Osiris Balmaceda, el egiptólogo que ganaba en la Quiniela

EDUARDO MOLARO -.

/ Del Atlas Desmemoriado del Partido de Lanús

El Universo lanusense suele proveernos ejemplares de los más variados. Tal vez sea un caso el de Osiris Balmaceda, vecino de la calle ¨Boulevard de los Italianos¨, que tenía el berretín cósmico de relacionar casi todas las cosas a pretéritas invenciones del Antiguo Egipto.

Así, por ejemplo, citaba la importancia de los iniciales canales de riego de El Cairo para la eficaz agricultura moderna, la invención del papel a partir de los primigenios papiros egipcios, la escritura jeroglífica que dio origen a la fenicia y luego ésta a las demás, y el uso del triángulo, figura indispensable a la hora de acomodar las bolas del Pool en el bar ¨El vómito¨.

También iba más lejos al decir que la costumbre de Cleopatra de hacerse retratar durante sus orgías era la piedra fundacional de benéficas invenciones actuales como el Cine porno.

Sería incómodo mencionar con qué modalidad de ejercicio venéreo relacionaba Balmaceda la costumbre de Cleopatra de darse baños lácteos, por eso evitaremos cualquier referencia explícita.

Pero lo notable de Balmaceda era su extraordinario conocimiento de la numerología. Con sólo dos o tres datos numéricos que alguien le proporcionara, el tipo le informaba al interesado sobre qué problemas de salud tenía, qué inconvenientes económicos le agobiaban o con qué mina casada se andaba revolcando.
De más está decir que todos éstos eran datos que el beneficiario ya conocía perfectamente.
Sin embargo, la eficacia de Osiris era probada, sobre todo a la hora de jugar a la Quiniela.

Una vez por semana, los viernes, se acercaba a la casa de Tito, el quinielero de la calle Pico, y jugaba a Lotería Nacional Nocturna, sólo a la unidad. Esto es, por ejemplo, que le jugaba a una cifra, por caso, el 2. No al 02, como juegan mayoritariamente, sino al 2 únicamente. Y ganaba. Cada acierto implicaba que multiplicara su apuesta siete veces.

Una tarde de 1974, munido de la revista ¨Nuestro ascenso¨, un cuaderno y un bolígrafo Sylvapen, comenzó a realizar complicados cálculos estadísticos sobre las campañas del querido Club Atlético Lanús y vaticinó: ¨En dos años ascendemos! En el ´76 subimos a primera!¨.

Claramente, su fama trascendió mucho más a partir de 1976, cuando se pudo verificar que aquellos cálculos eran correctos, al vencer Lanús por 2 a 0 al equipo de Almirante Brown y lograr un nuevo ascenso a la primera división.

A partir de allí, Osiris Balmaceda fue consultado con mayor frecuencia por funcionaros Municipales por asuntos financieros y por agentes de la comisaría 8va. de Villa Obrera cada vez que necesitaban resolver un caso. Esto último le valió la mirada desconfiada de buena parte del hampa local y el calificativo de ¨buchón¨, adjetivo sustantivado desde el desprecio que en Lanús se siente por todo aquel que se atreva a degradar los honorables códigos barriales.

Heráclito D´Exceso, reconocido y polémico filósofo de la calle Posadas (que no se dedicaba a actividad delictiva alguna, más allá de sus grescas cotidianas) bien explicitaba el carácter de ¨Buchón ¨como uno de los más imperdonables pecados mortales en su ensayo filosófico ¨Cuídenme de los boludos! (que de los hijos de puta me cuido solo) ¨, del cual raptamos algunos retazos:

¨Hasta de un ladrón podemos recibir –muy cada tanto– algún gesto de nobleza. Es difícil, pero probable, que un político nos diga a veces la verdad. Pero de un buchón… ¡Un alcahuete!... no podemos esperar absolutamente nada bueno. A lo sumo, el goce de verlo recoger sus dientes luego de que alguien repudiara su condición con un certero cross en la mandíbula ¨.

Pero alejándonos de las quejosas expresiones de Heráclito y volviendo a Osiris Balmaceda, una noche otoñal del año 1981 tuvo la poco feliz idea de calcular el día de su propia muerte en base a ciertos números arbitrarios como su fecha de nacimiento, su número de documento y el número de su casillero en la fábrica donde trabajaba. Aquella cifra fatal le aparecía fragmentada en los números 5, 2 y 6. Inmediatamente, Osiris comprendió que moriría el 5 de Febrero de 1986.

A partir de allí tomó riesgos que antes no osaba correr: Se peleaba en los bares, seducía mujeres casadas y cantaba la Marcha radical en las Unidades Básicas de la zona.

Pero al mejor calculador se le escapan las cifras y -aquél que todo lo calculaba– no supo calcular la velocidad que traía el colectivo cuando se dispuso a cruzar a pie la esquina de 9 de Julio y Centenario con el semáforo en rojo.

Antes de morir sobre el asfalto, miró hacia el ómnibus que lo atropelló y sintió una melancólica satisfacción al comprender que sus cálculos fatales eran correctos y que lo que había fallado fue su interpretación subjetiva. Con su último suspiro se fue también una última sonrisa.
Aquel colectivo era el 526.

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4 Comentarios

  1. Ingenioso, hilarante y no poco profundo. El final es magistral. Excelente capítulo del Atlas.
    Un abrazo, amigo Edu.

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  2. Gracias por enésima vez, amigo Giorgio.

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  3. No soy conocedor del tema, pero me parece que ese potente final es digno del mejor de los tangos.
    Saludos, amigo Eduardo

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  4. No es mala idea, amigo Luis.

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