Habla el poeta Carlos Drummond de Andrade

CLAUDIO FERRUFINO-COQUEUGNIOT -.

Muchos consideran a Carlos Drummond de Andrade (1902-1987) el mejor poeta brasilero. Aseveración que puede ser cierta, a pesar de que un entorno riquísimo de creadores, contemporáneos suyos -Manuel Bandeira, Oswald y Mario de Andrade- la torna difícil. Mejor olvidar las clasificaciones, porque según Drummond mismo dice, unos poetas deben su ser y su arte a otros; cierta reverencia es obligada hacia quienes nos anteceden. El poeta no surge de la nada, viene de un cúmulo de experiencias ajenas, de una obligatoria continuidad en la que cohabitan buenas y malas especies (como si de animales se tratase).

Drummond siempre se negó a ser entrevistado. Aseguraba a la prensa que todo lo que podría decir sobre él estaba ya dentro de sus crónicas en el Jornal do Brasil. Sin embargo accedió a sesiones de radio con la periodista Lya Cavalcanti. La editorial Record, de Rio de Janeiro, las compiló en un volumen intitulado Tiempo Vida Poesía (confissões no rádio). En ellas Drummond habla sobre todo de los orígenes del modernismo brasileño en los años veinte, en su región de Minas Gerais. Minas ha sido el Otro perpetuo de los estados más sólidos de Rio y São Paulo. Estado que más parece, desde sus orígenes hasta hoy, otro país dentro de Brasil; ha jugado un importante papel en el desarrollo y la cultura nacionales. La presencia de los mineiros en las letras y la política casi abruma. Lo que se hiciese en las grandes capitales tenía que tener su reflejo en las menores ciudades de Minas y, a su vez, lo nacido de éstas se recibía con beneplácito afuera. No resulta extraño que en ocasión de la Semana de Arte Moderno en 1924, artistas de la talla de Oswald de Andrade, el poeta suizo-francés Blaise Cendrars, y la pintora Tarsila do Amaral, hiciesen una excursión a Minas donde conocieron a Drummond de Andrade. En su memoria hablada se refiere al momento y lo que implicó para él establecer relación con los afamados poetas brasileños. De Cendrars dice que quería interiorizarse de todo, con activa curiosidad francesa.

Del contexto de su charla se desprende la importancia de aquella generación. De allí saldrá mucha y selecta literatura y buena parte de la dirigencia política nacional. Drummond se abstiene, o no le interesa, hablar de sus convicciones ideológicas y ni siquiera menciona el corto período de tiempo donde, a instancias de Luiz Carlos Prestes, dirigió el diario comunista Tribuna Popular.

El núcleo del reportaje es aquel grupo de amigos que sin manifiesto alguno convulsionó la poesía del Brasil. Anécdotas y una mayoría de nombres desconocidos para nosotros llenan sus páginas. Tiene el aire melancólico de los albores de la creación artística en sociedades subdesarrolladas. Nostalgia por los paseos en la ciudad vacía, para hallarle el gusto a la noche; sutil manera de ganar tiempo perdiéndolo... en Belo Horizonte.

De niño leía a Michel Zévaco y terminó traduciendo a Knut Hamsun...


2004
Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), enero, 2004
Imagen: Estatua de Carlos Drummond de Andrade en Rio de Janeiro

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