¿Por qué nadie me cree cuando escribo ficción? (4)

PABLO CINGOLANI -.

¿Ubican al caleidoscopio? Quién inventaría, no sé, lo que sí me consta es que esa misma ruptura visual armónica que experimentas cuando ves por el referido artefacto, esa misma partición incesante, complementaria, divergente, convergente, divertida, seductora de los distintos y diversos espacios que conforman el ojo único del aparatito atrapante, eso mismo o algo así pasa, sucede, ocasiona, te envuelve, trama en tu cerebro-cerebelo-sistema nervioso, el consumo de LSD.
De repente, (te) pasa esto: la realidad no es más la misma y aunque es la misma realidad, porque la realidad, la puta realidad, siempre será la misma, para vos, ya no lo es más, no puede serlo: se ha partido, se ha fragmentado, pulverizado y vuelta a cuajar, reventado e implosionado, caleidoscópicamente, como un súper volcán psíquico, imparable e irrepetible. Nunca jamás volverás atrás, nunca jamás podrás volver (Heráclito también lo dijo)
Eso y no las boludeces domesticantes y psicóticas que te enchufan en las neuronas, eso debería enseñarse en los colegios, especialmente en los establecimientos denominados secundarios o de enseñanza media. Si eso ocurriese, no andaríamos tan perdidos, como mis libros de poesía de Pasolini (todos los editados por la colección Visor) que, no sé, se han perdido, vaya a saber en qué travesía o en cual vorágine.
Lo cierto es que hace años que me di cuenta de eso: que esos libros faltaban, que no estaban los muy leídos. ¿Por qué me acuerdo de ellos? Pasolini poseía ese don que le asigno al ácido, tal vez lo cultivaba de forma natural, tal vez su cerebro nació astillado –como el cerebro desgarrado de Gramsci o el invencible molusco mental que atesoraba Darío Fo-, tal vez le empujaba un vinito, una oliva y eso bastaba. Estoy jodiendo: a mi Pasolini siempre me sonó a oboísta estrella, al más recio y osado pensador, pecador, pescador de toda la comarca, al caos contra el terror, como el mismo proclamaba, caos contra el orden, caos contra el fascismo, el moralismo, el individualismo, caos contra todas las mentiras de este mundo.
Pasolini, eso sentí siempre: no mentía.
“Si regresa el sol, si cae la tarde,/ si la noche tiene un sabor de noches futuras,/ si una siesta de lluvia parece regresar/ de tiempos demasiado amados y jamás poseídos del todo,/ ya no encuentro felicidad ni en gozar ni en sufrir por ello:/ ya no siento delante de mí toda la vida...
Para ser poetas, hay que tener mucho tiempo:/ horas y horas de soledad son el único modo/ para que se forme algo, que es fuerza, abandono,/ vicio, libertad, para dar estilo al caos.
Yo, ahora, tengo poco tiempo: por culpa de la muerte/ que se viene encima, en el ocaso de la juventud./ Pero por culpa también de este nuestro mundo humano”.
Te lo decía: Pasolini (el poema se llama El príncipe; lo encontré en internet en dos minutos de búsqueda) no mentía.
Eso de “dar estilo al caos”, mamma mía, es la síntesis más exacta de lo que estaba queriendo decir con relación al LSD, a Pasolini, a los volcanes, a la educación pública, al terror que nos asola si nos dejamos. Nadie mejor que Pier Paolo para definirlo. Nadie mejor que vos para encontrarlo, así te envuelvan las cloacas como boas y tu cabeza quiera estallar viendo tanta plastilina televisada, tanto Kim Kardashian, tanto Shakira, tanto moco y tanto dolor cercando tu corazón.
¿Sabés que creo, Fabián? ¿Sabés que siento Salvador, Esther, Facundo? ¿Sabés una cosa, Muzam? Pasolini no sólo está vivo, sino que está más vigente y más combativo que nunca.


Imagen: Pier Paolo Pasolini

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