La maté porque (no) era mía

JUAN PABLO JIMÉNEZ -.

“Está viva de pura casualidad. 
 Se ha tragado un clip 
 y ahora arquea el lomo”

Alejandra Costamagna

Estoy borracho. Me persiguen. La maté porque era mía. Porque no era mía. Está enterrada en el patio. Junto al níspero. No se lo digan a nadie. Mi nombre es… Ya lo saben. Vivo en la última casa del pasaje. La maté. Compréndanme. El trago lo pone ciego a uno. Guardé una uña de ella. Es solo un recuerdo. No me juzguen. No me apunten con el dedo en la calle. Como a Jorge González –que estará en el Festival de Viña 2013 haciendo rrrrroooooock y pooooop–, cuando en los 90 le gritaban ¡hueón vendío!. Mi mamá dirá que soy inocente. A ella tienen que creerle. Es que me tenía aburrido. Me mintió. Siempre me mentía. La invité a mi casa. A que me ayudara con el aseo. Me había tomado una jarra de ponche, tres vinos tintos y cuatro latas de cerveza. Se agachó y esta vez no me la quise culear. Esta vez me dio rabia. Y le pegué con un botellón vacío. Se le reventó en la cabeza. Me miró con ojos de cordero degollado. Pero estaba demasiado atontada. Como yo, que estuve atontado casi tres años. Me dio pena un segundo. Después no. Me llamaron por teléfono. Era para cobrar el cable.

De nuevo el teléfono. Era otro conchasumadre cobrando el cable. Tuve que desnudarla. Esta vez esos rincones ya no me parecieron preciosos. Me dieron asco. Es que yo sé lo que en el fondo pasó. Los mitómanos… las mitómanas, se creen sus mentiras. No. No tienen conciencia de ello. Mienten y no saben. Les gusta mentir. Y yo me cansé que ella me mintiera. Estoy borracho. Muy borracho. Eso no lo justifica. No me acusen por favor. Está enterrada en el patio. Tuve que conseguirme una pala. Cuando le echaba tierra encima, una sonrisa extraña se me dibujaba en el rostro. Igual lloré. Pero pasó luego. Pensé en lo que me diría Rodríguez; huevadas de acólito afeminado. Abrí una botella entonces de vino y la bebí en menos de 19 segundos. Como en una competencia. Para alivianar las huevadas seminaristas de Rodríguez. Igual lo quiero. La ropa la quemé. Tiré sus cosas al río. Se las llevó el río. Fito dice tanta sangre que se llevó el río. No sé qué es lo primero: si estaba borracho y la maté o si la maté y por eso me emborraché. Lo cierto es que la maté porque (no) era mía. Como la película de Patrice Laconte. Aquella en que Phillipe Noiret –Alfredo en Cinema Paradiso– se lanza un pedo desde el alma. Las manos me las limpié con alcohol y agua ras. Sobre la sepultación puse unos maceteros. No le cuenten a nadie. Vivo en la última casa del pasaje. Aquella de los cardenales. Está enterrada a dos metros de profundidad. No intenten rescatarla. Ya está muerta. Bien muerta. Por mentirosa. Por infiel. Como yo, el pelotudo más infiel del planeta Tierra. La maté porque (no) era mía. Porque se me paró el culo. Porque tengo ganas de dormir. Mañana despertaré con resaca.

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6 Comentarios

  1. Tengo la impresión de que fue escrito con una fuerte dosis de alcohol en el cuerpo, con cierta rabia revanchista por sentirse traicionado, pero reconociendo que se es tan traidor como la víctima. Suele suceder, la ira despliega en nuestra mente verdaderos genocidios, pero son artimañas apaciguadoras del ser humano para que no nos lleguemos a despedazar en la realidad.
    ¿La película? Buenísima, políticamente incorrecta, con múltiples lecturas. Su título original es Tango. Me hizo recordar las otras películas de Leconte, cual de todas más provocadora: El perfume de Ivón, El marido de la peluquera, Ridicule.

    Un abrazo amigo Jiménez.

    (Por cierto, desconocía lo de Jorge González. Vuelve como Martín Vargas a que le den una patada en la raja)

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  2. Anónimo19/12/12

    menos mal mataste a la pelotuda... hace rato q tenias q hacerlo.... conociendote en 2 dias estaras sacandola de la tierra tratando de revivirla con respiracion boca a boca.... patetico.

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  3. Anónimo19/12/12

    Parece que esta historia ya la había escuchado antes. JP no escarmienta. Le gusta el hueveo y después se anda quejando.

    La Mano Piadosa

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  4. Casi todos los feminicidios tienen detrás de los ridículos móviles que enarbolan lo asesinos un primitivo y patológico sentido de propiedad. Es triste, macabro y real.
    Esto se parece mucho a una carta de un asesino, interesante JP.

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  5. La liga feminista va a interponer un recurso por imaginarte un asesinato.

    Leconte es bueno.

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  6. Lo mejor de este texto es la forma tan rotunda que tiene el autor para impregnarnos del ánimo del personaje, de la escena y de su obsesión. Rotundamente auténtico. Conseguir esto es un arte del escritor, sin duda. Expresiones como "conchasumadre" son sin duda muy auténticas, con sus símiles en diferentes localismos del castellano.
    Realmente el texto atrapa al lector en la primera palabra y no lo suelta hasta la última. Enhorabuena Juan Pablo.

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