Gazaperas

ROBERTO BURGOS CANTOR -.

Cada día que transcurre se torna más difícil la comprensión de Colombia. Una sucesión de seres providenciales, iluminados por una fe desconocida, creen tener la legitimidad de un puñado de verdades que oponen a la ley y a una sana convivencia. Es curioso que estos iluminados ejercen su prédica con una pasión dogmática, iracunda, sin caridad, que conoció el país en tiempos de monseñor Builes y que ahora por parte de las iglesias se ejerce con algún grado de discreción.

Lo peor de los portadores del fuego purificador es que detentan el carácter de funcionarios públicos y van por el mundo predicando sus convicciones íntimas no siempre acordes a la ley, y al emanar de alguien investido de influencia, para no escribir autoridad, disminuyen el espacio de reflexión del ciudadano inerme.

Para quienes vivimos una Colombia que se incorporaba a la alegría mundial de amar, fraternizar, igualar, cambiar; nos dura la impresión de un país austero, de pocos escándalos, y a lo mejor con los crímenes de siempre algo escondidos. Se escondían no por vergüenza sino para hacer eficiente el delito y disminuir la pena al evitar la afectación moral de la comunidad. Un ejemplo ayuda: en la alta noche, en un barrio de alcurnia, una madre había sacado de la fiesta a su hija. Señorita y linda ella. Con ese nombre: Nora. Y la sacó porque se dio cuenta que los vinos que nunca antes había bebido empezaban su efecto. Ya fuera de la fiesta, en la intemperie con rocío del mar el efecto del vino se potenció. La madre tomó con fuerza el antebrazo de la Nora y se pegó a ella para evitar la caída. Le empujaba los pasos y le decía sin cansancio: ¡disimula Nora, disimula! Se trata de eso, disimular.

Ahora no se disimula. Hemos optado por establecer la igualdad a partir de la desigualdad del privilegio. Si usted devenga un salario desmesurado, yo también tengo derecho. No a pedir salarios justos, sino a pedir que el mío sea también una excentricidad injusta, inmoral, insoportable.

Es probable que ver los billetes amontonados en sacos de fique y en cajas de cartón sin saber su procedencia haya deteriorado el coco de la gente. Basta pensar lo que le costaba a un cargador del mercado público tener apretado un pequeño billete de cincuenta centavos, para medir la transformación.

Cómo recuperar un propósito de virtud si nadie sabe lo que ella es. A quien la ley le confía la representación de la comunidad decide representarse a si mismo.

El otro ejemplo: el aborto.

La comunidad tiene diversas percepciones sobre el aborto. ¿Si el personero de la sociedad debe representarla a toda por qué toma partido por una parte de ella? En Colombia hay personas que no saben, todavía, lo que es una violación y sus efectos. Después van al baño por un dolor de entraña y no deponen sino que expulsan. ¿Cuánto litigó mi comadre Ximena Castilla para evitar que una campesina muriera en la cárcel por una ignorancia invencible?

Imagen: Boligan

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1 Comentarios

  1. Anónimo22/7/13

    Están en todas partes para machacarnos el cerebro. Buen texto.

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