El Zorro de Franklin

CLAUDIO RODRÍGUEZ MORALES -.

En más de alguna ocasión me han alabado mi buena memoria. Yo no estoy tan seguro de aquello. Es cierto que puedo recordar un montón de hechos, en su mayoría con una importancia que nace y muere en el mismo instante. Son una suerte de estrellas fugaces con destino desconocido que, sin siquiera haber tocado tierra firme, se dispersan en polvo minúsculo en el reino de la insignificancia. Si no fuera por mi esfuerzo de juntar sus partes, cumpliendo en esto mi cabeza el rol de aspiradora, nadie habría reparado en su suerte.

Al mismo tiempo, dejo de lado otras situaciones que podrían ser vitales para el estudio, el trabajo y la vida de cualquier burguesito que precie de tal. Meteoritos del conocimiento que impactan con todo sobre la faz de nuestras espinillas. Con el choque, lo que corresponde es esbozar más de una teoría que explique el cómo, el cuándo y el porqué. Yo he obviado esa tarea. No sé cómo he conseguido sobrevivir cuatro décadas sin que se desate alguna catástrofe por no fijarme en el detalle relevante y no elaborar algún informe para que los expertos lo pongan en tela de juicio. En ocasiones me siento como un eterno aprendiz sobre los secretos de caminar, andar en bicicleta y abrocharse los cordones de los zapatos.

De vez en cuando, y para que yo pudiera superar mis pataletas, mi madre llegaba con algún obsequio de sus recorridos por el centro de Puente Alto. Sería por los años 1975 o 1976. “Toma, para ti, para que te portes bien”, me decía ella. Dentro del envoltorio de papel había un libro para colorear de la editorial Zig – Zag, firmado por Walt Disney, que llevaba por título “Zorrolandia”. La imagen del mítico héroe El Zorro, dibujado a cuerpo completo siguiendo el modelo del actor de la serie Guy Williams, se registró para siempre en mi cabeza, al igual que los restantes personajes de la serie: el Sargento García, Monasterio y el fiel Bernardo. 

En mi condición de troglodita de tres años, debí haber coloreado las figuras en forma horripilante, presionando tanto los lápices que las hojas acabaron por romperse (si algo me gustaba, adquiría una actitud neurótica, con la cual tarde o temprano terminaba por aniquilar el objeto preciado). El libro para colorear, como muchas cosas que hoy serían tesoros del pasado, se destruyó. Lo más probable es que siguiera un recorrido hasta el tacho de la basura recolectada por el camión del aseo .

Treinta seis años más tarde, en mis visitas a los locales de antigüedades de Víctor Manuel del barrio Franklin, me topé nuevamente con la imagen del Zorro en portada. Mi corazón latía a mil por hora. Era un ejemplar idéntico al que mi madre me había regalado aquel día en que yo la esperaba en casa con hambre, sed y sueño. Dado que soy un comprador de cachivaches con algo de experiencia, no dejé traslucir el entusiasmo. Más bien me mostré indiferente ante el vendedor a quien yo ya conocía por los altos precios de sus objetos. Le pregunté por un par de cosas que no me interesaba comprar para que agotara en ellos toda su avaricia. Rematé con la pregunta sobre el libro para colorear con un excelente resultado. La imagen del Zorro ahora adorna la vitrina del living de mi casa, aquella que Jorge Muzam llamó, con su sapiencia habitual, “el rincón de la nostalgia”.



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7 Comentarios

  1. Esta entrada, el personaje central de ella, me ha recordado una película que he visto innumerables veces :El hijo de la Novia, de Campanella, y protagonizada por Ricardo Darín. El ella, sus personajes hablan de su niñez marcada por El Zorro, el sargento García y el fiel Bernardo.
    Me ha encantado!

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  2. Disfrutaste con los libros para colorear del Zorro y todos sus personajes, mientras tanto, algunas décadas antes, yo me deleitaba con las aventuras de los mismos personajes, pero mostrados en la pantalla grande( gigante para nosotros), del querido y recordado cine Prat de mi barrio,en un modesto cerro de Viña del Mar.Las famosas e interminables seriales que domingo a domingo mostraban a nuestro héroe en diversas situaciones que en cada capítulo lo tenían al borde de la muerte.Que gratos recuerdos trajiste a mi memoria Claudio,y que gran remezón le diste a mi conciencia con el final de tu relato. Muy bueno.

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  3. Raúl de la Puente19/1/13

    Somos hijos putativos del Zorro. Llevamos el alma justiciera de ese enmascarado.

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  4. Lo de Zorrolandia me huele a coima disciplinaria paterna.

    Me gusta ese juego de indiferencias que se establece con el vendedor a la hora de intentar comprar algo sin que nos estafen.

    Muy bueno amigo.

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  5. ¿Se nos puso envidioso nuestro querido Muzam?

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  6. Algo así. En micaso bastaba una zurra para que me portara bien.

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  7. Zurra,zorro,.....bueno, a no ser por un desliz ortográfico,lo demás no pasaría de ser un tema de semántica.

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