Oscar´s Pub

ENCARNA MORÍN -.

Verano caluroso. Recuerdo que era verano y estábamos entrando ya en el mes de julio. Daba vueltas por todos lados como un trompo. Mi cuerpo de mujer gestante, con al menos ocho meses de embarazo, se movía a duras penas. No obstante, cumplía mi jornada laboral y resolvía las tareas de casa, con más o menos cordura. 

Este embarazo no había sido estrictamente planificado aunque yo sentí entonces, así aún lo creo, que este niño quería nacer y me eligió a mí como madre. Era un hijo deseado y esperado.

Llegó por fin el viernes. Fue uno de esos días cansinos y a la vez agotadores. Intenté organizar el fin de semana que se avecinaba y llamé a Louis repetidamente a un teléfono que constantemente estaba apagado o fuera de cobertura. De forma inexplicable, varias horas más tarde del momento en que debíamos de juntarnos para comer, él aún seguía sin aparecer. Del desconcierto pasé al temor. Días atrás, había sufrido una extraña amenaza al cambiar de empresa e irse a trabajar a la competencia. Y una fantasiosa película comenzó a gestarse en mi cabeza. En algún momento le vi despeñado con su coche por un precipicio.


A media tarde, cuando las horas corrían y la voz metalizada seguía diciendo que el teléfono móvil al que llamaba estaba apagado o fuera de cobertura, el total desconcierto se apoderaba de mi, al tiempo que pensaba que en realidad no sabía tantas cosas del padre de mi hijo.

Tenía el teléfono de Judith una chica simpática y joven, su compañera de trabajo, que alguna vez estuvo en casa. Y al llamarla le transmití mis temores sin querer.

 Eran más o menos las dos de la madrugada cuando ella me pidió calma. Por fin le había encontrado.

- No te preocupes, ya he dado con él. Está en Oscar´s Pub. Le he dicho que estás preocupada y ya va para casa.

Una hora más tarde el calor me asfixiaba, el niño en mi interior estaba inquieto, no dejaba de moverse de un lado a otro en su escueto recinto. Yo no podía conciliar el sueño. Él seguía sin aparecer. Tomé entonces una decisión atrevida, dadas las circunstancias en las que se encontraba mi cuerpo. Cogí mis llaves, el bolso y cambié el pijama por una holgada ropa de embarazada a punto de salir volando.

Tiré carretera adelante a ver qué carajo pasaba, sin esperar ni remotamente darme de bruces con lo que vi.

Entrar en aquel lugar atestado de gente no era fácil. Creo que mi desaliño llamó la atención del camarero. Justo en frente, al otro lado de la barra llena de gente que tomaba copas y fumaba, estaba Louis. Abrazaba cariñosamente a una señora rubia y de esbelta figura, elegantemente vestida. 

Yo bordeé el recinto y le abordé por detrás. Su cara en blanco no dejó lugar a ninguna explicación. Me tomó de la mano y me dijo:

-Vamos a casa, es tarde. -Y salimos pitando de aquel lugar en milésimas de segundos-

Una vez en el coche, grité pataleé y le juré que jamás volvería a saber de mi.

Pero unas tardías palabras vinieron a explicar:

-Se trata de Daniella, ha llegado esta mañana y sin avisar se ha presentado en el trabajo. Está triste, le ha ido muy mal desde que se volvió a Holanda tras nuestra separación. Acaba de morir  su madre. Me ha pedido hablar y es lo menos que le debo, después de haber compartido tanto tiempo. Discúlpame, por favor, no hay nada más entre ella y yo. Solo somos unos buenos amigos que estábamos cerrando aquella relación, donde ni siquiera hubo un adiós.

Volvimos a casa y a los cinco minutos él dormía profundamente. Yo en ese momento opté por fingir creer toda la sarta de mentiras. No tenía otra salida airosa dada la inminente y casi inmediata llegada de nuestro hijo.

Luego él mismo se encargó de hacer bromas sobre el asunto. Se trataba de quitar hierro al drama. Me describió, entre risas, como una señora desmelenada que llegó dando gritos al tiempo que le arreaba con su bolso. Mis propias amigas festejaban la ocurrencia. Él y yo sabíamos que eso no era verdad en absoluto, como tampoco lo era la explicación de la mujer holandesa triste y desvalida. Solo bastaba haberla mirado los escasos segundos en que la tuve en frente para constatar que nada de eso era cierto.

Así que aquella extraña incursión en Oscar´Pub pasó a la lista de anécdotas de mi historia. Quizá por haber hecho algo insólito: viajar en busca de un hombre, por primera vez en mi vida -y única-, a altas horas de la madrugada y con una panza de treinta y dos semanas, conduciendo a lo largo de más de cincuenta kilómetros, a no se sabe qué velocidad.

Con el tiempo todo se derrumbó, hasta el punto de que he olvidado que fue exactamente lo que ocurrió en esos dos o tres años de mi vida en los que viví con Louis compartiendo los primeros pasos de nuestro niño,  sus dientes de leche y sus primeras palabras.

Otras muchas veces volvió a desaparecer, aunque yo jamás corrí a buscarle. En cada ocasión estaba la pertinente excusa explicativa. Aunque un buen día decidí que no había llegado hasta aquí para terminar de esta manera. Y le dije adiós para siempre. 

Hace apenas unos días, un mensaje de teléfono me pidió permiso para conversar. Era muy temprano. Ella es Anna, y por algún motivo intuyó que yo comprendería lo que le estaba ocurriendo. Efectivamente, lo comprendo. Han pasado casi catorce años de aquel incidente y otros similares. 

Con miles de kilómetros de por medio, al escucharla la sombra del caos me transporta a esos momentos de mi pasado que no quiero rememorar. Por la noche me atacó el insomnio a modo de reestimulación. Anna me produce una extraña ternura. Conversamos un rato y le hago una atrevida sugerencia:

- Cuida de ti, busca ayuda, protégete, por favor…

Me lo agradece y nos despedimos. No he vuelto a saber de ella.

Ya había olvidado casi todo, cuando hoy amablemente me han invitado a tomar una copa en un lugar tranquilo y agradable ubicado en la calle Helsinki: ¡¡Oscar´s Pub!! 

Ha sido casi como desenterrar un cadáver que estaba escondido en el jardín.

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3 Comentarios

  1. Buena escritura. Se desliza impecablemente.

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  2. MARIA BETANCOR GUTIERREZ27/1/13

    MUY REALISTA, ME ENCANTA, EL FINAL, UN POCO FRIO, PERO ADECUADO AL RELATO, FELICIDADES.

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  3. Suele ser habitual en tu escritura. Narrar una película, visualmente intensa, dolorosa, que cierra en un círculo triste, creíble.

    Literaturalizar la vida de los otros, tener el talento y las ganas para hacerlo, y hacerlo bien, es un prodigio.

    Un abrazo, querida Encarna.



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