Abdul Pipper, el piloto del avión publicitario

EDUARDO MOLARO -.

/ Del Atlas Desmemoriado del Partido de Lanús

Nadie supo jamás cuál era el domicilio de Abdul Pipper, el piloto del avión publicitario. Tampoco tenían certeza del lugar desde donde despegaba con su aeronave para difundir mensajes comerciales desde las alturas

Sin embargo, casi todos sabían ( o creían saber ) que ¨El Turco¨ había nacido en Siria o acaso en La Rioja.

Quienes mejor conocieron a Abdul fueron los muchachos de la Barra Poética de la calle Ituzaingo. El mismísimo Heráclito D´Exceso (el polémico filósofo de la calle Oyuelas) lo cobijó un par de meses en su casa; Edmundo Morales muchas veces escribió unos poemas a pedido del interesado Abdul para que éste lograra levantarse a Doris, la hija del ferretero de la calle Pico. El brujo Maciel también puso lo suyo para que -merced a ciertas pócimas y filtros de amor– Abdul Pipper lograra su romántico objetivo.

Afortunadamente aquello ocurrió, pero no por los influjos magistrales de Maciel ni por los versos hechizados de Morales, sino porque Doris, un día en el que El Turco llevaba demasiada cerveza en su organismo y no pudo llegar a la casa de Heráclito, lo vio meando en el árbol de la puerta de su casa. Y Abdul había sido generosamente gratificado por los dioses de la dotación masculina.

No obstante, en aquellas borracheras de bar, era muy común que Abdul cerrara cualquier conversación con su clásica sentencia: ¨El Universo es un hijo de puta¨.

Es justo decir que a partir del amor de Doris pareció renunciar a aquella sabia construcción filosófica.
Mucho más interesantes, sin embargo, nos han resultado los pormenores sobre cómo Don Abdul se inició en la aviación publicitaria. Él ya tenía mucha experiencia en la aviación por haber fumigado campos maniobrando una vieja avioneta CASA española, pero un día se encontró con quien sería el amor de sus travesías. En un descampado de Monte Chingolo la vio reposando al sol, sin maquillajes, sin vestimentas que disimularan los defectos propios de su edad. Allí estaba ella, una vieja avioneta Cessna desvencijada que alguna vez fue propiedad de un estanciero. 

Abdul reunió peso tras peso y logró comprar aquel avión que alguna vez fue rojo, pero que con la falta de mantenimiento y el inexorable paso del reloj fue adquiriendo un tono rosa apagado.

Por esa manía de todo capitán de ponerle nombre a su nave, Abdul –inspirado en la coloración adquirida por su avión– no se esforzó demasiado al bautizarlo ¨Puto viejo¨.

Allí nació una relación que difícilmente pueda explicarse. Algunos aseguran que Abdul dormía dentro del avión y otros -más exagerados, quizá - llegaron a denunciar que El Turco también llevaba a cabo en la aeronave sus procedimientos venéreos con la Doris u otra dama de turno.

Pero más allá de estas extravagancias, con el tiempo fue contratado por distintas empresas para difundir desde el cielo la publicidad de algún producto o servicio a través de unos alto-parlantes instalados debajo de las alas del Cessna.

Por eso era frecuente observarlo desde tierra firme, admirados de cómo Abdul luchaba contra los vientos adversos, y escuchando mensajes tales como ¨Carnaval en el Club Columbia! Venga con su familia a disfrutar una noche de música y alegría. Carnaval en el Club Columbia. Sábado, a las 20 hs, en El Club Columbia. Roma y Lynch, Lanús Este. Venga desarmado. ¨

Pero es justo decir que algunos llegamos a dudar de la eficacia de ese medio de difusión, debido a que la velocidad del sonido es menor a la velocidad de la luz.

A lo mejor, Heráclito D´Exceso lo explicaba con mayor eficacia:

¨Nunca dudamos de que Abdul hacía bien su trabajo, pero a veces no se puede luchar contra las leyes de la física ( SIC ). Un día escuchamos un aviso emitido desde la propaladora del avión que nos invitaba a concurrir al Circo Hermanos Rodríguez al Sábado siguiente. Y allí fuimos con nuestros amigos. Tamaña fue nuestra sorpresa al comprobar que el circo se había marchado dos semanas atrás. Allí comprobamos que el retraso del sonido era mayor del que pensábamos.¨

Debido a esos inconvenientes, Abdul comenzó a instrumentar el uso de una manga, algo así como una bandera estirada donde se escribía el mensaje publicitario. Dicen que para llamar la atención de los posibles anunciantes, el primer mensaje que colocó – en una genialidad marketinera - fue ¨Puto el que lo lee ¨.

Pero más allá de sus ocurrencias comerciales, Abdul era un tipo bastante anárquico.

Todos recuerdan aquella tarde en la que aterrizó en plena Avenida Pavón para ingresar presurosamente al baño del bar ¨El vómito ¨, ante las miradas absortas de los inspectores de tránsito, que – mitad por el asombro y mitad por su sólida ignorancia – no supieron de qué modo emitirle una multa de tránsito al arriesgado piloto.

Otro recordado aterrizaje fue aquel sobre la cancha del Club Centenario, en pleno partido de la liga zonal, donde fue insultado por propios y extraños.

Fue tal el desparramo de jugadores y concurrentes que algunos, queriendo cumplir con las más profundas tradiciones lanusenses, intentaron agredirlo físicamente. Pero Abdul descendió de su aeronave con cara de póker, una botella de caña Legui en la mano izquierda y una pistola Ballester Molina del año ´65 en su mano derecha. Todos se tornaron repentinamente comprensivos. Acto seguido, Abdul se introdujo en el pestilente sanitario lindero a la línea de cal, para así poder expiar sus intestinos recuerdos.

Siempre fue un hombre alegre. Nadie lo vio llorar jamás. Sin embargo, quienes intimaron con él lo describían como a un hombre profundamente sensible.

Y aquello se evidenció mucho más cuando Doris lo dejó por un colectivero menos dotado, pero más terrenal.

Dicen que a partir de aquello, nadie pudo ver jamás la desvencijada figura de ¨Puto viejo¨ surcando los cielos lanusenses.

Un atardecer, contra todos los consejos de sus amigos y del propio meteorólogo Héctor Pascales, ¨El Turco¨ apuntó su viejo Cessna con rumbo al río.

Sólo unos pocos, entre las sombras prematuras que anunciaban la noche y la momentánea miopía que produce el vino barato, pudieron leer el último mensaje, casi a modo de melancólica despedida, escrito amargamente en la manga del avión:

¨El Universo es un hijo de puta ¨.

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4 Comentarios

  1. Buena Edu!! siempre es un gustazo leerte!

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  2. Buenísimo!!!! Magnifica mezcla de filosofía barrial y aeronáutica! Agradecido por esta lectura! Dany Pereyra

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