Camino de abrazos


ROBERTO BURGOS CANTOR -.

Uno de los deseos más invocados el reciente final del año fue el de la reconciliación entre los colombianos. Tal vez sea el momento de ayudar al deseo con la práctica de conductas que apunten a su realización. Entre ellas aprender a escuchar, examinar los argumentos ajenos sin imponer los propios, comprender la historia en rangos temporales más amplios que los dolores cercanos, curarse de odios, desapegarse de intereses, aceptar que el respeto a la diferencia y convivir con ella enriquece la vida, guardar los dogmas para la existencia íntima. Entender que la justicia preserva mi derecho y también el ajeno.

Por lo general los colombianos somos esperadores de milagros. La noción del esfuerzo se contrae a encender una vela, a atiborrar de ruegos a los dioses, a pagar misas. Compradores consuetudinarios de loterías apostamos al azar con terquedad conmovedora. No es resultado de una debilidad moral de manera única. Influye también la anomalía social que se vive por siglos y que nos lleva a preguntarnos: El esfuerzo para qué?

La frustración del empeño algunos la atribuyen a la mala suerte. Otros al pensamiento derrotado de que las virtudes no tienen lugar en la sociedad y han sido tontos al tenerlas como un norte, un horizonte posible de logros limpios y satisfactorios. La ola arrasadora de corrupción que invade las conversaciones, divulgan sin fin los medios de comunicación y traba con su espectáculo de retórica cantinflesca e intimidación al juez, parece anunciarles algo de razonable verdad. No faltan quienes se conforman con el sentimiento de exclusión y escepticismo defensivo. Consideran que el ser humano no tiene composición y quienes se han apropiado del mundo y los perversos mecanismos de privilegios, trampas y desigualdad, mantienen con gritona iracundia que el Estado y sus aparatos son sostenibles y tienen sentido si defienden y cuidan este orden. Un orden del cual no puede afirmarse con voz universal que se haya levantado sobre propósitos nobles y una sabia cordura que no deje motivos de vergüenza sino la huella de que los expulsados somos capaces de reinventar la tierra. Esta tierra de la que hoy se estudia en La Habana para que genere satisfacciones. Una tierra alambrada cuyos dueños pagan ridículos impuestos prediales después de quebrar a la Caja Agraria y donde pastan ganados flacos y con garrapata que servían para rebajar impuestos de renta. Alguien leerá en la mesa de oír y hablar el bello y sabio cuento del conde Tolstoi, Cuánta tierra necesita un hombre?

Cada tema,cada asunto, exige de las mujeres y los hombres una fortaleza en el corazón, un vacío en su mente donde quepan las ideas del otro. Como los que se mortifican en Santo Tomás para que el santo crea en la sinceridad del arrepentimiento; como los que visten sus galas al ingresar en la catedral, el ropaje humano que ayuda a identificar la voluntad escondida. Así los palabreros de La Habana, de sigilo admirable, encuentran en la humildad, en el entendimiento generoso de que la paz es la inversión, en la sinceridad, los poderes del abrazo. El ángel de Lezama Lima los asista.

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5 Comentarios

  1. ¿Cuánta tierra necesita un hombre? Me lo había planteado desde antes que leyese el cuento de Tolstoi, cuando mis amigas empezaban a soñar con vivir en múltiples mansiones en varias partes de este mundo.

    "Ay de mí. He deseado mucho, y lo eché todo a perder." (...) "Hay tierras en abundancia, ¿pero me dejará Dios vivir en ellas? ¡He perdido la vida, he perdido la vida! ¡Nunca llegaré a ese lugar!"

    Releo el cuento y pienso en el presente, en la contigencia de su país y en la miseria de los ricos que nos gobiernan en el nuestro.
    Aquella pregunta no tiene respuesta para mí, no una que sea válida para todos los hombres aunque sí tengo una sencilla para mí.

    Excelente texto, saludos.

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  2. Que la abulia, la desazón, el conformismo, no se acabe por devorar la vida en esta fracción planetaria.

    Creo que todo hombre y mujer necesita ante todo reconocimiento de su absoluta e igualitaria importancia en este mundo. La generosidad viene como añadidura de ese reconocimiento.

    Y a los que acaparan, pues patadas en el culo.

    Buen articulo, estimado Roberto.

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  3. Anónimo20/1/13

    Yo veo el camino lleno de piedras y tantos obstáculos que sortear. Dificilmente llegue la paz, la tranquilidad a Colombia por el lado de la actitud política, siempre la contienda partidaria se da en las arenas más sucias que pueda existir.

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  4. El panorama de Colombia nos llega tan filtrado que es complicado saber cómo están las cosas. Esperemos que pronto encuentren el camino de lo abrazos y paz por el bien de la gente de bien de Colombia.

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  5. Abrazos, nada más contenedor que buena imagen para reflejar la necesidad de contención y calma. Hace falta encontrar un poco de paz y dejar de lado los enfrentamientos por un tiempo prudente para acomodar las ideas. Ojalá Colombia pueda salir adelante.

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