Volver a leer

ROBERTO BURGOS CANTOR -.


Si algo caracteriza al grupo de escritores al cual por el tiempo y afinidades diversas pertenezco, es la búsqueda de una estética capaz de dar cuenta de la época que nos tocó.


Nadie parece dispuesto a abandonar su época. La vive como fortuna o como padecimiento. Adhiere a la eternidad como los vampiros o interrumpe el fluir de los días con el suicidio. Pero más allá de aceptarla como fatalidad, el arte acaso permita construir un territorio de incertidumbres, rasgos, maleficios y bondades que distinguen o confunden. Quizá la ambición de merecer lo que a cada quien le corresponde, hace deseable proponer representaciones. Mostrar un espíritu que si se fuera capaz de atraparlo exorcizaría las desgracias y potenciaría las felicidades. Se ha quebrado la realidad plana, aburrida, vulgar, donde la existencia se gasta sin acciones memorables o rechazos valientes.

Esa indagación obsesiva del presente tuvo una peculiaridad. El presente se asemejaba a una confluencia de deseos por cambiar la vida, por renunciar a herencias, y atravesar otra vez los desiertos y el mar Rojo, por subir al monte y en su vacío sin tormentas convenir otra vez la ley.

Quién sabe si la inmersión en esa época nos hizo proclives a investigar y preguntar en la masa de pensamiento social, científico, filosófico, con la cual se trazaba el croquis de las realidades, los horizontes, las aspiraciones y las dudas. Y por supuesto, también a entregarnos a la poesía, la única que tiene virtudes para derrotar el tiempo y sus artilugios y sus muertes.

Una aceptación como la anterior volvió exigente, riguroso y conflictivo el acto de escribir ficciones. La desconfianza en la realidad y sus apariencias era un saldo que conducía a ahondar el filo de las palabras. No sé si es un proceso inverso al de Cervantes. Don Quijote se enfrentaba a los encantamientos de la realidad, a sus engaños. Ellos se convertían en símbolos, imágenes, que dejaban ver su sustancia. Y él podía verlos por artista o por loco o por enamorado. En la época que menciono, la de mi generación (horrible expresión eléctrica, genética y orteguiana) la apariencia, el rostro aceptado, constituían la realidad. Desnudarla era el reto. Como si la máscara fuera la única posibilidad de la forma.

A veces creo que este empeño en saber nuestro mundo me condujo, a otros les ocurrió, a leer con cierta irreverencia a los bisabuelos de la literatura. A esos viejos empecinados que fundaron continentes. Por razones distintas: mi madre reprendía la burla al prójimo como un acto canalla; mi padre por las astucias de la racionalidad y años de enseñanza advertía que la maestra vida no perdona ligerezas, ambos me dijeron que apenas se trataba de esperar y pagas.

Estoy pagando. Las nuevas traducciones de Guerra y Paz y Anna Karénina de Tolstói me llevan a la lectura. La estructura de esas novelas. La libertad de creación. La intuición para iluminar los sentimientos humanos. Qué hacer con esa pregunta de Anna: ¿Por qué no apagar la vela cuando ya no hay nada que ver, cuando a uno le repugna todo lo que ve?

Con qué el presente es grande y el futuro nuestro aún no adviene.



Publicado en Baúl de mago (Colombia)

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7 Comentarios

  1. Claudia Bustos25/10/12

    Porfiamos en nuestro presente como exponente de la fatalidad e idealizamos el pasado como lo mejor. Ese sentir se hace patente en todas las escrituras, desde lo literario hasta la crónica diaria de un noticioso. No hay como escapar a nuestra escencia, asi somos.
    Excelente escrito, felicitaciones por el blog.

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  2. Me cuesta mucho salirme de los clásicos, me gusta la idea del pasado que no es el mio. Me gusta volver a las viejas lecturas.

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  3. Afinidades. Pienso en las veces que se lee el Quijote al mismo tiempo en miles de lugares. Todos conversando con Cervantes, como un gran maestro bromista seduciendo a sus alumnos extranjeros.
    Hace poco sucedió con Ken Follet y Dan Brown, pero no es lo mismo.

    De mi propia lista de acercamientos al mundo, de mi intento de comprensión del hombre, de nuestra época, de las anteriores, ya he escrito tanto, que bastaría pegar y pegar textos en los comentarios. Muchos nombre se repiten, Horacio Quiroga, Tolstoi, Flaubert, Rulfo...

    Y mi madre, por cierto que no me permitía la burla. Me sobreexigía un respeto devoto con vivos y muertos, un respeto que para mí, y ya desde niño, me parecía inmerecido. Con los años pude entender que el que tenía la razón era yo.

    A nada ni a nadie hay que mirar a priori con respeto. El respeto nace espontáneamente dentro de uno por el maravillamiento que el otro nos produce, sin imposiciones, sin influencias foráneas.

    Excelente artículo, estimado Roberto.

    Un abrazo

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  4. Que el presente es grande no me cabe ninguna duda, siempre lo fue y lo será. El presente es lo único eterno y debiera ser mejor apreciado. Valorar la literatura del presente es un asunto pediente que haría justicia a nuestro querer por el ahora. De las viejas lecturas las de la niñez son las que me acompañan en el presente y el de mis pequeños.
    Un placer leerle, saludos.

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  5. Notable manera de expresar la perplejidad del aquí y ahora. Un deleite para aquellos que se sienten tocados por este tema que ya parece dolor de cabeza. La època nos pasa por encima como al doctor Zhivago. felicitaciones,escritor.

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  6. Hay escritores capaces de mostrarnos con una calidad admirable el pasado tal cual lo interpretan y como quizá nunca lo vieron, otros pueden mostrarnos el futuro de una manera que nunca imaginamos, otros pueden proyectarnos su propia vida.. su interioridad.. de una manera que ya quisieramos poder emular. A todos ellos, en su estilo y con la mirada puesta donde más le acomoda, los volvería a leer para poder apropiarme en admiración consciente de ese talento inigualable.
    Todas las indagaciones obsesivas me despiertan sumo interés, a esas lecturas recurro con igual obsesión. No puede ser de otra manera, asi soy como lectora y agradezco al cosmos que existan ese calibre de escritores.
    Saludos!

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  7. Justamente estoy leyendo a Tolstoi en digital. Consegupi gran parte de su obra. Es un lujo que antes no podíamos darnos.
    Buen texto. Saludos.

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