Palabras necias

ROBERTO BURGOS CANTOR -.

Un pastor de Sacramento, Estados Unidos, de esa modalidad que vocifera de corbata, en mangas de camisa; sin cayado, con micrófono; bodega gigante para su iglesia; y la creencia soberbia que considera a los feligreses ovejas trasquiladas, apenas si dan balidos, consoló a su pueblo, apesadumbrado por la matanza de Orlando, Florida, con la homilía que transcribo.

“Hey, si me preguntan ¿estás triste que 50 pedófilos murieron hoy? No. Yo creo que es grande. Creo que eso ayuda a la sociedad.”

Nadie se lo preguntó. El hombre¿? es de esa especie que se hace a si mismo las preguntas que quiere e imagina que sabe responder y nunca permite que otro consulte, dude, pregunte. Acerca a los escuchas con expresiones coloquiales como hey, cuadro, tu. Desterraron el latín por que odian que Dios haya creado al hombre a su imagen y semejanza. Desconfían del devocionario por miedo a la palabra escrita, edifican su artilugio con los énfasis de un ilusionismo de mago en Honda.

Sus asambleas en crecimiento sostienen de monedas de su bolsillo esa gritería fanática que para mal ofrece a las intonsas gentes una entretenida esperanza mientras se mueren.

¿De dónde surgirá un fanatismo que conduce a los seres humanos a la intolerancia, la estupidez, y la destrucción de una espiritualidad noble, digna, solidaria y bella?

El pastor se llama Roger y no parece de la familia de ese vaquero que leímos en la infancia y resolvía con justicia los delitos.

Nadie entiende cuál es la ayuda que una matanza por diferencias sobre el amor y el sexo puede prestar a la sociedad de hoy.

¿Será sociedad?

Se soporta una tormenta de locura. Parte de quienes se dicen seguidores del profeta de la sublime Puerta decidieron sacar la espada. Parte de quienes sentaron bases de pensamiento para la libertad, odian recibir y ayudar a los perseguidos, a quienes en barcazas o en peregrinajes, huyen de la lluvia de fuego sin el consuelo de convertirse en estatuas de sal.

Esta demencia y las respuestas insuficientes, inadecuadas, pobres, han puesto en cuestión toda la construcción de Occidente, un admirable poema que ha sufrido las crisis sin perdón de los totalitarismos y a pesar de tanto ha sobrevivido.

Hoy, parece que el único argumento son las armas, cada vez más mortíferas. Muertes mudas que no podrán ayudar a fundar el entendimiento, el abrazo, el respeto a la diferencia.

¿Cómo devolver a las palabras su viejo poder mágico de transformar, de revelar la sorprendente concepción que está más allá del dogma?

Es fácil articular al pastor sin cayado y sin perro, Roger, al clima de intranquilidad y de incertidumbre que sopla uno de los candidatos a la presidencia de ese país del Norte cuyo progreso y modernidad alguna vez admiramos.

Ahora viene esa frase de los Caribes: Respeta la vida ajena.

La vida: lento y constante esfuerzo por alcanzar la felicidad. Contigo. Con todos.

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1 Comentarios

  1. Estamos rodeados de palabras necias y armas cargadas. Cómo evitarlas? Moverse, moverse mucho y hablar mucho más!

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