminada de ballenas. Mi principal temor era (y es) que nuestros buenos propósitos terminaran en una gran fogata que de ecológica no tenía nada y todo por culpa de un error de concepto, ya fuera porque nuestra alma se quedó dormida, dolida o podrida. ¿Cómodo? ¿Censurable? ¿Reprochable? Acepto con humildad el ceño fruncido de usted, amable lector.

Pero todo en esta vida se paga, hasta las omisiones. Así que tranquilo aquellos ya que se estén arremangando la camisa y sacando los cinturones de pura rabia. Esta potencial actitud del lector me hace recordar a aquella muchacha que me lanzó un papel a la cara en el pleno paseo Ahumada. Dado que pensé que formaba parte del gremio de los poetuchos que escupen sus textos a inocentes transeúntes para que les suelten unos pesos, intenté rehuirla. No titubeó en encararme con odio: “¡Oye, si las ballenas no muerden! ¡No te hagas el sordo! ¡Por personas como tú estamos como estamos!”. A pesar de sus dolidos y podridos gritos (de dormidos no tenían nada), seguí mi camino sintiéndome cómodamente un troglodita con el sobreconsumo de energía de mi computador, mi adicción a los CDs y DVDs, microondas, hornos eléctricos, calefactores, aire acondicionado y mi apreciación estética del hongo homicida de Hiroshima (la culpa no es mía sino de Stanley Kubrick). La conclusión salió solita de mi cabeza, sin la ayuda de pensador alguno: lo más natural del mundo, los más acorde con el método científico, las profecías de Nostradamus y las lecciones del Corán y la Biblia es la aniquilación definitiva de la especie humana.

Señores inversionistas, empresarios y especuladores, adelante, cumplan con la misión en la que tanto se afanan, pero no esperen que les colabore mucho en la causa. Si no estoy deleitándome con mi mujer, estaré con Jorge Muzam bebiendo una cerveza (mientras no sepa de su paradero esto lo dejo en compás de espera) o con el editor de este prestigioso diario intentando descifrar los misterios del comportamiento femenino con la ayuda del vodka y el jugo de naranjas.

Ya la aurora no es nada nuevo.




Publicar un comentario

6 Comentarios

  1. Claudio...eres un maestro de la palabra, del pensamiento comprometido y hasta de la ironía. Difícil mezcla perfectamente conseguida.

    Enhorabuena...siempre que te leo, aprendo algo nuevo.

    ResponderEliminar
  2. Más de alguna vez lo discutimos, compartiendo un cinzano, un vino tinto o una cerveza: los manifestantes callejeros suelen actuar con la cabeza recalentada, se desgastan en acciones inútiles, que no corroen ninguna conciencia, que no conmueven a nadie, que generan risas, bostezos e indiferencia en los paseantes.

    Las acciones duras, las que dañan, las que hacen tenblar el piso, se dan en otro contexto.

    Es probable que el mundo tal como lo conocemos, no dure mucho más. Algo debe cambiar, algo grande. Por mientras, hay que sabotear lo que pueda ser saboteado y no encontrarnos de frente con la enrostradora ballenera.

    Por cierto, nunca hemos bebido vodka. Hay que anotarlo antes que nos soprenda el armagedón.

    Excelente narración, como siempre, amigo Rodríguez.

    ResponderEliminar
  3. Relato demoledor. Me gustó mucho la canción. Saludos.

    ResponderEliminar
  4. Raúl de la Puente21/8/12

    Dolida, aburrida y tullida. Es otra versión de la canción de Gatti.

    Si no ayuda a salvar ballenas, al menos no se descargue con nuestras mártires callejeras.

    Buena historia

    Saludos

    Raúl

    ResponderEliminar
  5. Anónimo22/8/12

    que buena!

    ResponderEliminar
  6. Gatti es soporífero. Con esa melodía nadie gana una revolución, ni con las balleneras callejeras, que casi siempre son chicas rubias de clase alta jugando a su minuto de rebeldía.

    A los barcos balleneros simplemente hay que hundirlos a bazucazos.

    ResponderEliminar