Ética, épica, estética

PABLO CINGOLANI -.

Confieso algo: los últimos días, las últimas dos semanas, me anduve intoxicando fuerte, peor que juntar Clonazepán y Artane. Lo hice así: leyendo una biografía más del Che Guevara, releyendo su diario de guerra escrito en Bolivia, sus famosas Notas de Viaje, y el libro que escribió –como descargo- uno de los miembros de la bautizada por el propio Che como la “resaca” de la guerrilla boliviana, un hombre llamado Eusebio Tapia.

A esta línea base de la ensalada guevarista, lo acompañé con algunos pimientos con ajo de las aguafuertes porteñas de San Roberto Arlt, el bendito cardo del cuento El Sur de También San Borges y mis citas marcadas de las conversaciones de Vicente Zito Lema con Enrique Pichon Riviere. Dos ejes citables: la locura de (Saint) Artaud y ¿si los tobas me comen?, el miedo a los malones indígenas cuando Pichon era niñito, allá en el Chaco.

Para terminar el menjunje, le agregué nuevos condimentos: leí por vez primera el primer tomo de las memorias de Dorfman, el libro más famoso de Sepúlveda (El viejo que leía novelas de amor) y para no leer puro chilenos (je!) , un ensayo de Jozami sobre Rodolfo Walsh (que, inevitablemente, contrapunteé con el libro Montoneros del pelado Perdía y el tomo II de La Voluntad). Ah, como postre, me releí de un tirón –dos días- Final de novela en Patagonia, de Mempo Giardinelli, otro del Chaco pero no Gualamba.

Además de comer e ir al baño de manera consecuente, también vi varias películas: volví a ver, entre varios clásicos, Scarface y El secreto de sus ojos de Mr. Campanella y vi otras cintas que nunca había visto, anoto dos: Buenos Aires Viceversa de otro intoxicado, de Agresti, y un peliculón estonio-georgiano titulado Mandarinas.

Como me cebé con esto que escribo, le pondré algo de música: diré que sólo escuché Vida de Sui Generis (toda la vida escucho Vida, porque es la obra maestra de Charly García), un CD de colección de Keith Richards (que incluye la mejor versión de todas de Gimme Shelter) y un compilado de Spinetta que me grabó un psiquiatra amigo la última vez que nevó en Buenos Aires y nos fuimos de parranda y derrapando por el parque Lezama con el Rogelio Guanuco, el indio diaguita-calchaquí que le da la mano a Evita, joven él y como trabajador minero de Rio Turbio, en la famosa foto que inmortalizó la visita de Ella a ese extremo de la Argentina.

Semejante manduque, tamaña libación de libros e imágenes y sonidos, me produjo una leve levitación atmosférica que me llevó hacia, hasta mi propio Aleph. Confieso que no hay droga más exquisita que la lectura, ni mejor antídoto para todos los dolores del mundo que ella. En ese estado de gravedad existencial, he intentado varios textos, todos abandonados, a saber:

–uno precisamente sobre el hecho de leer, el acto de hacerlo, que dejé ahí, sin llegar a ningún puerto ni literario ni menos terapéutico. Anoto por anotar que empieza así: Leer es salvarse en este mundo desencantado…

-un poema decidor, de los míos, sobre Artigas que dale nomás comienza así: Escucho al viento/ Y lo veo a José Gervasio/ Comandando el destino… Puta madre que lo creo así.

-otro texto sobre la cuestión marítima de mis hermanos de acá, arranca tal cual: Sin mar para Bolivia, no hay Patria Grande. Tal cual, Heraldito.

-un escrito más titulado Tres historias con milicos y que dice para empezar que nací en un país donde los militantes populares teníamos serios problemas con los militares, con las Fuerzas Armadas de nuestra patria…aunque todos fuimos soldados y eso está bien también.

-otro texto, dramáticamente encabezado así: La ausencia de destino y que prosigue: ¿Hacia dónde mierda vamos? ¿Hacia la liberación nacional o hacia Corea o peor, hacia la China? Se empieza a complicar la receta, ¿no mi amor?

- Y otro texto, final, que bauticé Penetración cultural: ¿hasta cuándo? Y ahora que lo releo tiene cosas buenas como estas preguntas que copio y transcribo:

¿Cuáles son las relaciones que existen entre la lucha de liberación, el conflicto político o armado, y la cultura?

¿Se suspende la cultura durante la guerra de liberación? O

¿Es la lucha por la liberación nacional una manifestación cultural, un fenómeno cultural?

Fanon forever.

Bueno, vale mi hermano, ya no jodo más con mis obsesiones. Toda esta lata era sólo pata encuadrar este mi texto que titulé con esas 3E malditangas. Sólo para avisar de qué viene y cómo viene. ¡Intoxicado estaba!

* * *

Ética, épica, estética: ¿cómo la sigo?

Empiezo con una cita de Giardinelli –que, confieso, no me termina de gustar, no me gusta ese espíritu –“higiénico” propongo- que lo anima, el mismo que anima a Sepúlveda o a Cortázar o a García Márquez o a Sábato. Ninguno me termina de gustar- pero esta cita me incita.

Dice el chaqueño universal, en su libro patagónico: “Para mí es inevitable que en esta ruta vacía, en este mundo despojado y solo que es la inmensa Patagonia, me acompañen –me salven, diría yo- todos los libros que he leído”. Está buena la intención, hasta la intensidad, pero le falla el contexto, el amarre, el espíritu como decía: ¿Por qué la Patagonia, ese desierto donde los nuevos Cristos van a sucumbir o a probar de su propia medicina, es considerada como un planeta despojado y solitario cuando, en verdad, el mundo despojado y solo es todo el que rodea a la Patagonia (o a la Amazonía o al fin del mundo)? Hay una ética detrás de estas palabras e indudablemente hay una estética, pero está ausente la épica.

La épica, pero escribí la época, y entonces corrijo al dedo y aprovecho y pregunto, ya que hablamos de épica: ¿Cuál es la épica de nuestra época? Me olvidé: también vi Birdman del mexicano universal y ya que estamos vamos a parafrasear a don Carver: ¿de qué hablamos cuando hablamos de épica? ¿De Pancho retomando un discurso digno pero que es sólo eso, es un discurso, o de Obama, cómo te vamos extrañar mi negro cuando vuelvan a ganar los republicanos y se siga pudriendo todo?

Nací el 63, tenía 7 años cuando los Montoneros ajusticiaron al secuestrador y ocultador del cadáver de Evita, tenía 11 años cuando fuimos con mis viejos –a insistencia mía- de vacaciones a Tucumán, tras que el ERP se había tomado Acheral, tras que con esperanza o con pena/ yo había visto a la luna buena/ besando el cañaveral, oyendo a la Mercedes Sosa cantando Luna Tucumana y cantándola yo mismo en el colegio: así aprendíamos.

¿Penetración Cultural? Estábamos librando la batalla en el terreno del lenguaje (Ernesto Cardenal) y Dorfman, Ariel había escrito su famoso libro: para leer al puto Pato Donald. En Tucumán, nos agarró una pinza del ejército: era emocionante, hasta épico. Crecí así. No me pidan que reniegue de mi historia, de una historia sensible y de una épica que –en ese momento de la historia- la escribían unos señores y unas damas que eran los guerrilleros. ¿De qué hablamos cuando hablamos de épica? Cuando quien suscribe habla de épica, habla de ellos, de los guerrilleros. Esos hombres y esas mujeres que se jugaban la vida, con armas en las manos, porque creían, por lo que creían que era justo. Porque tenían fe en el destino, no en su ausencia.

Defínime justicia. Vale. ¿De qué hablamos cuando hablamos de justicia? Justicia es que ningún chico pase hambre y menos se muera por ello. ¿Vale? Sí, vale, Justicia es que ningún indio tenga que perder su alma porque lo avasallan, porque invaden sus tierras, porque le meten el puto capitalismo y al sistema en su vida, ni nosotros que somos los buenos porque ellos son más buenos que nosotros los buenos, nosotros los izquierdistas nosotros los nacional populares. ¿Vale? No, no vale. Decime: ¿cómo le doy de comer a los pibes sin joder a los indios donde está el petróleo, donde está la riqueza para alimentar a los chicos? Sencillo: para que coman los pibes, quitale a los ricos, no a los indios. Quitale TODO a los ricos, y dejales lo justo, para que vivan como todos: igualar, de eso se trata. Eso quería el Che Guevara. Por eso luchaba. El Che y todos los guerrilleros.

Vos me estás mamando.

No, no te estoy mamando: sólo te cuento una verdad: yo crecí así, con esa mística en la sangre, con esas imágenes en la niñez: los chicos necesitan leche, los guerrilleros expropiaban el camión de la lechera privada y lo llevaban hasta donde estaban los chicos que se morían de hambre y les daban leche, leche para que coman y no revienten de injusticia. ¿Eso estaba mal?

* * *

Bueno, en fin, disculpen tanto delirio ya advertido pero ahora encontré la huella. Es esta, así clarita:

1) La ética: no puede haber un solo niño que se muera de hambre. Hasta lo dice la famosa ONU.

2) La épica: robar a los camiones de las empresas privadas de mierda que venden la leche, fue, es y seguirá siendo, una hecho de valor, de coraje, en suma: una épica.

3) la estética: esta es la puta cuestión que resuelve todas las otras. ¿En qué mierda de mundo vivimos cuando hay niños que se mueren de hambre, cuando hay niños violados por sus padres, cuando hay mujeres asesinadas por sus parejas, cuando hay parejas que no tienen trabajo, cuando el trabajo esclaviza?

* * *

Ética, épica, estética: como síntesis anotaré cuatro palabras más, sólo estás cuatro palabras: Haroldo Conti, Paco Urondo.

Publicar un comentario

4 Comentarios

  1. Etica, épica y estética emigraron de Chile hace mucho tiempo. Me gustó mucho su escrito. Comparto cada palabra y cada pregunta.

    ResponderEliminar
  2. La falta de ética domina la acción politica actual, eso nos esta llevando a la perdición. Buenas sus reflexiones.

    ResponderEliminar
  3. Aquel reputo Pato Donald. Se sigue leyendo al Dorfman, y a casi todos los mencionados. Poderoso texto. Las formas de trinchera han variado, así como las formas de contraatacar, pero de bajar la guardia, jamás. Un abrazo fuerte, querido hermano.

    ResponderEliminar
  4. Anónimo2/4/15

    Wuuaaoo !!! Q fuerza de texto.. vibradoras, reales y pensadoras. Saludos desde México

    ResponderEliminar