El Chavo y el 41

CLAUDIO RODRÍGUEZ MORALES -.

Escribo estas líneas a capelas. Es que me acabo de enterar (más bien acabo de confirmar) que una de mis series de televisión favoritas contiene más picante que toda la comida mexicana junta.

La escena del ardor (en más de una parte del cuerpo) es la siguiente: el Chavo, Quico y Don Ramón están en el patio central ocupados con los preparativos de la fiesta de la buena vecindad. El Chavo, como es su costumbre, casi provoca un destrozo, ante lo cual Don Ramón reacciona molesto. “¡Sin piñata no hay posada!”, advierte. Quico alega que ya van 40 veces que el vecino gruñón les dice lo mismo. Don Ramón reitera sus dichos: “Sin piñata no hay posada”. El Chavo, parado detrás de Don Ramón, dice “41”. Don Ramón gira con el rostro descompuesto hacia él y obliga al par de escuincles a irse a otro lado con sus necedades.

Lo que durante años entendí como la culminación de una penitencia para Don Ramón por los catorce meses de renta impagas, tiene un origen menos monacal. A principios del siglo XX se realizó en ciudad de México una supuesta fiesta de jovencitos de clase alta, donde la mitad vestía ropas de varón y la otra mitad, prendas femeninas. El asunto terminó con escándalo y la correspondiente redada policial. Surgió el rumor que uno de los asistentes a la orgía era pariente del Presidente de la República, Porfirio Díaz. A la historia pasó la detención de estos 41 hombres (42 con el pariente del Presidente Díaz que fue marginado del caso, de manera de no manchar al resto de la familia con sus “costumbres”) y que se conoce hasta nuestros días como la “fiesta de los 41 maricones”. 

Por lo que he podido averiguar, en México el número 41 es evitado a toda costa en regimientos, escuelas, edificios, hoteles y hospitales, además de motivo de mofa con evidente inspiración homofóbica. De ahí la explicación de por qué Don Ramón reacciona tan airado cuando el Chavo le dice “41” y, más encima, mirándole la espalda. Aún más, cada vez que aparece el menor atisbo de cuestionamiento a su virilidad, Don Ramón responde: “Yo le doy al Necaxa”, club de fútbol mexicano cuya hinchada se jacta de permanecer estoica y fiel (como auténticos machos), aún en los momentos difíciles. 

La negativa actitud de los personajes hacia la homosexualidad (coincidente, por lo demás, con el resto de la sociedad latinoamericana en que se difundió la serie durante los setentas) se manifiesta en numerosos y variados capítulos. Por ejemplo, cuando el Chavo y Quico se espantan al espiar desde la ventana como Don Ramón se declara al profesor Jirafales, sin saber que se trata de una simulación para que el docente supere su timidez con Doña Florinda. También cuando la Chilindrina le pregunta a Quico si va a besar al Chavo -desmayado en el patio producto de ese extraño mal llamado la “garrotera”-, tal como lo hiciera el Príncipe con la Bella Durmiente en el cuento clásico de los Hermanos Grimm. “No, hombre, ni que fuera bailarín de bellas artes”, responde Quico herido en su dignidad (menso no es sinónimo de poco macho). “Altruista es un hombre que ama a los demás hombres”, proclama el profesor Jirafales con grandilocuencia didáctica, a lo que Don Ramón responde: “Bueno, aquí nosotros le decimos de otro modo”.

En más una ocasión, Roberto Gómez Bolaños (Chespirito) ha dicho que se considera, por sobre sus otras actividades, un escritor. Y no cualquier escritor, sino uno de libretos para la televisión y guiones para el cine, todos de tinte humorístico. Otra de sus afirmaciones es que no ha sido jamás su intención escribir para los niños. Luego, como una forma de aminorar los efectos de tal revelación, precisa: no sólo para niños, sino también para viejos, adultos y jóvenes. Para todos en definitiva. 

¿Para todos? 

Revisando los capítulos del Chavo del Ocho a cuatro décadas de su creación (y a más de una década de su grabación final), es posible darse cuenta de la gran cantidad de chistes alusivos al sexo que aparecen en las diferentes escenas. Unas más explícitas que otras, pero no menos hilarantes para los que envejecemos disfrutando del humor de línea gruesa y repetitivo del ingeniero de baja estatura. El Chavo sintiendo pena por las pobres señoras que aparecen sin ropa en las revistas que lee Don Ramón o las alusiones a los cuerpos de las concursantes de Miss Universo. De antología es la ocasión en que el protagonista debe esquivar con la bicicleta, en plena calle, al profesor Jirafales, quien se encuentra “paradote” contemplando con la boca abierta las bondades de una “señora bonita”. No está demás decir que el silencio del Chavo es “comprado” por Jirafales al absolverlo de la culpabilidad en el juicio improvisado por el atropello del gato de Quico.

En otra oportunidad, la Chilindrina le escribe una carta a su padre para avisarle de su regreso a la vecindad, después de pasar una temporada con sus tías de Guanajuato. Don Ramón –en una decisión sólo achacable a su analfabetismo y a su proclividad a buscarse problemas- le pide al Chavo que le lea la carta. Las confusiones dada la deficiente lectura de éste son insuperables: “Cuerito de papá” (manera sexual de referirse a hombres) por “Querido papá”; “Voy a regresar casada con el viejo” por “Voy a regresar cansada con el viaje”. Siguiendo con la Chilindrina, ya instalada en la vecindad, le presume al Chavo lo siguiente: “Es que a mi papá y a mí nos gustan mucho los incestos”, queriendo decir “insectos”. 

Una demostración del gusto de Chespirito por las alusiones a la coprofagia es el error del Chavo al decir “deposición” por “posición” o cuando cree escuchar que Quico come en la borcelana (bacinica, escupidera o pelela) en vez de (bajilla de) “porcelana”. Don Ramón, por su parte, supone haber dejado escapar una ventosidad mientras cuelga ropa en el tendedero y que no es otra cosa que un sonido emitido por el Chavo con la boca para simular el motor de una motocicleta. Mientras lavan el auto del Señor Barriga, el Chavo unta jabón en el trasero de Quico y éste piensa haberse defecado en su traje de marinerito. Don Ramón hace un gesto con la nariz porque huele algo que se quema y el Chavo dice con vergüenza “yo no fui”. Finalmente, tenemos la ocasión en que el Chavo se sienta en una silla del comedor donde hay sobrepuesta una tapa de sanitario (Don Ramón estaba siendo desalojado por el Señor Barriga) y dice: “necesito papel”. Quico pone los ojos de huevo por el espanto y respira aliviado al darse cuenta que el Chavo se refiere a papel para envolver las pertenencias de Don Ramón.

La mitología en torno a esta serie de televisión –incluso por sobre otras creaciones de Chespirito como el Chapulín Colorado, el Doctor Chapatín, el Chompiras o Chaparrón Bonaparte-, en especial los capítulos de la década del setenta, son abundantes, disparatados y delirantes. En internet circula toda una invención sobre un capítulo jamás emitido (mucho menos grabado) sobre la muerte del Chavo tras ser atropellado por un vehículo. Se ha dicho que hay un momento en que se muestra, tan sólo por unos segundos, un auténtico cadáver ensangrentado. O la ocasión en que el Chavo, la Chilindrina y Quico ingresan a la casa de la Bruja del 71 y padecen alucinaciones producto del consumo de ácido lisérgico o LSD… aunque esto último parece más un delirio de periodista con demasiado tiempo libre que una verdadera intención del autor (esta reflexión es de mi amigo y “chavólogo”, Fernando Meza, así que le cedo el crédito). 

La versión de dibujos animados del Chavo aparecidos en los últimos años ha eliminado todos estos aspectos picantes, verdes y macabros de la serie original, convirtiéndola en un producto pasteurizado para niños supuestamente inocentes. 

Sin embargo, si pensamos en la supuesta muerte del Chavo (Gómez Bolaño ha confesado su intención primaria de liquidar al personaje para cancelar la serie y, tras un consejo de su hija, haber descartado esta idea), en la acusación de ratero de que es víctima y que lo hace abandonar por unas horas la vecindad, o las burlas a los defectos físicos de los personajes, vemos que si la intención del autor era dirigirse, aunque fuera en un instante, a la niñez, su visión de esta etapa de la vida no era de lo más cándida que digamos.

Desde la distancia y el afecto, dedicado a mis amigos Fritz, Güiña Gavilanes, Muzam y Ledesma

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13 Comentarios

  1. Tomando en cuenta la cantidad de líneas que nos regaló Chespirito en sus creaciones y sabiendo que su publico meta no era niños, más bien cabe resaltar la capacidad de ingenio que logró para poder esconder ese humor que denominas "picante" (el cual no es mucho y jamás "contiene más picante que toda la comida mexicana junta" como dijiste en el primer párrafo). Fue tal el ingenio logrado por Gómez Bolaños, que tu "investigación" de la broma del #41 (que lo dimos a conocer en nuestro sitio web) lo lograste entender hasta estos días... luego de 40 años de haberse emitido ese episodio!

    Estoy seguro que no se encuentra, ni se encontrará una comedia tan sana como la que nos brindó Chespirito.

    Y para aclarar, no existe un episodio sobre la muerte del Chavo. Saludos,

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  2. Anónimo4/1/14

    que excelente artículo, por lo que cuentas este chespirito se las trae, Ahora disfrutaré con todo el picante de este chavo cochinote porque fue sin querer queriendo. jajajajaja

    Julian

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  3. Anónimo4/1/14

    Nos mataste la infancia, Rodríguez. Lo pagarás.

    Chavosos del 64

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  4. Vivo en México, no se si a nivel oficial ejercito etc. allá esa aversión al 41 que mencionas, voy a investigarlo, pero fuera de ese nivel oficial, no existe esa evasiva o aberración al número que mencionas en ningún lugar, quizá por que muy pocos recuerdan esa historia de los 41 detenidos en realidad...

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    1. Gracias ad... Lo que logres saber cuéntanos... El tema es interesante...

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  5. Formidable análisis, estimado amigo. Eran tiempos rudos, muy rudos aquellos, y Chespirito no escapaba a esos contextos. Sólo recordemos lo que les sucedía a los homosexuales en todos lados. Lo bueno es que su humorística procacidad la insertó con sutileza en cada argumento. No puedo evitar mencionar la fuerte carga erótica de los capítulos donde Ron Ramón se enamoraba de su vecinita nueva. Y por cierto, esos capítulos en que la Chilindrina volvía deportada por sus tías de Guanajuato son geniales.

    Muy bueno. Saludos cordiales.

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  6. Comentar después de Muzam, qué mal.. me deja con poco que aportar después de haberse expresado con la misma precisión que ya quisiera yo tener :( Well, sigamos. Qué buena!! Me encantó!! Mientras leía me acordaba exactamente los episodios citados, comentados y eso me produjo un estado de alegría infantil... de esas que se gozan doblemente con saberse una ya pasada de añitos. El Chavo se sigue dando en la tv argentina, se sigue disfrutando por otra generación más. Una serie pícara que quedará para siempre en el recuerdo.
    Gracias por este buen momento y esta plácida lectura.

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  7. Raúl de la Puente6/1/14

    Una sarta de blasfemias contra la santidad de Chespirito.

    Loable.

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  8. LUIS7/1/14

    Picante y cruel.Recordar la escena de un capítulo donde el pobre Quico recibe sobre sus manos, una olla con agua hirviendo.A pesar de todo, sigo disfrutando de esta serie que aún exhiben en Chile.
    Buen recuerdo nos trajiste Claudio.
    Saludos

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  9. No hay que desmerecer el importante rol conferido a los espíritus chocarreros. Por cierto, no sé si existe ya la versión porno.

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  10. Anónimo7/1/14

    No contaban con su astucia, Chespirito en acción :))))

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  11. Adriana7/1/14

    El Peterete a veces se excedía. Como que se las cobraba todas juntas al guionista.

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  12. Anónimo24/1/14

    Un humor sano, si bien es cierto algo de picardía, pero fue tanto el ingenio de Chespirito que supo insertarlo sutilmente, sin que ésto ofendiera al público. Sencillamente genial.

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