Solitario y caduco

CLAUDIO RODRÍGUEZ MORALES -.


Apostaré por una generalización consciente y desmesurada: cada vez que alguien manifiesta su comprensible escepticismo respecto del tema de la vida extraterrestre, le saldrán al paso comentarios del siguiente tenor: “No podemos ser tan egoístas de creer que estamos solos en el universo”.

Si cambiamos egoístas por ingenuos, soberbios, ignorantes, avaros, caducos u otro adjetivo de connotación negativa, el resultado es exactamente el mismo: vincular a la pequeñez mental cualquier creencia que ponga en tela de juicio que la vida humana es algo digno de repetirse más allá de la estratósfera. De ahí a convertir esta reflexión en ley incontrarrestable, válida para todos los callejones del universo, sólo hay un pequeño trecho para los seguidores de la utopía intergaláctica.

Para seguir con este disparate convertido en crónica, los invito a delimitar el campo de juego. Llamemos vida a cualquier cosa que respire, se mueva y tenga sentimientos en el espacio sideral. Ya sea con conductas inspiradas en el bien o en el azufre más el rabo puntiagudo.

Primero nos encontramos con “hermanos” grandecitos, rubicundos, espigados y fibrosos, parecidos a los actores del canal Playboy, envueltos en túnicas y con sus cabelleras tomadas por cintillos, quienes entregan su mensaje de paz a través de la imposición de manos o con una mirada telepática. Pero atención, esto únicamente es derecho de los elegidos (el actor Joaquín Fénix comentó en una película que éstas son ocurrencia de sujetos que no logran conseguir una novia). ¿Una suerte de nazismo buena onda e interestelar, el regreso de Jesucrito Superstar o de un Mesías con un parecido notorio a los Bee Gees?

En el otro extremo de la galaxia aparecen estos “hermanos” de ojos negros, cabezones, piel verdusca, cuerpo esmirriado, extremidades manilargas, con predilección por escarbar entre las presas terrícola. Me refiero a ese procedimiento parecido a la lotería de Jorge Luis Borges -en el sentido de que le puede pasar a cualquiera- llamado abducción. Aquí no somos más que campo para la experimentación, intercambio de fluidos y quién sabe si hasta incubadoras.

Me reconozco aficionado a lo que mis ojos alcancen a divisar en el firmamento. Aunque más por afán recreativo que por interés científico. Pongo en el mismo nivel una gigantesca nave nodriza posada entre las nubes, al mago de la Polla Gol atinándole a los trece puntos (sí, lo reconozco, el ejemplo es tan caduco como su creador) y a un meteorito impactando a la Tierra justo donde se construye un mall.

Repito: puro interés recreativo y decadente (si quieren), haciéndole honor a mis achaques de hombre cuarentón.

En medio de estas tribulaciones me he dado el tiempo –algo que me falta y lo gasto como si fuera dinero- de pensar en reversa, de dar vuelta las lógicas de trillada fantasía y hacerme la gran pregunta, sin ningún tipo de anestesia: ¿y si efectivamente en todo el universo no hubiese nada parecido a lo que por estos lados llamamos tan pomposamente vida? ¿Que tal? Porque, se quiera o no, es una posibilidad. Ocupemos la ley de las probabilidades como último bastión de la democracia. Lo que para muchos será una idea egoísta, ingenua, soberbia, ignorante, avara o caduca, en realidad esconde un temor –muy terrible con “t” de terrícola- a que nadie, absolutamente nadie, nos acompañe en este ni en ningún rincón del universo.

Pero yo no tengo la culpa de todo esto. Así que abduzcan para otro lado, por favor.




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8 Comentarios

  1. Tras el atiborrado bar intergaláctico de Star Wars, pareció que las posibilidades de imaginarse nuevos esperpentos extraterrestres se estaba agotando.

    Sólo Nietzsche y Rodríguez podrían tener una idea tan sombríamente descabellada. Mire que estar solitos en este patio multiuniversal tan extenso. Dan escalofríos de sólo pensarlo.

    A los ET me gusta imaginármelos como peruanos, con esos ojitos medio rasgados, pómulos salientes y pequeños, pero peleadores cuando beben cerveza. Hay mujeres peruanas que son bellísimas, como para dejarse abducir.

    Recuerdo que en la serie Invasión Extraterrestre andábamos todos los colegiales de aquellos años medio calentones con la protagonista, hasta que en un capítulo se le empezó a descascarar la piel del rostro, dejando claro que habíamos deseado a una lagartija.

    Buen texto, amigo Rodríguez. Como para volver a elucubrar con cinzano.

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  2. Qué susto. Yo creo que en la mayoría de los sistemas hay formas de vida. Una de mis pesadillas típicas es ser secuestrada por esos seres.

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  3. Lo he leído con sumo interés, para finalmente concluir, que nuestro escritor, tiene la cualidad de ir de lo trascendental a lo insólito, casi sin que el lector se percate. Nos llevas donde quieres, Claudio. Lo dicho: eres un maestro, hasta el punto de hacernos elucubrar de nuevo con el consabido interrogante de la vida interestelar.
    Un abrazo.

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  4. Insólito. Apretaste la reversa, Rodríguez.

    Buenísimo.

    Saludos

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  5. Estamos tan solos que desesperamos. Cuando nos damos cuenta que en el universo que es cada ser sólo hay espacio para uno, nos aterra! La compañía es de a ratos, lo real es que estamos existencialmente aislados en nuestro cuerpo y mente. Lo creo y muy firmemente, por eso me da risa cuando alguien acusa a otro por su individualismo.. individuos somos.
    Say no more.

    Muy bueno, un abrazo.

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  6. Coincido con Lorena: estar solos nos aterra. es ese miedo a la soledad, esa necesidad de que otros nos guíen -o nos limpien de la responsabilidad y la culpa de nuestras cagadas- la que nos hace necesitar dioses y otros mundos, que aunque lejanos e inalcanzables, nos permitan la ilusión de sentir que no estamos solos y acabar de esa manera con el miedo, el vértigo y la responsabilidad.
    Como siempre, Claudio, ¡qué pedazo de relato...!

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  7. muchas gracias, amigos. Un gusto compartir con uds. por estos lares. Amigo Jesús, que bueno volver a ser de ti.

    Un abrazo para todos.

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  8. No hay que ser tan trágico. No estamos solos ni emocionalmente ni en el cosmos. igual, muy bueno

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