Lecciones no aprendidas

ROBERTO BURGOS CANTOR -.

En un prólogo a una novela, Joseph Conrad advirtió sobre las palabras que se gastan por el mal uso. Pierden su imán comunicativo y revelador, su poder de transformar. Como quien prepara arroz de cangrejos, sin muelas, y con cascarones vacíos: no sabe a nada, ni alimenta.

En la vida colombiana si se recogieran estos cadáveres de palabras, más que un diccionario de defunciones, lexicon de desusos, habría que construir una bodega de puerto para cargueros y fijar con alfileres las mariposas de palabras sin vuelo ni colores, esqueletos sin música que algún día significaron algo.

Poesía de camellos y ambrosía, suspiros de sauces y temblor de sombras en agonía.

Así la verborrea de políticos, gobernantes y operadores judiciales (nominación que sustituye a la agotada y bella de juez), sin la inocencia de un poeta trasnochado, se encargó de maltratar hasta volverlas una bola de papel periódico que se atraganta en la saliva forzada de los ciudadanos, a miles de palabras que encerraban conceptos nobles y virtudes sociales. Ejemplos: justicia, ley, institucionalidad, respeto, democracia, igualdad, voto.

La vieja gitanería hispánica que vendía caballos viejos como potros limándoles los dientes y pintándoles los cascos, aún nos embruja con castañuelas y panderetas. Se obedece pero no se cumple, para evadir la norma obligatoria. Está un poquito embarazada, para disimular la violación. El imperio de la ley, para justificar el abuso del poderoso contra el débil. Madre no hay sino una, para esconder la punible procedencia.

Lo peor es que ese torrente de antigualla y restos de desguaces pervierte y sustituye la lengua ilustrada de los jóvenes gobernantes, su sensibilidad moldeada en los tonos riesgosos de la contemporaneidad, su lenguaje técnico. Aquí nadie ha entendido que la comunicación leal con lo que llaman las masas o la multitud, obliga a declarar que la conquista de un lenguaje común para el acuerdo y la contradicción, requiere la oferta de una educación de oportunidades iguales para todos. En Colombia no es posible que todavía ocurra que el señor Ministro, “el mosco” estudie por una beca de un paisano ilustre; y el Presidente estudie por un empleo en la Federación de cafeteros. Ajá dice Benito. Y una falsificación así comienza y termina en la mentira.

¿Cuál es el valor de la palabra de un Presidente que dijo respetar la decisión de un juzgador internacional en el caso del Alcalde de Bogotá DC, y esta semana se desdice?

Los de la internacionalización saben que ella implica una predominancia de tribunales internacionales. Que las instancias nacionales y sus retórica de soberanías, quedaron anacrónicas. Lo anunció un barbudo que muchos odian como turistas a los dinosaurios de Spilberg.

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1 Comentarios

  1. La política convertida en un conjunto de formas banales, letanías que de tan repetitivas ya nadie escucha, pero que sirven para que las hienas vivarachas hagan impunemente de las suyas.
    Buen artículo, estimado Roberto. Es un enorme placer leerte.

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