Hagamos hermosas locuras

JUAN PABLO JIMÉNEZ -.

“No piensen que estoy loco 
Es solo una manera de actuar 
No pienses que estoy solo 
Estoy comunicado con todo lo demás” 

Charly


Por ejemplo, vamos a misa y disfrutemos del rito de dar la paz. Tomemos el teléfono y llamemos a un viejo amigo del cual nunca más supimos. 

Demos gracias al cielo al levantarnos. Saludemos cariñosamente al vecino que sabemos que nos tiene mala. Estrechemos en un fuerte abrazo a ese quien sin mediar explicaciones se enojó contigo hace años. 

Dejemos el auto en casa y tomemos una micro de esas de… ¿$200 vale el pasaje?... Conversemos con la señora con guagua que va con nosotros en el asiento, o con el señor que lleva el ceño fruncido. Tal vez esté aproblemado y no enojado como siempre suponemos sin preguntar. 

No pongamos la música con tan alto volumen si es día de semana. Alguien puede estar con jaqueca, estudiando o tratando de hacer dormir a un bebé en la casa del lado. 

No pelemos a nadie. Ni a nuestros peores enemigos. Seamos francos, sinceros, pero sin herir al otro cuando nos desahoguemos. 

Escuchemos la lata que nos pueda dar un anciano: probablemente a él le quede menos tiempo en esta Tierra que a nosotros. 

Dejemos el apuro de lado y sentémonos en una plazuela, 5 minutos, a ver cómo pasa la gente, un perro callejero o a observar la flor que está saliendo al lado de una pata de la banca donde estamos sentados. 

Digámosle a nuestra mujer que la queremos. Eso no nos hace menos hombres. Pensar o decir lo contrario sólo está demostrando que como hombres somos poca cosa. ¡Cómo va a estar mal decirle a otro ser humano que uno lo quiere! 

No le demos 100 pesos a un borracho de la calle, sino que invitémosle a tomar una caña en el boliche que él frecuenta y, sobre todo, escuchemos su historia de vida, que en algunos capítulos puede que sea más valiosa y profunda que la de nosotros, que nos creemos tan macanudos y piezas únicas. 

Pidamos perdón a quien hicimos daño, una de las actitudes que más nos ennoblecen como seres humanos. 

Caminemos. Comamos verdura. Tomemos agua con toronjil. Levantémonos más temprano. Subamos al cerro –a pie– y respiremos profundo aire puro. 

Vamos a una obra de teatro, aunque no nos guste el teatro. Asistamos a una charla sobre medioambiente, aunque no tengamos conciencia del daño ecológico. Vamos a un concierto de violín, aunque nos guste el piano. Sacudamos el polvo de los adornos de nuestras casas como una terapia para olvidarnos de lo malo. 

No necesariamente vayamos al cementerio pero sí pensemos en algún ser humano que pasó por nuestra vida y se nos fue arrebatado por la muerte y sus caprichos. 

Destapemos una botella de vino y bebámosla con los señores que trabajan en el camión de la basura, con el jardinero, con el junior, con la señora que vende cuchuflíes, con el cuidador de autos, con uno de los inquilinos del fundo de nuestro amigo millonario. Metamos las patas al agua en la playa. 

Lavemos ropa, cocinemos o hagamos el aseo, aunque jamás hubiésemos hecho todo eso. 

Escuchemos al otro, en silencio, con atención. En las discusiones con nuestras parejas partamos reconociendo aquello en que nosotros nos equivocamos. 

Digámosle a nuestros padres que les estamos eternamente agradecidos por la vida que nos dieron y porque en gran parte hoy somos lo que somos porque se sacaron la mierda por nosotros. 

Juguemos a la pelota, al trompo. Elevemos volatines, hagamos un asado en el patio, compremos una revista que nunca compramos. En fin: vivamos, nada más. Vivamos. 

Imagen: Vincent Van Gogh. Bebedores.

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6 Comentarios

  1. Raúl de la Puente19/10/12

    Ya dejó de peinarse, señor Jiménez. Y eso está muy bien.
    Saludos

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  2. A misa no lo acompaño ni amarrada, Juan. Y estoy convencida que los ancianos nunca dan lata.
    ¿Y para qué vamos a ver teatro si no nos gusta?
    Con el vino si que lo acompaño.
    Abrazo

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  3. Usted sabe que el descuere es una tradición masculina.
    Parece un texto escrito con unas copas de más, como cuando uno se pone cariñoso con todo el mundo.
    Saludos

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  4. Que predomine la cortesía, las buenas intenciones, el respeto por el de al lado y el de al frente, aunque sin forzar las cosas, que fluya lo que tenga que fluir.
    A propósito que lo menciona, qué ganas de tomar un agüita de toronjil, para las penas del alma, como lo recomendaba Violeta Parra.

    Un abrazo amigo Jiménez.

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  5. A veces basta decir buenos días y una sonrisa, y vamos expandiendo los buenos sentimientos.

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  6. Creo haber realizado y cumplido frecuentemente con la mayoría de estos imperativos, excepto con lo de la misa porque no practico religión aunque si la de brindar por la paz...En auto viajo y paseo cuando me llevan y de los micros tengo el olor impregnado en la memoria ; he recorrido miles de kilómetros en ómnibus que me trasladaban a las ciudades donde trabajé;como en los que llamamos en la capital ,"urbanos" o "de línea", recuerdo una vez que por no perderlo subí tan rápido que mi mano quedó apretada con el cierre brusco de la puerta con la consecuencia de los nudillos magullados y trasbordo de todos los pasajeros a otro colectivo pues tuvo que llevarme el chofer a revisación médica..
    Debería sí acostarme y levantarme más temprano y comer más verdura...
    Buenas reflexiones de Juan , algunas me despiertan sentimientos coincidentes,otras no estoy tan acorde,sí en lo del vino más que el toronjil,saludables intenciones,saludos!!

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