Los ponchos del presidente


CLAUDIO FERRUFINO-COQUEUGNIOT -.

Los textiles han sido desde siempre aspecto fundamental en las regiones andinas. Quienes saben, los incluyen entre los más sofisticados del mundo. Todos parecen entenderlo menos los bolivianos. Estas “cosas de indios”, como despectivamente los cataloga la ignorancia, representan nuestra mejor herencia. Lo que para unos tiene representación cultural, para otros implica solo valor comercial. Entre estos últimos, lástima decirlo, está el presidente de Bolivia que entre sus haberes dice tener, recibidos de regalo, 500 ponchos que cuestan cien mil dólares. Qué pensamiento colonial, capitalista el suyo. Cuando lo que debiese hacer es donarlos de inmediato al museo textil sito en La Paz o crear otro donde se preserven las muestras de un arte que en un par de décadas será historia. Pero supongo que prefiere venderlos, ya que los ha declarado dentro de un amplio patrimonio que desdice su pobreza. La alharaca oculta la verdad.

Por lo general, las comunidades conservan tejidos ceremoniales a cargo de su dirigencia. Fue sonado, y sigue siéndolo, el saqueo de aquellos de carácter sagrado del pueblo aymara de Coroma, vendidos a precios irrisorios a traficantes de arte que los ubican en el mercado de coleccionistas. A la larga pareciera que el robo será la única manera de conservarlos, ya que no hay políticas racionales que los protejan, ni interés siquiera. Algunos de los textiles de Coroma fueron devueltos hace unos años gracias a un operativo de rescate del FBI en los Estados Unidos. De buena fuente me informé que recuperados pronto desaparecieron, y que en su lugar se puso imitaciones. Alguna dirigencia, como es ya común, los aprovechó. No sabemos defender lo que tenemos. Nunca lo hemos sabido y menos hoy.

Cada vez que los plurinacionales del MAS se reúnen a decidir el destino de los demás, disponen sobre sus mesas de “trabajo” espantosos tejidos “autóctonos”, fabricados a máquina en maquilas coreanas. O hay demasiada estupidez o alguien sabe perfectamente que esas piezas no valen nada y se guardan las otras. Volvemos al aspecto ceremonial que escondía los mejores textiles para los días de fiesta en donde se sacaban como ofrenda ritual. Los otros, utilitarios sin duda por el precio, son un insulto a nuestro legado cultural. Aquí se miente al hablar de descolonización. Desafío al viceministro del ramo a diferenciar tejidos de Bolivia por etnia y región. Dudo que sepa, como lo sé yo, ya que prefiere vestir con poleras de Let it Be.

Si hubiese una Asamblea independiente tendría que exigir al presidente que los 500 ponchos, no los cien mil dólares, pasen a manos de curadores especializados que luego de clasificarlos los expongan para que el pueblo aprenda lo que es y de dónde viene. ¿O, ya que conoce el precio, los venderá en el mercado del capital para comprarse algún objeto occidental de lujo, otro avión, un BMW? ¿Tendrán, me pregunto, los plurinacionales a quienes se les llena la boca de Ande, idea de las lanas utilizadas, los teñidos naturales o químicos, el número de puntadas por pulgada cuadrada que determinan la calidad de una pieza? Lo dudo. Volvemos a lo mismo, tampoco les importa. El poder y el dinero sí; la herencia, no.

Hay un mundo de diferencia entre textiles del sur de Potosí y aquellos del norte. Y muchas similitudes también. O entre Japo y Leque en Cochabamba, a pesar de la cercanía geográfica. El primer presidente indígena, como lo presentan, tendría que darse cuenta de que este es un arte ya no en peligro de extinción sino casi extinto. Tuvo que ser España, a través de oenegés, la que rescatara la riquísima tradición de Potolo, en Chuquisaca. Siempre ajenos trabajando por nosotros, como ferviente muestra de discapacidad ¿o de oprobio?

Los 500 ponchos no son suyos, señor, valgan lo que valgan. Nos pertenecen a todos, a los niños que en el futuro querrán conocer muestras de su patrimonio. La falacia del plurinacionalismo no será una de ellas.


12/11/12
Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 13/11/2012
Foto: Tejido aymara de la provincia Camacho, fines del siglo XIX

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4 Comentarios

  1. Máscaras, fanfarrias y distracciones del poder. Todo podría y debería ser mucho mejor. Estoy seguro que no costaría demasiado.

    Un artículo misil más certero y aportador que diez mil halagos rastreros al proceso boliviano.

    Un abrazo, estimado Claudio.

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    1. Claro que podría ser mejor, Jorge, pero el prurito del poder arrasa con cualquier buena intención, peor en un gobierno de ideología mixta y endeble. Abrazos.

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  2. Cuesta creer que Evo no tiene consciencia de la importancia de los artefactos y creaciones artesanales. Su crítica es dura y me deja alerta ante tanta buena prensa que goza el presidente de Bolivia, pero sabiendo cómo son los políticos tampoco me extrañaría que éste no fuera muy distinto del resto.

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    1. Exacto, Mónica, desde su posición de indígena es muy fácil manipular a la opinión pública extranjera. No se equivoca Heinz Dieteriich, creador del llamado Socialismo del siglo XXI al decir que Evo, Correa, Maduro, no representan ninguna clase de socialismo. Habla del chamanismo como razón de estado. Y ahí entra la cháchara, en gran medida inventada, de los ancestros, etc., para justificar, por ejemplo, la ola de linchamientos impunes que padece Bolivia, sin jamás un arresto o un juicio, porque ello representa la "justicia comunitaria". Muy peligroso. Los gérmenes del fascismo, la exaltación de una raza por sobre las otras, de una cultura sobre otras, y la práctica para quedarse en el gobierno para siempre, desconociendo toda norma democrática. Afuera llora que él es el "pobre indio". No es tal, es un reyezuelo, un tirano.Que lo digan los ind'igenas cuyas tierras quiere avasallar para entregarlas a las multinacionales y a los carteles del narco, la mayor multinacional. Saludos.

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