Extraña Navidad

ROBERTO BURGOS CANTOR -.

Las costumbres que domestican al ser humano reducen la necesidad y el campo de sus preguntas, de sus incertidumbres. Las personas que creen guiar su vida conforme a reglas rígidas de aparente nobleza, de alguna manera abogan por su propia tranquilidad al evitarse aceptar disyuntivas, detalles de diferencia. Se les llena la conciencia cuando apelan a los añejos y enormes avisos de alguna civilización: igualdad, libertad, honor, decencia, seriedad y tótum revolútum.

A pesar de los tratadistas morales, de cívica, de religiones, de constituciones, de cuánto se predica y se consagra para darle sentido al ser humano y conciencia a sus acciones; lo que se enfrenta, día tras día, es un infinito de disyuntivas.

Tal vez la respuesta de impecable sinceridad y verdad dura que sirve para ilustrar lo complejo de la vida y lo insuficiente de la regla que aspira a normarla, esté en la memorable película, Arde París, o Diplomacia, de Volker Schlöndorff.

Los amantes del cine recordarán que un General alemán, en 1944, tiene la misión de destruir París ante la entrada de los aliados. Un personaje de la resistencia, como Cónsul suizo, en una de las conversaciones largas menos aburridas para los enfermos de la acción, (como si la palabra no fuera también acto, salto al vacío, búsqueda incesante) le argumenta para convencerlo de lo estúpido de la devastación.

El general, tocado en su fe disciplinada de las órdenes, acude a una última resistencia: Su familia es rehén y garantía de cumplimiento del desastre por una ley de Hitler.

El militar ablandado le pregunta al Cónsul: ¿Usted qué haría en mi lugar? Exige la respuesta y después estar acorralado el Cónsul le dice: ¡No desearía estar en su lugar!

Se puede pensar que tantas generalizaciones son un fracaso. El ser humano requiere una comprensión a fondo de su individualidad.

Meditaba esto por el destello de espiritualidad de la Navidad, asediada con atropellada anticipación por un comercio que instrumentaliza el mensaje de dignidad de la pobreza, de contradicciones del poder, de misterio, que hace vigente la celebración del cristianismo.

Ese núcleo de humanidad ha permitido relatos de literatura, comidas para volver a la intimidad y rememorar la historia, larga o breve, de cada familia, escoger el vino, y ser por un instante el olvidado si mismo que se celebra desde el pesebre. La poesía de Francisco de Asís.

No sé cómo contar del pastel cartagenero, de las cartas al niño Dios, del engorde y muerte del pavo, de la torta de Truman Capote, de los milagros de Dickens, el esfuerzo por un rato de felicidad.

El mundo empecinado en la crueldad. Torturas de la CIA. 132 niños asesinados en la escuela por el TTP. La codicia y avaricia imperantes. Desaparecidos del Palacio de justicia. Informe de Brasil. La paz para Colombia. Diferencias sin matarse.

Llorar o rezar. Quién sabe.


Imagen: Thomas Nast's Santa Claus

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1 Comentarios

  1. Anónimo23/12/14

    la primera Navidad se celebró con gente humilde, pastores, y con ángeles, pese a que Herodes se preparaba para matar a cientos de niños judíos; esta Navidad se celebra con gente humilde y con ángeles, pese a que el último Herodes se anda lavando las manos de la sangre de 400 niños palestinos. Hemos de celebrar al Emanuel, Dios-con-nosotros. Yo he decidido hoy, en que estaba medio tristona, ponerme de buenas y prepararme para dar a los demás alegría y para eso mañana mismo me pongo a hornear un bizcocho y a montar el Belén (el Nacimiento, Pesebre) como lo hacía mi madre, que a veces estaba muy triste. Para que nuestra hija tenga un recuerdo Bueno, como yo los tuve y los tengo. Lo que no puedo olvidar es que no voy a comer hallacas.

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