En la calle

ROBERTO BURGOS CANTOR -.

Una de las catástrofes de las imaginerías del autoritarismo ilustrado, cuando administra lo público, o intenta ese acto evanescente: gobernar; es aquella que trastorna la jerarquía y urgencia de los problemas. Mediante decisiones inocuas envuelve en una distracción pueril los asuntos de fondo que agobian a la humanidad hasta afectar la posibilidad de convivencia.

El embeleco ahora es la alharaca del día sin carro. Medida de países con parques verdes y plantaciones, calles en buen estado, seguridad de confianza, y un transporte público con buses confortables y bien mantenidos, metro, tranvías, pequeños ómnibus eléctricos para circular en las zonas históricas, andenes para el de a pie. Y un tiempo domesticado por las estaciones que, por supuesto, el presente depredador altera con crueles variaciones.

La nefasta tradición de una frágil democracia, para no citar a Echandía, alimentó un procedimiento desgraciado. Los dueños de empresas de buses los ponían al servicio de los políticos que los favorecieron con un aumento de tarifas, una rebaja en los aranceles de importación, una concesión de rutas impensables, y toda esa triste cadena de privilegios ilegítimos que tienen a la sociedad colombiana atascada en la corrupción y la indolencia.

Menos mal que las autoridades municipales no insistieron en jornadas así, como la noche de las mujeres. Había que ver el propósito bien intencionado de fortalecer autonomía, respeto, libertad de entretenimiento, lo que produjo en los meros machos al desquite de una noche para la cual no dieron permiso, golpeando, torturando, vejando a sus compañeras sometidas al miedo.

Tal vez el coletazo reciente de esas fantasías que pensaban, con sana finalidad, que si las mujeres salían solas de noche el varón se reformaba en su asimétrico vínculo, fue el de un burgomaestre que convocaba a niñas, aún en la infancia, y les organizaba reinados de la bellaza con ropas de playa, sostenes asistidos por conos de plástico y galas de baile.

Esta serie de artilugios del autoritarismo ilustrado, que remueven el aburrimiento de una sociedad hastiada, no pasan de ser un pedo de mariposa.

Lo que ocurre hoy, para limitarlo a los ejemplos referidos, es tremendo. Proponer una fugaz diversión y seguir en los abismos sin escalera ni cuerda de alpinista de las anomalías sin remedio.

Esta monstruosa anomalía es el caldo de cultivo de una antigua y ahora renovada respuesta de la comunidad, que sin pensar, sin guías, responde. El retorno de la honda de David. El vandalismo, acto sin esperanza, impregnado de inmediatismo. Ese inmediato, cargado de tradiciones, que sustenta las revueltas sin destino. El que mata para robar un celular con el servicio suspendido porque el usuario no tiene con que pagar. El que viola el bello cuerpo para fundar el placer de la canallada. Así, hasta la cueva.

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