Sueños

GABRIEL PRACH -.

El primero llego el sonido, como una manada de potros salvajes que corren a tu encuentro, como un tren que viene de lejos y se aproxima a ti con un ruido infernal. La casa tiembla entera y mi cabeza atrapada se niega a salir. Yo aprieto los puños y cierro los ojos, de pronto, en un instante, mi llanto desconsolado inunda los cuatro rincones de la pieza, luego todo se desvanece y me duermo. El reloj marca las diez de la mañana. Oí una voz suave, queda, casi un susurro. Ella canta; Afuera hay ruido de vehículos que pasan, perros ladrando, hojas secas que crujen cuando las revuelca el viento. Una llave gotea interminable y los perros, callenlos por favor. Ruido de pasos, unos pies pesados se acercan a la puerta, otros pies corren ligeros por la habitación, oigo ruido de ropas que caen. La puerta rechina cuando se abre y un crujir de dientes se percibe, su voz es gruesa, ronca, con un tono plano y monocorde que habla fuerte como escupiendo las sílabas y resulta agresivo e insultante. La otra resbala por los rincones con agradables matices, pronunciando las palabras lentas y ordenadas, bajito, como con respeto, humilde y casi humillante. Afuera la noche ha llegado y la lluvia repica con fuerza en las planchas de zinc, el viento se filtra por las ventanas y aúlla despavoridamente. Siento miedo, me acurruco y me duermo. Esa noche soñé con perros, estaba yo en medio de un bosque rodeado de ellos que lamían mi espalda, me sentía extrañamente protegido, pero asustado. ¿Me estaban cuidando o solo querían devorarme?. Después de eso no me acuerdo.

El segundo día desperté temprano y fue entonces cuando lo percibí. Una mezcla de almizcle y tabaco, olor a madera seca, a hierba verde y rozas frescas se esparce por todas partes y como un suero lubricante recorre mi piel. Ella sentada a mi lado huele a mar, a tierra húmeda por el rocío de la madrugada, su boca y sus labios huelen a miel y fresas. Se levanta y se va. De la cocina se acercan múltiples olores, se filtran por debajo de la puerta y en vez de expulsar los que están allí, se mezclan con ellos generando uno indefinible, fruta fresca cortada, vapor de verduras con carne hirviendo en el fuego, olor a sangre, a sexo derramado en la ropa interior sucia del lavado. Huelo la lluvia de las nubes que se alejan. Silencio, son las cinco y una bocanada de humo y alcohol inunda el entorno, olor a bares, a mujeres baratas proviene de sus ropas, mezcladas con sudor, polvo y humo, es un olor a fábrica. Ella gime y entonces otro olor invade mi alrededor, me acurruco, trato de dormirme y no puedo, la ventana esta cerrada y el ambiente es denso, asfixiante casi, por fin me duermo; Esta vez no hubo perros, ni bosque, solo un inmenso desierto y yo caminando por él con una flor en mi mano derecha y en la izquierda unos zapatos.

El tercer y último día desperté al alba, como si algo presintiera, por entre mis párpados entrecerrados comenzó a filtrarse una luz tenue y difusa, poco a poco fue creciendo hasta hacerse insoportable, abrí los ojos y la luz inundó mi cerebro, ahuyentó de mi toda oscuridad, alejó las sombras y los fantasmas y entonces pude ver. Contemplé primero su rostro hermoso, joven, suave, de rasgos delicados, con dos enormes ojos negros, su frente era pequeña y su barbilla elegante, su mirada inteligente, relajada y protectora. Pude ver la ropa colgada, la cama, las paredes y la luz filtrándose por sus grietas, cada rincón, cada madero, ví la calle mojada, los árboles verdes y un cielo gris, pero no llovía. Todo está húmedo y como goteando, con una cara limpia y fresca. Silencio, él se acerca, sus enormes pies traspasan la puerta, mientras su rostro exhibe terribles muecas sus brazos se mueven como aspas de molino, sus dedos nervudos ultrajan y buscan, revolviéndolo todo. Yo me acurruco y me espanto, ¿Quién es éste que atropella con todo?, ¿De quién es esa ropa que mete en un bolso y se lleva? Ella sentada llora, tiemblan sus hombros estremecida por los sollozos, yo trato de gritar y no puedo, solo gimoteo asustado. Luego él se marcha cerrando la puerta con violencia que sacude la pared botando una foto de una pareja de novios sonrientes que se estrella en el suelo rompiendo el cristal que la protege, después todo queda en silencio. Ella acostada a mi lado ya no llora, yo con mi cara en su pecho me relajo y me duermo. Esa noche volvieron los perros a mis sueños, pero esta vez sonreían y jugaban conmigo, ya no había miedo.

Imagen: © Gregory Crewdson

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5 Comentarios

  1. Cormac McCarthy, Raymond Chandler y Akira Kurosawa.

    Muy bueno

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  2. Raúl de la Puente27/3/13

    David Lynch te robaría los sueños. Alucinantes.

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  3. Esto de vivir en tantas dimensiones, amigo Prach. De día nos controla el sistema, de noche nuestro subconsciente. Estamos jodidos. La pesadilla dura las 24 horas.

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  4. Un sueño que es más bien una pesadilla. Muy bueno. Saludos.

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  5. Muy gráfico, hasta me pareció estar viéndolo en mi mente. Los relatos breves y abundantes en imágenes son lo que más se me dan (me gustan!). Con este relato me voy a descansar y soñar, ojalá no tenga pesadillas ni sueños muy convulsos. Suelo soñar en imágenes muy simples y tener dulces sueños.
    Saludos!

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