Miroslav Fernández, el acróbata rengo del "Circo de los Hermanos Rodríguez"

EDUARDO MOLARO -.

/ Del Atlas Desmemoriado del Partido de Lanús

Como es harto conocido, el Circo de los Hermanos Rodríguez cobijaba toda clase de artistas del género circense, sin demasiadas exigencias selectivas.

Tal vez sea el caso de Miroslav Fernández, aquel trapecista yugoslavo-andaluz que supo ser en el trapecio el deleite de niños y niñas, beneficiario de besos clandestinos en las alcobas ajenas y víctima de algún tahúr más avezado en los paños verdes del azar.

En todos los casos, su capacidad profesional le permitió lucirse, tanto sea para el solaz del público circense como para escapar de algún marido celoso a través de un balcón u otrora huir de un acreedor armado y poco comprensivo.

Lo extraordinario es que Miroslav era rengo de nacimiento. 

Ya su madre, Andropova Stanislav, alias ¨la gallega ¨, recurrió a toda clase de profesionales eruditos para poder corregir aquel defecto congénito del niño Miroslav. Fue así que visitó a traumatólogos, quiroprácticos, kinesiólogos y curanderas sin mayor resultado. 

Su padre, mientras tanto, Manolo Fernández, alias "el ruso", tomó aquella patología de su niño como un castigo divino y se descerrajó un balazo en la cabeza.

Fue así que Miroslav se crió entre mujeres: su madre, su abuela, su tía Herminia y su prima Eulogia, ésta última, beneficiaria de los primeros impulsos voluptuosos de Miroslav.

A pesar de su renguera. aquella niñez -y su instinto de superación- le proveyó el territorio propicio para aprender lo que luego sería su profesión: bajar las brevas maduras de las ramas más altas de la higuera, la propensión de los niños a "enganchar" sus barriletes en los cables del alumbrado público, o caminar por el alto y delgado muro lindero a su casa para espiar a su vecina Andreíta mientras se duchaba, sin dudas fueron sus primeros logros.

Ya como profesional, intentó implementar algunas innovaciones, muchas de ellas llenas de erotismo, que casi logran hacer historia en su arte. Un claro ejemplo fue "La cuerda Tensa", número en el que su compañera de trapecio debía asirse de la generosa dotación masculina de Miroslav y balancearse al compás de nuestro héroe a veinte metros de altura. (Algunos detractores aseguraban que cada tanto debían cambiarle de compañera, porque sospechaban que Miroslav – luego de varias ejecuciones con la misma dama – ya no encontraba el aliciente necesario para la eficaz realización del peligroso ejercicio).

Imaginarán que aquel número le proporcionó muy buena fama entre la concurrencia femenina. Fue así que Miroslav se convirtió en un amante muy solicitado. 

Su habilidad, su flexibilidad y –¡digámoslo de una vez!– su poronga descomunal, configuraban un cocktail irresistible para las damas de moral más distraída y las chicas del coro de La Iglesia Santo Cristo. 

No tan casualmente, las correrías de Miroslav terminarían en manos de un catequista celoso, que no dudó en incumplir el 5º mandamiento cuando corrió al pobre rengo a través de la vereda de la calle Tucumán, para luego meterle dos balazos por la espalda.

Tal vez fue su destino o acaso la cosecha de su siembra picaresca. 

Las viejas del barrio, prefieren jugar graciosa y cruelmente con la renguera de Miroslav al decir que siempre se cumple aquel dicho de que ¨Quien mal anda, mal acaba¨.

Puede que tengan razón.

Pero -como dijera el poeta Edmundo Morales- siempre es mejor tropezar por los estrechos senderos del amor y las pasiones, que andar a paso firme y seguro por las anchas avenidas de los hipócritas y los cornudos.

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4 Comentarios

  1. Otro personaje que se suma a esta realidad mitológica de Lanus. Grande Edu!!

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    1. Entre odioso y entrañable! Como casi todo personaje lanusense ( me incluyo ). Un beso grande, Ale!

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  2. Tal vez fue su destino... Cómo me gusta esa forma de concluir un buen relato. Imagino que la Cuerda Tensa sigue siendo un número estelar entre los poetas bohemios del Partido de Lanús.
    Un abrazo, amigo Edu.

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    1. ¨ Tal vez fue su destino ¨ puede ser de la escuela Baudelaireaana de ¨resolver por aniquilamiento ¨. A usted le digo la verdad y le confieso que fue por pereza.

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