País suicida


CLAUDIO FERRUFINO-COQUEUGNIOT -.

Pronto será historia la democracia representativa en los Estados Unidos. Se echará la culpa a los desmanes terroristas del siglo. Y la población norteamericana lo creerá como lo hace hoy.


No hubo cosa mejor para el gobierno Bush que lo acontecido aquel fatídico 11 de septiembre. La lúcida visión de Noam Chomski u otros que opinaron distinto no sirvió de mucho. El norteamericano es un pueblo que teme de manera constante. Tiene pánico de la muerte, de las enfermedades, desconfianza y temor de sus vecinos, individualismo llevado al extremo. Esto, conjuncionado con una retórica de miedo, ha fundado las bases para que un grupo de desalmados hombres de negocio: Cheney, Bush, etc. se encaramen por encima hasta de la Constitución y preparen el advenimiento de una nueva nación de extremos: ricos y pobres, unos bendecidos por Dios y el resto desheredado. Cuentan para ello con la masiva estupidez de los votantes a la que se controla con un inventado arcoiris que determina el nivel de peligro en que el país se encuentra. Entonces, como animales amaestrados, prefieren ceder los derechos que se consiguieron en doscientos años de historia para creer estar a salvo del mal que los acecha. A no olvidar que este es el país que Orson Welles tiñó de espanto con una emisión radial en la que se decía que los marcianos invadían la tierra; el país que escrutaba el horizonte aguardando invasiones ficticias; la población que se arma hasta los dientes anhelando terminar el crimen con la intimidación de las armas, sin darse cuenta que éste se cultiva allí dentro.

Estados Unidos se caracterizó por una poderosa clase media; sobre ella se levantaron los cimientos del poder y del dinero. A partir del fin de la segunda guerra tuvo su auge. Mas ahora alimenta a su peor enemigo: la administración Bush, que ha hipotecado el país a los inescrupulosos financistas. Gran parte de los habitantes debe su alma a las tarjetas de crédito que, gracias a jugosas donaciones al partido republicano, han conseguido que la usura reemplace porcentajes de interés que no
sobrepasaban el 21%. Hoy no extraña ver intereses de 30, 36, hasta 40%, suficientes para romper el espinazo de cualquier grupo social y mandarlo derecho a la pobreza como ya sucede.

Se implica que destruyendo la estructura sólida que mantenía al país y dividiéndolo en dos clases antagónicas se termina con la posibilidad de preservar el status quo. Cheney y Bush y sus adláteres se enriquecen día a día. Los demás se atontan y perecen.

20/02/06
Publicado en Opinión (Cochabamba), febrero 2006
Imagen: Patrick Oliphant/Bush, Cheney - and the Country as a Horse, 2007

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1 Comentarios

  1. Una muy acertada mirada histórica desde el fragor de la batalla. Vil proceso que parece ser contagioso. Cuesta abajo va la historia. Un abrazo grande, querido amigo.

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