Noches de museo


ROBERTO BURGOS-CANTOR -.

Cualquiera puede imaginarlo.

Ocurre desde que algunos artistas y expresiones de su arte decidieron apartarse de las aventuras riesgosas en pos del misterio. La búsqueda de lo absoluto, según Balzac. El destello de lo innombrable. El guiño de lo invisible.

El acto transgresor consiste, entonces, en meter el orinal, sin meados, a la sala del museo. Sacudir el encierro. O disponer los objetos en un lugar cuya imagen histórica, por anacronía solemne o por tragedia, atrapa el sentido del arte. No agrega, propone miradas renovadas, apela a la memoria y apenas logra la extrañeza, la curiosidad efímera.

La inspiración de este arte es la crítica política o social. La excentricidad del derroche. O los sobresaltos por descoloque descubiertos hace años también por los surrealistas. El paraguas en la mesa de disección. La fealdad en Cristo del viejo Cranach.

Por lo general su forma se confunde con su motivo. El joven Rimbaud decía: quien trae la forma da la forma. La mesa con la montañita de cocaína. La desnudez cansada en la antesala de la galería.

Se pueden sumar interpretaciones o intenciones de respetable deseo a lo que la gente se detiene a ver, o se le atraviesa en su camino diario, o va a ver.

Hay que dejar a los críticos que desentrañen porque cierto arte quiere sustituir el discurso político. Sin duda lo que instalan algunos artistas es inteligente y no compran el aplauso. Pero.

Entonces hay que imaginarlo.

Ocurrió en un museo italiano. La instalación que albergaba tenía el nombre, sin respuesta, es de suponer que las preguntas tienen su lugar y momento, de: ¿Dónde vamos a bailar esta noche? Claro, no deja de ser interesante que la muchacha o el muchacho que se detienen ante el minotauro lascivo de Picasso, se digan al oído esa misma pregunta.

La exposición consistía en un deliberado reguero de botellas de champaña, cajetillas de cigarros, confetis y serpentinas, algún condón sucio.

Con los años los parques cierran, los cines cierran, los bares cierran, y los museos. Les llega la hora de la limpieza.

¿Dónde vamos a bailar esta noche? es una instalación asegurada. Se pueden imaginar al asegurador sumando a botellas y cajitas vacías, el imponderable valor de lo estético o como sea que se llamé el fuero de un espacio en el museo.

La mujer de la limpieza, con trapos, escobas, cepillos, y la energía de quienes quieren su empleo, se puso uniforme y guantes y gorra para evitar un pelo en las construcciones artísticas. Padeció el asombro recriminatorio del descuido. Un museo, templo del arte, con esta montaña de porquería.

Si señor: amontonó y sacó a los tinacos. Para las artistas una metáfora del consumismo. Para la limpiadora y su privilegio de mirar en silencio, apenas basura descuidada.

Kiefer compró su fabrica. Lee a Celan. Y exorciza un agravio personal. No la ofensa colectiva de politiqueros. Sin pólizas.

Imagen: Pablo Picasso, Minotauro ciego guiado por una niña en la noche (1934).

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