La ventanilla

ENCARNA MORÍN -.

La señora apostada tras la sólida y fría ventanilla de metacrilato consiguió remover mis emociones. Distante e impertérrita, ofendía aunque no tuviera intención de hacerlo. Me alargó un impreso, sin molestarse en pensar que yo no entiendo una palabra de neerlandés. Yo misma, hablando sola, me decía qué carajo le pasa a esta boba, no estoy obligada saber neerlandés, inglés o francés, y tampoco quiero sentirme mal por eso. Domino perfectamente mi lengua materna, que viene a ser el segundo idioma más hablado del mundo, después del chino. Y además es la lengua oficial de este territorio. Que no es el Congo Belga, y aunque lo fuera…

El mal trago inicial, que supuso hacer un trayecto de tres horas en barco para llegar hasta la isla de Tenerife, en la que se encuentra el consulado de Bélgica, no nos importaba demasiado porque el objetivo era gestionar un pasaporte para mi hijo. No esperábamos tropezarnos con aquel lugar, en mitad de la ciudad de Santa Cruz, un local agobiante y angosto, en su interior la ventanilla tras la que se encontraba la señora funcionaria. Por fuera estaba el aparato de poner las huellas dactilares y la firma, la cortinilla en la que se hacen las fotografías y un par de asientos junto con algunos folletos turísticos. Todo muy decadente…

He de reconocer que fue capaz de resolver, cuando dijo necesitar la autorización paterna, que hasta este momento no había mencionado en las varias conversaciones telefónicas que mantuvimos. Le bastó con una llamada telefónica al padre -por suerte él si habla su misma lengua - quien le dijo desde Bélgica que por supuesto autorizaba la expedición del pasaporte belga para nuestro hijo que tiene ambas nacionalidades. En dos minutos llegaba un mail con la autorización y en otros cinco teníamos a la señora por fuera de la ventanilla ayudando al chico a colocarse ante la cámara de fotos. El gesto humanitario que afloró por primera vez, fue preguntarle amablemente a qué ciudad pensaba viajar y desearle un buen viaje.

Reconozco que somos de culturas bien diferentes. Queda muy claro cada vez que nos tropezamos con rigideces. Parece que cuanto más europeos nos volvemos, somos menos humanos, más burócratas e impersonales. En eso queda muy patente nuestra pertenencia a la CEE. Las leyes y normas que al parecer compartimos, están hechas desde la frialdad más absoluta. Aunque seguimos siendo del sur. Esa idílica abolición de las fronteras, debe tener sus condiciones. De hecho basta mirar cómo se vive en el norte con respecto a nosotros. 

Una semana antes, la funcionaria española de la ventanilla policial que expide pasaportes, documentos de identidad y permisos de menores para viajar, fue, si cabe, mucho más cruel. Todo ello hablando español de Canarias. No iba a expedir un permiso en el que yo, la madre que lo parió y que le cuida hace quince años, autorizara al chico a viajar sin acompañante al extranjero, porque era imprescindible la firma del padre. No importaba el argumento de que el padre no podía firmar porque se encontraba en Bélgica y allí precisamente es a dónde viajaba el niño. La ley acababa de salir hacía unos días, o sea que tres días antes habría salido con el documento en la mano, pero hoy de ninguna manera.

Considerando otras alternativas, salí de allí con una gran sensación de impotencia. Toda el agua del mar que nos rodea se me volcó encima por momentos. De vivir en el continente, se podría tomar un tren y punto. Nadie iba a pedir un permiso para viajar a Europa, pero la metrópoli española sigue estando a miles de kilómetros de distancia para los habitantes de Canarias.

"Dentro de tres años no va a necesitar ningún permiso", dijo la señora funcionaria de la ventanilla española. ¿Cómo que dentro de tres años? Tres años en la vida de un joven son una eternidad. El chico necesita ver a su padre ahora. Pero ninguno de estos argumentos hacía mella en su rigidez.

Con todos los papeles belgas en la mano, el chico podría viajar ya que las leyes de ese país son diferentes. No obstante, volví a hacer una pregunta más en una comisaría de policía. Para mi sorpresa, los jóvenes agentes expidieron el permiso materno para nosotros. Todo ello sin saltarse la ley ni mucho menos. Lo hicieron buscando un resquicio en ella desde su buena voluntad. Con mucha amabilidad y muy buen talante. En esta ventanilla fue donde por primera vez afloró la comprensión y la humanidad.

Por fin, con los documentos de ambos países en la mano, llegó el ansiado día de viajar. Y esta vez la empleada de la compañía aérea no necesitaba nada más que un DNI. Preguntó -¿Cuántos años tienes? Y añadió muy amable:-Qué curioso, un belga nacido en Las Palmas de Gran Canaria. –No señora, repliqué serenamente, es un canario de padre belga…

Este asunto de las fronteras me ha dado que pensar. Impasibles una veces y otras muy inquietos, asistimos a pugnas y conflictos que pretenden marcar los territorios a cal y canto, aunque luego las riquezas y negocios de los países parapetados tras su biombo fronterizo, se encuentran o han estado históricamente al otro lado del mundo. 

Ahmed, un buen amigo nacido en el Sahara Occidental cuando aún era territorio español, sufre mucho porque su padre, que tiene ochenta años y un cáncer de próstata, no puede venir a recibir tratamiento médico en España, por supuesto corriendo de su cuenta los gastos, porque no consigue el visado para viajar a este país que una vez fue el suyo. Tuvo dos hijos antiguos militares españoles y otros dos que actualmente viven en España, pero a él no le dan el visado bajo ningún concepto. Ahí malvive, en el territorio ocupado del Aaiún, esperando ver antes de morir, que por fin se realice el prometido referéndum, casi cuarenta años más tarde del abandono en el que los dejó España.

Para justificar esta política opresora de países pobres contra ricos, si es necesario, hasta sueltan un virus que aterrorice al personal, y luego juegan con el miedo de la población. Más viejo que la peste bubónica que llegaba en las ratas que viajaban en las bodegas de los barcos. Ahora que las noticias hablan a diario de los estragos del ébola en el continente africano, se viene a repetir la historia de la gripe aviar y porcina, de la gripe A y de tantas otras plagas, de cuyo origen se especula relacionándolas con laboratorios del lado “desarrollado” del mundo. Luego será necesario que cada país gaste millones en comprar una vacunas supuestamente efectivas que terminarán yendo a la basura cuando estén caducadas.

Mientras tanto, ya se han calmado los ánimos que decían a voz en cuello que la valla concertina de Melilla era una valla asesina, o los que se alarmaban cuando los cayucos de mala muerte, cargados de seres humanos desesperados, andaban a la deriva por el Mediterráneo o el Atlántico, terminado casi siempre con un saldo nefasto de muertos y desaparecidos. 

Hay ventanilla externas, ventanillas internas, ventanales al mundo y otras de cartón piedra que imitan a hierro forjado. Solo los seres humanos que nos apostamos a ambos lados de ella somos capaces de disolverlas.

Fotografía: Kristhóval Tacoronte

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1 Comentarios

  1. A los pocos meses, la ley que impedía a los menores viajar sin la autorización de ambos progenitores, había cambiado. Supongo que la queja que amablemente argumenté por escrito sería una de tantas razones de peso.

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