La Thatcher



Por Pablo Cingolani

Ella, y Galtieri, fueron los responsables principales de la muerte violenta de más de un millar de jóvenes argentinos, en guerra y por las secuelas de esa guerra.

Tal para cual y dos fachos: una política neurótica y un milico alcohólico, que aparte de conducir a esos jóvenes a una aventura militar, manipulando una causa justa, ya era responsable de otras muchas otras muertes, como ex comandante del II Cuerpo de Ejército, cuando tuvo bajo su cargo una cuota de responsabilidad estratégica cuando el terrorismo de estado y la dictadura militar encabezada por Videla, asolaban Argentina.

A La Thatcher, a la futura baronesa, le vino como anillo al dedo que Leopoldo Fortunato se invada las Malvinas, ya como Comandante en Jefe y presidente de una usurpada República Argentina: con el contraataque, y por el “honor” del Imperio, tenía la pantalla ideal para cubrir sus abusos y sus represiones que estaban destrozando al proletariado inglés y reconvirtiendo la economía de esas otras islas que forman la Gran Bretaña al neoliberalismo más secante, de manera pionera en el mundo y con una eficiencia brillante, de cirugía quirúrgica, de cirugía mayor.



Tal vez en otra vida, en el infierno o en el cielo donde se encuentren (eso lo decide Dios, no nosotros), tal vez ellos dos, tales para cuales, puedan desenvolverse en esos ámbitos: ella de cirujana, y él de carnicero.

O viceversa, porque La Thatcher también carga -en algo que desconoció por completo y que se llama conciencia- la matanza de esos jóvenes argentinos y Galtieri y los que mandaban igual que él en el período más oscuro de la historia argentina, creían que, cuando andaban asesinando a lo mejor de una generación de luchadores populares, estaban extirpando un tumor o algo así del cuerpo social de nuestra patria.



Dos cirujanos, dos carniceros, dos asesinos: tal para cual, la Margarita y el Leopoldo, la baronesa plebeya y el beodo entorchado y amigo de los halcones del State Department que lo usaron para enfrentar al sandinismo en Nicaragua y luego lo traicionaron en el Atlántico Sur (Che, Galtieri: Do you remember Mr. Haig?).

Sigo caminando con los ex soldados combatientes –mis hermanos, mis amigos- que enfrentaron de manera real y efectiva al imperialismo con las armas en la mano y con esos pilotos argentinos –nobleza obliga- que le hundieron el Sheffield a la dama de hierro y que primero, seguro, la hicieron temblar –la señora Thatcher también era un ser humano- y luego vociferar, en inglés of course: ¿porqué mierda (shit en inglés) no se rinden estos salvajes, estos argentinos?

Ahora se lo puede estar preguntando a Galtieri, allí donde se encuentren: ¿por qué nos rendimos Galtieri, cuando nuestros soldados no querían rendirse? (eso te lo pregunto yo).

En el cielo o en el infierno, puede que Leopoldo y Margarita se vuelven a encontrar, eso –ya lo dije- no lo decidimos nosotros.

Esas son cosas de difuntos, que nosotros respetamos, no como los señores británicos que hasta hoy no siguen respetando el derecho de las madres argentinas de los ex soldados combatientes de Malvinas de encontrar el cuerpo de sus hijos que murieron en nuestra tierra, en nuestras Islas Malvinas.

Hasta hoy, con La Thatcher o sin La Thatcher, no lo respetan.

Mientras tanto se la pasan haciendo referéndums de morondanga para preguntarle a los ingleses que viven en nuestras islas si quieren o no seguir siendo ingleses. Hoy, la CNN, a propósito de la occisa y de tan obvias tautologías, recordó uno de los discursos de la Thatcher, cuando la guerra: “No podemos dejar a nuestros ciudadanos en manos de la dictadura argentina”.

Estas palabras de la Thatcher –reproducidas por la principal cadena de noticias y de desinformación del imperialismo- prueban dos cosas:

1. que ella y Galtieri jugaban la misma puta partida de ajedrez, del mismo lado, las piezas negras de los heraldos negros y

2. que la “autodeterminación del pueblo de las Falkland”, que esgrime el actual gobierno inglés, se la pueden meter bien adentro pero bien adentro por donde ya saben y que el referéndum que se han montado, es pura farsa.

Ya lo dijo la baronesa en 1982, no quien suscribe. Ya lo dijo para justificar una intervención militar hipócrita y marketinera, donde murieron miles de jóvenes argentinos.

Chau Margarita, no te voy a extrañar. Decile a Galtieri que tampoco lo extraño. A los dos, les digo que al que lo extraño, y lo extraño de verdad, es al Gaucho Rivero, que encabezó la resistencia nacional y popular cuando los piratas de entonces invadieron las Malvinas en 1833.

Lo vi renacer en nuestros soldados y sé que sigue vivo en cada uno de nuestros ex combatientes. Entonces, siento que el Gaucho Rivero sigue presente, con ellos y entre nosotros, así como cada uno de nuestros muertos en todas y cada una de las guerras que tuvimos que librar en defensa de la Argentina, en defensa de nuestra patria.


Pablo Cingolani
Río Abajo, 8 de abril de 2013

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2 Comentarios

  1. Comparto cada una de tus palabras, querido amigo.

    Un abrazo fuerte

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  2. Anónimo15/4/13

    Un "animal político", audaz y determinada, implacable, pero hembra, quizá una mala persona pero no una neurótica en absoluto, sino una política con un plan de acción desde muy tempranamente, quizá por influencia de su padre, clasemediero, un tendero sin hijos varones, un tendero que hacía a sus tres hijas leer dos libros por semana y darle al padre el consabido reporte. Margaret tuvo en todo una trayectoria directa y brillante. A sus veintipico años ya había terminado su carrera, adquirido un esposo businessman y un par de hijos. Entonces se lanzó a la política dentro del partido conservador o Tory, el de los lords y sirs, siendo ella una joven clasemediera hija de un tendero. No les tenía ningún miedo a esos tories de los 1970s, medio hippies, medio drogos, hijos de papá, buenosparanada, herederos, arrendatarios.

    Napoleón creyó insultar a Inglaterra, cuando la llamó "une nation de boutiquiers"; pues esa "nación de tenderos" dio uno que tuvo una hija llamada Margaret, la enemiga implacable de Francia y Alemania, la mujer que se volvió el símbolo del eje anglosajón del "bienestar capitalista", el Eje del Bien, la fórmula para reinventarse como centro financiero del mundo, ya que se había llegado a la conclusión en Londres y Washington de que el capitalismo nuevo era el financiero y no el industrial, permitiendo tanto Reagan como Thatcher que sus respectivos países perdieran su base de producción industrial al exportarla a Asia y Latinoamérica en busca de mano de obra barata.

    Hija de un tendero, hija por tanto de la entraña generatriz del imperio británico, la Thatcher se sentía una patriota, y era fría y analítica, y aunque en sus apariciones en el Parlamento soltara su pasión, lo hacía deliberadamente y con un sumo desprecio por la clase parasitaria de lords y ladies anacrónicos que de nada servían al nuevo conservadurismo Tory que ella tenía en mente. Ellos y ellas lo sabían y la detestaban cordialmente.

    Tuve la ocasión, gracias a mi esposo (historiador), de conocer personalmente a un viejo Tory, un veterano de la Segunda Mundial, historiador de Oxford University, "provost" de Queen's College, Lord Robert Blake, barón de Blake. Estaba el hombre indignado con la Thatcher al punto de que dijo públicamente que estaba dispuesto a renunciar a su título y, por tanto, a la Cámara de los Lords, como ella lograra que se aprobara el draconiano presupuesto de educación con el que intentaba crear un sistema clasista de educación. Nos dijo Blake, en presencia de su encantadora esposa que andaba calladita al verlo enrojecer de indignación: "se lo debemos a los estudiantes sin dinero, les debemos una educación de altura como la que no pudieron tener sus abuelos por acudir al frente de lucha y morir a cientos de miles y del modo horrible en que murieron, en las trincheras, entre el barro". Gracias a Dios le apoyó en esta batalla solitaria el ex primer ministro inglés McMillan, el cual libraba una batalla similar por los mineros, sus ex camaradas del frente y no pensaba abandonarlos.

    Thatcher se salió con la suya en cuanto a los mineros pero no en cuanto a lo de la ley de educación y ello gracias a Lord Blake que se jugó su título contra ella, un título que no era heredado sino asignado como recompensa a su valor durante la guerra. Blake murió al poco tiempo sin embargo. El disgusto y la lucha contra Thatcher le costó la vida. Así que Margaret, la mariposa de acero, se cobró otra vida. Estoy segura de que, si existe la vida de ultratumba, Lord Blake estará sonriendo y muy satisfecho de haber batalleado una vez más, una última vez, y de hacerlo contra Margaret Thatcher. Pero, si hay cielo, no creo muy probable que se la vaya a encontrar por esos lares...

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