La sombra de Octubre


LAURA FERNÁNDEZ CAMPILLO -.

Quizás fue porque entraba el mes de Octubre, o simplemente porque guardaba rencores profundos, creencias estúpidas, ideas de gominola que se reblandecen con un par de rayos de sol; la cuestión es que llegó la sombra cargada de dudas, como suele hacer, con su mochila de Dolce & Gabbana, - que sea sombra no quiere decir que no sea presumida - llenita de piedras pesadas, húmedas, pegajosas por su contacto con un fango putrefacto, con el fango putrefacto que lleva a sus espaldas el frío dolor de la humanidad. Se abrió para mostrarme las miserias que cargo. Se la veía contenta. Parece que ha superado el acné adolescente. Le dije que, en mi opinión, seguramente había resuelto sus problemas de inseguridad, que por eso los granos ya no eran necesarios. Sonrió con esa mueca presuntuosa que pretende hacerme creer que cualquier propuesta mía es digna de llevarse a juicio. Ahora la inseguridad era mía. Quizás por eso me volvieron a salir tres pícaros granos cerca de la boca.

La cuestión es que, a pesar del miedo que me produce, a pesar de sentirme pequeña y patética ante ella, este mes de Octubre fue la primera vez que le mantuve la mirada. Me temblaban las piernas, pero lo hice. No sentí nada especial. No me fulminó ningún rayo ejecutador, como esperaba... Fue muy sencillo. La miré a los ojos y me vi en ella. Vi mis ojos escrutadores, vi mi dedo enjuiciador, vi mi nostalgia taciturna, vi mis poemas de mierda y mis ganas de irme de este mundo. Así la conversación fue tornándose más simple, más de café de barrio, como cuando una amiga te cuenta que el trabajo va así o asá, o cuando te preguntan qué hacer con el chico que te pretende. Sin embargo, yo sé que no es mi amiga, porque le tengo miedo, y donde habita ese diablito contagioso y potente, no puede haber más que dolor. Me levanté de la mesa y le dije adiós con un leve movimiento de mano. Ella no se inmutó. Siguió allí, impenetrable, colocando de nuevo las piedras en la mochila.

-¡Espera!- me dijo- te olvidas algo...

Claro... la mochila era mía. Era mi carga. Por un momento pensé que, quizás, ella llevaría ese peso por algún tiempo, o es posible que por toda la vida... pero no lo debí de creer con la suficiente fuerza.

- No has aprendido nada.

Esas últimas palabras casi me convencen. Casi me llevan de nuevo al pozo de la inseguridad en el que he vivido tantos años.

Publicar un comentario

7 Comentarios

  1. Molesta dama, suele habitar en las orillas de los estanques, junto a los botes, en las ondulaciones de los lavatorios, en el camino contrario al crepúsculo. A veces, cuando la luz es tenue, se mira al espejo justo cuando lo hacemos nosotros. Encontrarse con ella es cosa difícil. Hace preguntas incómodas. No respeta el camino recorrido, no respeta lo que crees haber construído, y te recalca que tus objetos son fútiles, que tu ropa es fútil, que tu posición es inmerecida, que tu mirada no es suficientemente genuina, que esa seguridad que ostentas no tiene patas ni cabeza, que en el fondo no has dejado de ser un infante aterrorizado ante el engranaje incomprensible del mundo. ¿Cómo evitarla? Si lo supiera me ganaría un Nobel.

    Formidable texto, querida Laura.

    Un abrazo fuerte

    ResponderEliminar
  2. Bien concentrada visión del círculo personal. Me recordó a los chicos, los pequeños, que saltan para burlar a la sombra, que se pegan carreras para dejarla atrás, hasta que se cansan, y la sombra se cansa con ellos.

    Saludos

    ResponderEliminar
  3. Raúl de la Puente23/10/12

    Mariposas sombrías que le escabullen al invierno.

    ResponderEliminar
  4. Mirar bien alto e ignorar la sombra, puede ser una opción, que involucra falsearse, pero que ayuda a vivir.

    Muy bueno

    ResponderEliminar
  5. Adoré esta narración. Cómo no sentirse reflejada en las ganas de evadirse, evitar las culpas y todo lo malo que nos sucedió. Dan ganas de dejarlo todo por el camino pero no se puede, hay que cargar con el equipaje lo que resta del camino.
    Besos, buena página.

    ResponderEliminar
  6. Me ha dejado muda. Hiperrealidad. No hay nada más duro que mirarse de frente. Reconocerse. Aunque creo que es necesario para avanzar.

    Saludos

    ResponderEliminar
  7. Gracias a todos por los comentarios. Parece que con esta señora no queda más remedio que ser honesto… aunque duela.
    Abrazos
    laura

    ResponderEliminar