Un polvo con olor a pelota

GONZALO LEÓN -.

Pudo haber sido a finales de 1994 ó 1995, no recuerdo bien, aunque prefiero escribir que fue en 1994, porque ese fue el campeonato que ganó el Real Madrid y en el que Iván Zamorano se abrazó efusivamente con Amavisca en el Estadio Santiago Bernabéu. Bueno, ese año 1994 yo había lanzado mi primer libro y andaba despreocupado por la vida. Uno cuando publica su primer libro se cree escritor y asume todos los lugares comunes que tiene esa figura, así es que estaba cesante, pololeaba con una mina anoréxica, compraba cocaína una vez a la semana, no leía.

Precisamente con mi novia anoréxica habíamos quedado de juntarnos en Viña del Mar. Yo me fui antes para estar con mi madre y ella me alcanzaría después. Pero como además de anoréxica estaba un poco loca, no llamaba y yo ahí, en el departamento de mi madre, esperaba a que sonara el teléfono. Al final me aburrí y le dije a mi madre que, si llamaba Florencia, le dijera que estaría en la Residencial Victoria, ubicada cerca de la plaza del mismo nombre, aunque puede que me equivoque y esta sea una libertad literaria solamente.

Cuando iba a visitar a mi madre, solía ir al Sindicato de Estibadores en Valparaíso, lugar en el que se hacían toda clase de fiestas. Ahí aprovechaba para juntarme con Kita Doll, Chicho Fresco o Ella. Pero esa noche ninguno de ellos llegó al sindicato. De Florencia no tuve noticias, pese a que llamé a mi madre. No mijito, no ha llamado la Flo,… cómo es que se llamaba esa niñita. ¡Tan loca que es! Usted se merece a alguien mejor, ¿no lo cree? Después de unos sí, sí, mamá, colgué y me encaminé a la residencial que hubiera compartido con… cómo era que se llamaba…

Momento, un incidente llama mi atención en la calle. Un travesti increpa a una mina: Soy más puta y además sapa. Me quedé observando a la mujer y me di cuenta de que era bajita, morena, buen físico aunque algo robusta, pelo corto. No sé, me quedé pensando en qué parte de esta insípida mujer el travesti había visto lo puta. Cuando el incidente pasó recordé que al otro día jugaba Tenerife con Real Madrid y que Iván Zamorano seguramente metería un gol. Pensé también que debía llegar temprano a la residencial para despertarme y partir a ver el partido donde mi madre.

Sin embargo, algo pasó. La mujer vino hacia mí y me dijo hola. Yo dejé de pensar en el partido y contesté instintivamente: Hola. Empezamos a caminar, ella iba en dirección a mi residencial: nos pusimos a conversar. ¿Qué hacías con el travesti? Nada, lo que pasa es que lo conozco. ¿Fue para tanto el atado? Le respondí que no, pero que había una familiaridad extraña en la pelea, como que fueran hermanos o amigos. Ella me aseguró que por ningún motivo sería amiga de un travesti y yo le creí. Seguimos hablando y preguntó lo que hacía yo. Y ahí, inflando el pecho, dije soy escritor. ¿Ah, sí, y qué escribes?, y yo cuentos. Cuentos, repitió ella, mira qué bien, un tío mío escribía cuentos cuando chico. Debo reconocer que esa observación me enojó, así es que ella para remediarlo me dijo eres lindo. Yo sabía que no era lindo, aunque mi madre se cansara de repetírmelo, pero sabía que si ella me decía eso era por algo. Y con ese conocimiento le agarré el culo, y ella se apretó a mi cuerpo y me dio un beso. Luego le comenté que tenía una habitación arrendada en una residencial por aquí cerca, y ella contestó que si la estaba invitando.

En lo que quedaba de camino encontré la razón del por qué el travesti le había dicho puta. Yo no quería esperar a llegar a la residencial, pero ella dijo algo que me perturbó: Mi trabajo me prohíbe tener sexo en la vía pública. ¿Y en qué trabajas?, consulté riendo cuando ya golpeaba la puerta de la residencial. La respuesta tardó en llegar porque nadie abría la puerta. Cuando estaba a punto de ponerme a patear la puerta, la mujer de cuyo nombre no sabía sacó una placa y se puso a gritar: ¡Carabineros, abran! No sé si la placa habrá sido real o falsa, pero lo cierto es que nos abrieron y pasamos a la habitación y yo me desnudé y ella extrajo un baby doll de la cartera que sólo se puso para que viera cómo le quedaba y nos pusimos a tirar sin condón.

No recuerdo haber tirado tanto en mi vida. No sé si fue porque era joven o porque el sexo con Florencia era malo, pero no dormí casi nada. Un momento dormí y al despertar observé a ella lamiéndome los cocos. Con la luz del día sentía que eyaculaba, pero ya no había semen. Creo que estaba deshidratado, no sé si se lo dije, pero lo que me llevó a abandonar la residencial fue el partido del Real Madrid con Tenerife. Me vestí rápidamente, ella un poco más lento, como molesta por la razón que le había dado, quizá hubiera preferido que le dijera que estaba deshidratado, pero no sé me incomoda mentir.

A la salida enfilamos hacia el Mercado El Cardonal y, como no me quedaba ni un solo peso, tuve que pedir unas peras a un puestero. Afortunadamente la gente en esa época, en Valparaíso, era buena onda. Hidratado, me despedí de la mujer en un paradero de buses. Ahí, justo antes de subir a la micro, le pregunté: ¿Cuál es tu nombre? Ivana, dijo, Ivana Madrid.

Publicado originalmente en el blog del autor el 20/10/2010

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3 Comentarios

  1. Divertido relato, me preocupa el tema de la profilaxis en segundo plano pero bueno... así son los escritores.. unos rock stars.

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  2. Pobre novia anoréxica y despistada, le metieron un golazo de media cancha.
    Entretenido relato.

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  3. Me gusta la realidad cruda y directa con que describes los acontecimientos. Por momento me he transportado a ese escenario. Bueno, original y sobre todo muy directo.

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