Se alquila

LILYMETH MENA -.

Pasar de los treinta y encontrarse soltero es de las peores cosas del planeta, no para aquellos que así lo han decidido, desde luego, sino para los que con gusto cambiarían el lugar que ocupa el perro en su lecho con alguien más así como de su tamaño. 

Aún cuando hoy en día ser soltero es más un estilo de vida que un simple “status”, la soltería es todo un mundo delicado y complejo, contiene delgadas y delicadas líneas que pueden ser violadas de manera casi insensible para los que no están habituados a los ridículos límites mentales. 

Digamos, para los espíritus libres, por ejemplo.

Mientras que quizá al tipo que se siente el soltero mas codiciado de su círculo de amistades le pueden las indiscreciones, a la chica con la que sale de vez en cuando no le preocupa andar por ahí contando algunos detalles de su intimidad, cosa que seguramente él tomaría como violaciones a su vida privada y además a su “fama” de macho sin compromiso. 

Igualmente cuando una se encuentra soltera a cierta edad, digamos en los treintas cuasi cuarentas, es muy delicado tal vez dejarse ver con un solo hombre, o igual con muchos, a la gente nunca se le da gusto. Hoy en día pareciera que el compromiso está pasado de moda.

Es un desterrado de sus propias fincas. 

¿Quién sabe cuándo o cómo sucedió eso?

Antes, cuando éramos inocentes, muchos pensaban en casarse y tener hijitos, a lo mejor, hasta un perro o un gato; y como en los cuentos o en las películas, vivir felices para siempre. 

Yo me doy cuenta que me he vuelto mucho más quisquillosa con los años, y no porque me sienta la mujer mas bella, linda o inteligente del planeta, sino todo lo contrario. A estas alturas cuesta mucho más trabajo dejar entrar a alguien, entender que abandonar la soltería comprende compartir tu tiempo y tú espacio con alguien más. 

Sobre todo cuando se ha vivido en solitud muchos años.

Cuando has tenido tanto tiempo para pensar en tanta tontería, e inevitablemente un enjambre vive en tu cabeza.

Esta uno tan mal hecho a sus manías y extrañas costumbres, que no puedes creer que otro ser en el universo sería capaz de entenderte por completo, de aceptarte como eres. Y por obviedad, es más saludable y cómodo evitarse la fatiga de arriesgarte y descubrirlo tú mismo. 

No es intolerancia a las manías que pudiera y debe tener el otro, sino a las propias, a lo que uno ve de sí mismo reflejado en el espejo de la gente con la que tratamos. 

Todos esos detalles y errores que no nos gustan de los otros, son solamente inofensivas expresiones de nuestro yo interno que se deja vislumbrar un instante. 

Y es normal que no nos guste lo que vemos.

Así que la solitud a esta edad es más cosa de mamonerías, que de verdaderas y válidas razones para vivir solo.

Me imagino que es incontable el número de solitarios que andamos por ahí suspirando y moqueando, porque no tenemos quien nos caliente los pies con los suyos en una noche fría de enero, así, como esta. Y que somos nosotros mismos quienes nos boicoteamos, encontrando “peros” todo el tiempo para no consolidar ninguna relación. Nos vamos consolando de cama en cama, encontrando instantes de cariño que no alimentan nuestra miserable alma hambrienta. Nos permitimos algunas noches de pasión a cambio de miles de noches de verdadero amor, que nadie ha dicho que no pueda existir en alguna parte. 

En mi caso me doy cuenta que mi lista de requerimientos para mis prospectos se va alargando, si yo fuera hombre me sería agobiante, casi cagante, tener que recordarlos todos. Dar la mano cuando vamos por la calle, abrir y cerrar puertas, ceder el último trozo de pizza, un beso antes de dormir, la caricia traviesa debajo del mantel, una nota breve pegada en el tocador una mañana cualquiera. 

Creo que mientras más viejos nos volvemos más insoportables para ser cortejados.

Y por eso nos vamos por ahí doliéndonos de nosotros mismos y lamiendo las heridas que no pueden sanar, porque la distancia que ocupa el departamento vacío, entre el “yo” y el “nosotros” ocupa cada vez mas espacio en nuestro viejo edificio.

Yo a veces he tenido toda la intención, he barrido y limpiado ese departamento, pinto las paredes y recubro los huecos, incluso he colocado puertas nuevas. Pero no he podido dar el siguiente paso, me acobardo a la primera muestra de “querencia”. 

Quizá lo que realmente necesito es dejarme de pendejadas y de remodelaciones que ni hacen falta. Recién pinté un letrero con letras bien grandes para colocarlo en la ventana que da hacia fuera, para que lo vea todo el mundo, en caso de haber algún interesado. 

“Se alquila, muy barato”.

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3 Comentarios

  1. Es cierto que cada vez la cosa se pone más difícil, porque aunque añoremos una compañía, también valorizamos las delicias de la soledad, de la libertad de movimiento, de no tener que vivir en función de las mañas de otro.

    Ni lo uno ni lo otro ni lo intermedio, al menos hasta que Cupido tenga buena puntería y toda nuestra argumentación legitimadora se haga trizas nuevamente.

    Un abrazo fuerte, Lilymeth.

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  2. Mi estado civil en mi documento nacional de identidad sigue diciendo "soltera" esta formalidad pasa por alto que ahora tengo quien me de calorcito en invierno y me hiperacalore en verano. Nada ha cambiado en lo formal. Mi estado de soltera sola y en espera de la llegada de Cupido duró hasta pasado los treinta, tenía entonces pocas espranzas de caer en un estado de ocupación total pero sucedió. Cuando me enamoré, cuando mi corazón se ocupó y copó mi soltería pasó a segundo plano, soy soltera enamorada. Sé y entiendo ese estado en que nos incomoda estar solos y a la vez nos acomoda en sentido de bien-estar con uno mismo. Yo sabía que el paso del tiempo iba en contra de mi deseabilidad y perpetuaba mi disponibilidad. Nos pasa a todos y creo que en especial a las mujeres nos toca un poco más porque realmente son pocos los hombres que saben amar a una mujer entrada en años.. estamos en contra de la naturaleza que los hace ir hacia la carne fresca.
    Eso que nos pasa, lo reflejás super bien! Un abrazo.

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  3. punzante y letal como siempre, nuestra escritora.

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