El loco Pereda y su "Ejercito de Ausencias"

EDUARDO MOLARO -.

/ Del Atlas Desmemoriado del Partido de Lanús

Existe en la actualidad una especie de reivindicación de la locura. Las buenas gentes dicen "ese pintor está loco. Por eso es genial!"; o "su poesía es hija de la locura, de su demencia creativa"; o acaso expresiones más frecuentes y románticas como "tus tetas me vuelven loco, amada mía!".

Esa inteligencia o estructura de pensamiento puede conducirnos inevitablemente a silogismos equivocados.

Ejemplo: "Antonin Artaud estaba loco y tenía una larga cabellera". Luego "La gorda Teresa de la calle Pico también está loca y tiene una larga cabellera". Ergo: "La gorda Teresa de la Calle Pico escribió El Ombligo de los Limbos". 

Pero lo cierto es que la demencia es una patología indeseable bajo todo punto de vista

Sin embargo, me permito desdecirme en este instante sobre aquello de que "Existe en la actualidad una especie de reivindicación de la locura", dado que ya –precediéndonos en centurias- Erasmo de Rotterdam nos escupía su "Elogio de la locura" en 1511.

Pero en Lanús nadie reparaba en filósofos holandeses a la hora de elogiar o criticar la locura propia o ajena. Acaso por ello la clasificación podía variar en los más afectuosos "loquito" o "loco lindo", o en el más despectivo "Loco de mierda, hijo de puta!".

Dentro de los primeros se encontraba Torcuato Pereda, un vecino de la calle Arias, que cada día combatía a sus propios demonios sabiendo -acaso en un rapto de cordura- que jamás los derrotaría.

Se dice que como casi todo mortal, Pereda fue perdiendo ante la muerte a familiares, amigos e incluso novias. 

Hasta allí lo natural. 

Lo extraordinario es que Pereda asumía que la partida de cualquiera de ellos al otro mundo era apenas un cambio de estado. Él aseguraba que cada uno de sus difuntos pasaba a integrar las huestes espectrales que lo acompañarían cada noche a combatir contra las tropas infernales.

Aquel imaginario (para nosotros, los cuerdos) equipo fantasmal fue bautizado por el poeta Edmundo Morales, en un rapto de genialidad o acaso de ebriedad , como "El ejército de ausencias".

Muchas personas aseguraban haber visto a Torcuato Pereda atacar quijotescamente a palazos a los semáforos de 9 de Julio y Luján, u otra veces – al grito de "A la carga, mis ausentes!" apedrear con indignación a la luna, entidad a la que Pereda odiaba por su consuetudinaria y abominable indiferencia selene.

Más quienes no han sido indiferentes a las incomprendidas luchas de Don Torcuato fueron los agentes policiales de la 8va. de Villa Obrera, que más de una vez lo hospedaron en sus incómodas instalaciones.

Pero no todos miraban a Torcuato con desprecio o mirada burlona. Los muchachos de "La barra poética" eran respetuosos del calvario de Pereda. Incluso, a veces, admitían cierta admiración. 

Tal vez por ello una noche de Febrero de 1979, cuando Torcuato se encontraba detenido en las fétidas mazmorras de la comisaría 8va. de Villa Obrera, nuestros amigos organizaron un genial rescate.

Sabiendo que ese Sábado la comisaría contaba con poco personal y que entre ellos estaba el borrachín Cabo Benítez, alias "Corcho" (porque había que hacer fuerza pa´sacarlo de la botella), los muchachos de La Barra Poética decidieron colocarse las sábanas más blancas que tenía y así, disfrazados de fantasmas, rescatar a Pereda de las fauces de aquel averno.

El primero en ingresar a la dependencia policial fue Heráclito D´Exceso, quien miró a una joven oficial escribiente y le espetó un delicado "Booo!", provocando el desmayo de la muchacha y la mirada traviesa del Tano Brazzutto por debajo de la falda de la desvanecida oficial.

Al llegar a esa suerte de mostrador donde estaba apostado el cabo Benítez, El Tano Brazzutto, Edmundo Morales y Heráclito, envueltos en sus sábanas, empezaron a contonearse frente al azorado oficial, quien emprendió rauda fuga jurándose abandonar la bebida a partir de ese momento. 

Edmundo tomó las llaves del calabozo y liberó a Pereda. Otro preso pidió igual trato, pero Heráclito negó aquella petición con un lacónico: "Andá a lavarte el culo!".

Torcuato y sus circunstanciales cómplices huyeron raudamente hacia territorios más seguros. 

La policía indagó a algunos testigos. Muchos de ellos hablaban de fantasmas. Sólo uno fue escéptico, dado que describió a uno de los maleantes como "Un atorrante que llevaba una sábana que decía Hotel Sirocco y que además olía a vino Rojo Trapal".

Al llegar a su refugio, los muchachos de la barra se quitaron el disfraz y rieron a estruendosas carcajadas.

Pereda los miró con un ¨si es no es¨ de desilusión. Por un momento creyó que verdaderamente se trataba de fantasmas.

Acaso hoy lo sean.

Ilustración: Gonzalo Ares Villafañe

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3 Comentarios

  1. Los que se fueron siempre están, da miedo decirlo pero es así. Divertido como siempre! Abrazos

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    1. Siempre están. Tal vez no como uno quisiera. Pero siempre están, bella Ale!

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  2. Anónimo28/12/15

    quisiera tomar a broma tu escrito, pero tuve una colega en una universidad evangélica que me invitó a unirme a su grupo de mujeres y al pastor que las llevaba de noche a saltar y ulular a la punta de un monte frente a Los Angeles, a exorcizar demonios, a sacarlos de un rascacielos y mandarlos al desierto, a luego enviar ángeles a que ocuparan esos rascacielos y los guardaran del mal. Esto me ocurrió estando yo sola en el departamento, como a las 9 pm, y ella, Beatriz, entró en mi oficina. Te lo cuento aquí porque la tipa —muy amable y fina por lo demás— es argentina.
    Todo esto de "huestes espectrales [y] tropas infernales" le empezó a pasar a Beatriz, según ella, cuando, encelada de su marido le siguió a Guatemala un verano y allí tuvo un accidente en el que sintió que la "llamaba el Diablo". El marido la dejó. Ahora ella vive aquí.
    Esa noche me estuvo hablando 2 horas y no me dejaba partir.
    Eduardo, todo esto es verdad; no me estoy haciendo la graciosa para competir con tu relato porque ni quiero hacerlo ni podría.
    A mí no es la 1a vez que me pasa algo así y es que atraigo a los y las locas. "Por algo será", decía mi madre.
    Lo cierto es que desde mi esa noche con la Pentecostal argentina, me he puesto algo circunspecta, y ya no me quedo sola en la oficina.

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