Natalio Bayo

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MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ -.

A Natalio Bayo, pintor, aragonés, le debo mucho, casi lo más importante que te puedan dar: confianza, esto es, que confíen en tu trabajo y lo valoren. Cuando vinieron bien dadas y cuando llegó la borrasca, ahí ha estado. Vi sus primeros cuadros hace más de cuarenta años en una exposición del grupo Azuda 40, en Pamplona, me gustaron mucho, y hasta ahora. Escribí para una de sus exposiciones, de 1991, un texto que titulé “Et in Palagonia ego”, pensando sin duda en la obra de Giovanni Macchia, Il principe di Palagonia. Sé que a Natalio Bayo le debo algo porque hay gente con la que vas a estar “a la ordea” mientras vivas, y sé que el suyo es uno de los capítulos de la “novela desordenada” (roman désordonné) que ahora mismo me traigo entre manos. Decía Macchia del “castillo de los monstruos” de Palagonia: “Realmente parecía que su castillo había sido concebido para que sus huéspedes pasaran del papel de espectadores estupefactos al de actores”… No es que te identificaras con las imágenes de Bayo, ese mundo de animales vagamente mitológicos, gente voladora, protagonistas de la otra historia, guerreros, banderas desgarradas, caballos, ruinas, como esas que tantas veces he visto en sueños y que me permiten decir “sí, yo he estado ahí” o “sí, por ahí paso cuando nos despedimos y me quedo solo”…  sino que estas te ayudaban a identificarte a ti mismo. Conviene dar la vuelta y emprender el regreso sobre la huella de tus propios pasos o más aún, ir en dirección contraria porque es casi seguro que ahí, donde no estuviste, es donde te has perdido.

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“Se acabó el festín” es el título de este cuadro. Hace tiempo que se acabó nuestro festín, aunque solo fuera el del Fermín, taberna de trueno, verde y amarilla, con una botella de guindillas y una aguja de tejer doblada para sacarlas, y sal gorda, y mol  barato, mucho, de batalla brava, y manos manchadas de pintura  y poemas sobre la mesa y dibujos que se iba a llevar la riada de la vida, como el propio Fermín, ayer ruina, hoy hueco, por el que pasan hasta los fantasmas de Ramón Irigoyen, poeta, con sus poemas, aquellos en los que Séneca, dialogando con Lucilio, pensó en los tejados como única escapatoria posible, pero en su ataraxia cordobesa olvidó mentarlos, como los evocamos, Ricardo García Camacho y yo, en un sótano más negro que nuestra reputación, de Callampaya, cabe el Cementerio General, cuesta abajo… Ricardo, el mejor lazarillo que tuve en mi Diablada boliviana, la de los callejones y la noche helada, la que ya se anuncia con un golpazo de platillos y un trueno de tubas.

Imagen: Natalio Bayo

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2 Comentarios

  1. Natalio Bayo se queda también con nosotros, en este fin de mundo, tal como tus letras, resistentes a climas y épocas. Me gustó mucho eso de "donde no estuviste, es donde te has perdido".

    Muy bueno. Un fuerte abrazo, amigo Miguel.

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  2. Un reconocimiento muy merecido segun mi propio gusto, estas pinturas están muy buenas!.

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