Dormida en aquel regazo

LORENA LEDESMA -.

Como todos los domingos, fuimos a comer a casa de mis tías. Nuestro menú invariablemente fue el asado con mucha ensalada y al final una torta improvisada con pionono, chocolate, merengues y mucho dulce de leche. El resultado fue una especie de bomba atómica que me resistí a probar. Sólo robé de los platos cercanos unas cerezas con dulce de leche.

Durante la sobremesa recordamos a mi abuela que tuvo la desgracia de morir joven y pasar sus últimos años de vida postrada en una silla de ruedas producto de un derrame cerebral. Ese es un recuerdo muy doloroso para mí porque nunca terminé de asumir su situación.

Mi abuela dulce y vital, de un día para otro se convirtió en un ser ausente que no hablaba y casi no podía moverse. Cuando la miraba podía notar en sus ojos que aún sentía y pensaba con lucidez pero que el cuerpo se había convertido en una prisión cruel para su alma. Estuvo así durante años, aunque mis tíos la cuidaron con devoción. Fueron pocos los que visitaron a mi abuela en ese estado, cosa que indignaba a mis tías, porque ellas siempre habían sido extremadamente sociables y le abrieron las puertas de su casa y su corazón a más de uno que luego les dio la espalda. Cuando oía ese reclamo sentía que un puñal se me clavaba en el corazón porque yo era una de esas personas que se distanció a partir de su enfermedad. Pero lo cierto era que me daba tanta tristeza verla así que se me hacía imposible acercarme a ella de la manera que lo hacía antes. Sabía que sus ojos me llamaban y buscaban mi voz y compañía en su momento más difícil. ¿Miedo? Puede ser...

La angustia me embargaba al verla y me paralizaba. En el fondo de mi corazón quería abrazarla y contarle muchas cosas porque realmente necesitaba a mi abuela. Mi familia se reunió normalmente a su alrededor hasta que un día una mala aspiración al comer la llevó al hospital del que no salió. Durante el tiempo que estuvo con nosotros después de su derrame, se fingió que nada había cambiado, pero yo la empecé a extrañar desde ese momento, la lloré desde esa misma noche, de modo que cuando la muerte llegó a buscarla no sentí deseos de llorar sino de recordarla como antes.

Mientras tomabamos el café y mis tíos recordaban sus salidas de las épocas de su padecimiento yo me quedé en silencio recordando los paseos de su mano gorda y tibiecita por las calles para comprar frutas para la tarde, los tazones de matecocido para la merienda que acompañábamos con pancitos de queso, las tortafritas de las tardes de lluvia y las noches en que el sueño me sorprendía cayendo dormida en su regazo mientras miraba la tele en el patio. Extraño mucho a mi abuela.

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11 Comentarios

  1. Una bella y triste evocación poderosamente narrada, que deja al descubierto ciertas culposidades ancladas en el alma de la autora.

    Un fuerte abrazo querida Lorena.

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  2. Ay de nuestras vidas sin una abuela a quien guardar tiernamente en el recuerdo de los afectos más entrañables!!!
    Cuánto te entiendo, Lore.
    Tuve dos abuelas buenas, diferentes, marcantes de mi identidad podría decirte sin duda alguna. Cada una marcó algo de quien soy. Y, porque no, de quien no quise ser.
    También recuerdo las manos de mis abuelas, sus olores a delantal cocinero, las sopas con queso rallado de una, los dedos armando mis trenzas rebeldes de la otra. De una su pasado de origen charrúa, su irreligiosidad india, la potencia de afirmarse en la vida pese a toda adversidad. De la otra, su amor devoto y dichoso por mi también adorado abuelo, su caracter escéptico y su don para alimentar a una familia multitudinaria con arte.
    Y también las añoro, sobre a una de ellas con quien viví nada menos que desde que nací y hasta los 18 años. Incluso a veces la lloro aún, luego de tantos años desde que se la llevó la muerte.
    La abuelidad, la buena abuelidad, es un regalo maravilloso para una niña en su vida.
    Te abrazo desde el corazón, como siempre.

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  3. Aqui al que es muy pesado se le dice "No tienes madre" o "No tienes abuela". Yo no tuve nunca abuelos, ni abuelas. No se lo que es extrañar un amor asi, por que nunca lo tuve, aunque es bueno no poder echarlo de menos.
    Lo que si comprendo es lo triste que resulta ver a un ser reducido, un cuerpo alegre, reducido a una silla o una cama.
    Esa mente que antes brillaba, y que ahora esta postrada en un cuerpo que le imposibilita seguir su camino de una manera dichosa.
    Me gusta leerte, no me cansa.
    Parece que me lo platicaras y eso me agrada.
    Cada que alguien menciona el Mate. Me pregunto que sera y a que sabra? me gustaria que alguno de ustedes que lo conoce y consume. Escribiera algo al respecto. Algo asi como Mate para el corazon.
    Gracias por compartirte Lore, y por no dejar de sentir asi.

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  4. Anónimo10/11/10

    Las abuelas nos han marcado a todos, incluso a quienes no las conocieron, siempre hay un atisbo, una referencia, alguien que dice lo que fueron. Yo, en un momento de la vida tuve tres abuelas, la materna, la paterna y la abuela de mi madre, mi bisabuela. La llamábamos la abuela gorda porque lo era. Muy simpática y chocante. A veces, debido a su excesivo peso, como le costaba andar, mi abuelo, su hijo, la transportaba en un carretillo, de esos de tres patas con dos asas.
    Ah...las abuelas, cuántos recuerdos, cuántas cosas.
    Un abrazo a todos.

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  5. Gracias!! Valoro mucho sus comentarios porque es otra forma de compartir y aprender algo más de ustedes y de la vida misma.

    Un gran abrazo a los cuatro.

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  6. Cada una de vuestras evocaciones son poemas en sí mismos. Quisiera autoinvitarme y tomar en el tiempo esa otra mano desocupada de sus abuelas y pasear y generar tan bellos recuerdos junto a ustedes.

    Mi abuela, la única que conozco, es más cascarrabias que consentidora. Como sea, me crió y la quiero mucho y le debo todo el respeto. Mi otra abuela, también viva y que supo tardíamente de mi existencia, poca bola me ha dado. Pero las cosas ya fueron así.

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  7. me acuerdo de todo eso pero no se me ocurriria escribirlo y seguro que lo haría mal. te extrañamos. cuidate y no te rompas!

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  8. Me rompo?? Eso decías porque me veías muy delgada o cuando me notabas muy triste.. Las dos opciones perfectamente viables ahora como en aquellos momentos. Ni modo, así me aguantás querido como yo te banco a morir. (debería llamarte y no comentar.. jaja..)

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  9. Estimada Lorena:

    "...De alguna manera necesitaba negarme al placer de saborear los deliciosos platos preparados por mis tías, sabía que al caer la tarde, de a poco se presentaría la necesidad de aguardar el plato fuerte que con más deleite conjugarían mis sentidos: recuerdos tibios, abrazos tiernos, el incendio de mi olfato con aroma a frutas que llegaron de la mano de mi abuela. Quizás nunca nos despedimos - eso es cierto-, tal vez éste Domingo mis tíos la memoraron por sus padecimientos, puedo decir en cambio que presencié la fortaleza de mi abuela al dejar que mis sentidos se impregnaran de sus aromatizados y vivos recuerdos. Después de mucho tiempo, Hoy ha sido el mejor Domingo, en casa de mis tías."

    Un abrazo a su corazón, estimada Lorena. El mío se lo envía. K.

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  10. Un joya de relato... se deja llevar como una corriente... que bueno haberlo recuperado... Lorena, grande...

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  11. Hermoso relato de vida que desborda ternura. Tuve una abuela muy presente en mi infancia, incluso viví con ella varios años. Murió ya muy anciana en mi casa, pero todos mis recuerdos de niña están impregnados de su presencia.

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