El camino

CLAUDIO FERRUFINO-COQUEUGNIOT -.

a Omar Abud

Bob Dylan canta "Blowin' in the Wind". Fresca mañana dentro de casa. Hay, como siempre, voces. Me acerco a la esposa a preguntarle si me habla y responde que no. No es el viento. Las puertas están cerradas.

Los camiones han partido de Patacamaya terrosa. Miles de moscas se agitan sobre excrementos humanos, debajo de los cortos puentes del tren, en el pueblo. Los soldados esperan, tirados sin hacer nada, por la guerra del fin del mundo que llegará de Chile, por el oeste. Los tanques calientan al sol, mientras los niños grandes, los niños tontos, sueñan con ser héroes.

Pueblos aimaras se suceden, llenos de basura. Me entristece la tierra... yerma, sin trabajo. Bucolismo; cajas vacías de cerveza fuera de las chozas, aguardando por vírgenes, fiestas y alcohol para volver. Entonces el altiplano despierta y uno se pregunta de dónde esta alegría, de dónde la gente que no se ve.

Noche real. A veces dos luces, como ojos. Los camiones viajan por el vientre de la tierra. En las cabinas hombres abandonados a ellos mismos, con el mundo limitado a cuanto alcanzan sus manos. En la pampa descansan ocultos hatos de llamas. Muñecos coloridos cuelgan del parabrisas. Con suerte, si hay luna, el Sajama vela, en contacto con Dios.

Río turbio Desaguadero. La paja luce amarilla al lado del agua negra de velorio. El sol quema el mediodía. Debajo del puente se mojan los cuerpos y se secan en los aremales contiguos de matas verdes.

De la altura se ven meseta y colina. Sobre ésta, una mínima capilla anuncia población: Curahuara. Llegando, los soldados recolectan leña de los alrededores. Proteger la patria es protegerse con fuego en la intemperie helada.

Infinitos camino-mano-machete y madera; los arbustos arden como infiernos. Un oficial pasea, incongruente país, vestido para Miami. Va al "Curahuara Racquet Club"... y el polvo se pega en los rostros de niños culo pelado; llamas, cabras, pies-abarcas-partidos de los reclutas. No se ve el silencio, se escucha. Los camiones pasan y muestran documentos en la "oficina". Allí el sargento, que es el Señor, amo y pastor. En él está detener o permitir el paso, según su humor, según las instrucciones. Menudas mujeres morenas que traen de Oruro corren detrás de la pelota; los oficiales juegan. Tienen que estar allí, Bolivia los necesita ante la próxima invasión...

Curahuara, nombre estremecedor. El tío Jaime huye de los campos de muerte, a pie por las montañas gigantes. Hay hombres en el poblado que se dan cargo de Dios. Gobierno del MNR, pasado y sangriento. Su mano es maldad, no revolución. Por eso el tío escapa al país de mar al otro lado. Su hermano Rómulo ha quedado, arrastrado y semiparalítico, con el látigo enfermo sobre él. La memoria se afecta, los campos de concentración ponen pesadilla en las noches antiguas.

Seguimos. La meseta de Curahuara ya no se ve. Ahora es tierra del Sajama, dios cabeza de hielo. Vertientes termales, vapor de aguas, flamencos rosa, volcanes. Es parque nacional; vicuñas y ñandúes han sido muertos, ausentados de él.

En unas casas se pueden comer huevos de un ave como perdiz; las yemas son fuertemente anaranjadas. En el pueblo de Sajama busco a mi amigo Peter Brunhart, de Liechtenstein. Cambió Vaduz por la sobria modestia del yermo. Vive y comercia aquí con lanas. Lo conocí por Tarija, ocho años atrás, cuando él buscaba cochinilla para teñir, y yo, con ciertos compañeros, viajaba a Buenos Aires a tomar un mítico barco noruego que me llevaría a Europa, al dinero, al arte, a las mujeres.

En Lagunas, última población boliviana, confluyen los dos caminos a la frontera: el de Turco y el de Patacamaya. Para llegar allí se ha conducido, en partes, a siete kilómteros por hora, a paso de hombre, por pedregales que algún engañador dijo caminos, a campo traviesa. Se ha atravesado el Barro Negro, donde mueren aplastados los choferes. Pajonales y "calamina" (tierra que se ha mivido en ondas pequeñas como tejas de casa).

Martirizante camino largo. Bello; muerto a ratos. Antes de cruzar a Chile, un trozo de asno retostado, con papas y picante para descansar.

Un volcán humea del otro lado. Enterrará con fuego un día la expedición de camiones. Ojalá sepulte a los gendarmes también.


Publicado en Correo Literario (Los Tiempos/Cochabamba), 21/05/92
Publicado en Pueblo y Cultura (Opinión/Cochabamba), 19/08/1993
Imagen: Sajama

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2 Comentarios

  1. Las imágenes de la desolación son bellas. Buena prosa.

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  2. Me gusta mucho esta narración, estimado amigo. Realmente se disfruta leyéndote.
    Un abrazo grande

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