Más allá de las palabras.

ENCARNA MORÍN-.

Ayer, paseando por la zona comercial de la ciudad, tropecé con un hombre muy delgado que pedía limosna a la puerta de una pastelería. Entré a comprar unas barras de pan y salí a buscarle para dejarle unas monedas, pero ya se había encaminado derrotado hacia el semáforo, pensando que nadie se iba a solidarizar con él. Me acerqué a darle las monedas y mi emoción fue ver aquella mano pequeña, deforme y con los dedos torcidos. Me dio las gracias de forma reiterada y pude ver una lágrima rodando por su cara. Dios la bendiga, me dijo varias veces. Mi bendición estaba allí mismo, comprobando lo fácil que puede ser ayudar a alguien que está en nuestro camino.

Debajo de mi balcón hay un solar con una obra que quedó sin terminar por ser ilegal. Nos quitaron aquella bonita plaza una mañana, con premeditación y alevosía. Llegaron unas máquinas destructoras y reventaron todo. Gracias a la lucha vecinal la obra paró en los cimientos y plantas bajas. Desde la ventana puedo seguir viendo el mar, los barcos que llegan al puerto y el sol cuando amanece. Doy las gracias por ello cada día, disfrutándolo sin pensar si en el futuro, la torre de hormigón emergerá entre el mar y mi mirada. Ahora no está y eso es lo que cuenta.

La vida que se desarrolla en la obra vallada, a unos diez metros bajo mi vivienda, es la de los gatitos vagabundos del barrio. La madre gata del rabo corto, porque una vez se lo quemaron, es una madraza. Al menos tres camadas de crías han nacido en el solar. Les veo en su gran barriga y luego mamando de ella, todos a la vez. Con mimo y cariño les cuida. Mi satisfacción es poder alimentarles y bajarles agua con una cuerda, ver cómo les brilla el pelo, hasta que un buen día crecen y se van. A veces vuelven, pasado el tiempo, a esperar pacientemente a que les caiga la comida. 

Sergio, el muchacho que vigila el centro comercial que está en la misma calle, un gran animalista, la llama cariñosamente “mami” y no hay nombre que le venga mejor a la negrita con calcetines. Gracias a mami, Sergio y yo somos aliados de los gatitos del barrio, él fue quien curó su rabo quemado y el único ser humano al que ella permite caricias. Si alguno de los felinos cae en un agujero del que no puede salir, le aviso, él viene presuroso con una escalera y un tablón hasta que conseguimos ponerlo a salvo. Nuestra complicidad llega hasta el punto de que cada vez que hago mi compra los sábados en el super, le dejo en una bolsa varias latas de comida para gatos, que él agradece como si fuera para sus propios hijos. Yo creo que sus ingresos deben ser muy justos aunque él generosamente los comparte.

Los seres humanos hemos generado al paso de los años un sistema que a menudo peca de ser irracional e injusto. En forma de leyes, nos hemos acotado en la distancia hasta volvernos insensibles al dolor ajeno, transmitiendo a menudo sin querer todas aquellas heridas que tenemos sin sanar. 

Siempre percibí que cuando las personas de mí alrededor sumaban años, ganaban en mesura y serenidad, sin embargo no lo he podido sentir en propia piel hasta que llegó mi hora.

De aquella loca juventud idealista y hasta radical, en la que de alguna manera éramos sectarios, las ideas parecían ser el nexo de unión o distancia con las personas. Con el paso del tiempo, hemos ido comprobando que los grandes ideales altruistas necesitan personas muy honestas y humanas para que puedan salir adelante. Tantas veces pensamos que el comunismo era una buena idea, una alternativa a la desigualdad, pero si tuvo dificultades para funcionar en su momento fue precisamente porque las personas que intentaron poner en práctica la doctrina, estaban en un proceso personal distante y distinto. La historia de la humanidad se repite una y otra vez si miramos hacia atrás o hacia adelante. 

Desde nuestras ideas revolucionarias para cambiar el mundo, hemos ido poco a poco tomando nota de que los cambios sociales están relacionados con los procesos personales y viceversa. 

Qué equivocados estuvimos todas las veces que creímos que quienes pensaban distinto eran nuestros rivales. Al fin y al cabo los seres humanos somos todos hijos de un mismo grupo genético que nos identifica y nos define del resto de seres vivos del planeta. Somos hermanos y no enemigos. Hay espacio, recursos y comida para todos, aunque la injusticia impere en nuestro orden establecido. Es realmente gratificante compartir, conectar con las personas y sentir el afecto y la cercanía. Eso es lo que define nuestra humanidad y sin duda es nuestro estado natural, mucho más allá de las confusiones culturales que nos distancian y dividen.

El afecto que podemos transmitir entre nosotros y hasta con nuestros animales, realmente no tiene precio. Quizá nos percatamos de ello a medida que nos vamos acercando a la plenitud de la vida, acortando la distancia que parecía eterna entre ésta y la muerte.

Les debo mucho a personas sabias y generosas que he tenido la suerte de encontrar en mi camino. También a haber nacido en una familia humilde, conocer las carencias sin llegar a sufrirlas demasiado, me ayuda a abrir mis alas protectoras ante cualquier ser desfavorecido. No puedo ser indiferente al dolor de otros, lo vivo como si fuera el mío propio.

Hoy termina el curso escolar, deberíamos tomarnos unas buenas vacaciones, pero el colegio permanece abierto con actividades y almuerzos para los niños de las familias que realmente necesitan este apoyo. Está bien gestionado y organizado. Se contratan monitores, un catering, y desde la administración central se coordina. 

Tramitando una solicitud para dos alumnos excluidos en un primer momento, he tenido la oportunidad de conocer a algunas personas intransigentes, pero también a otras muy sensibles. Más de dos semanas llevo tropezando con la burocracia rígida, estricta e inhumana. Justo cuando estaba a punto de tirar la toalla, acabo de comprobar que todos mis esfuerzos no han sido en vano.

Mi grata sorpresa ha sido la accesibilidad de nuestros políticos de la Consejería de Educación. Supuestamente deben estar muy ocupados pero han encontrado tiempo para escuchar mi demanda, la han entendido, y supongo que en algún momento han debido de mover muchos hilos internos para solventar un pequeño problema que terminó siendo una gran preocupación para todos. Sabemos que es un verdadero caso de necesidad, así que hemos aunado fuerzas para resolver.

La propia señora Consejera, el Director Territorial de Educación, el Director General de Ordenación Educativa, sus secretarias y asesores se han volcado en resolver el problema de los dos niños de mi colegio para que tuvieran acceso a las actividades y comedor de verano que en justicia y por la misma normativa les correspondía. Todo desde mucha cercanía y afecto. Me siento muy feliz de contribuir con mi grano de arena a formar parte de este gran equipo en el que prevalece, por encima de todo, conseguir lo mejor para los niños.

Distintas personas en diferentes posiciones en el mundo, incluso con creencias distintas y diversas, podemos mejorar la vida del planeta para que sea un lugar más habitable. Podemos ayudar a paliar el dolor ajeno con lo poco o mucho que tengamos a nuestro alcance y ello nos hará felices.

He aprendido con el paso de los años que las personas estamos muy por encima de las ideas. A menudo, las ideas nos sirven para elaborar proyectos y planes, pero de ninguna manera debemos permitir que se interpongan en medio de nuestros corazones.

Hemos permanecido muchos años en un sistema educativo que aún peca de hacernos creer que no valemos y no podemos. Cambiar este mensaje es un gran reto para los docentes. No debemos caer en la vieja trampa de que la recriminación salga más fácil que la valoración o el elogio.

Qué bueno sería que todo se pudiera resolver dejándonos guiar por el afecto. Nuestras dosis de felicidad serían inmensas pues todo lo que se reparte, la vida lo devuelve a manos llenas.

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5 Comentarios

  1. Soli1/7/16

    El amor es la única solución.

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  2. Nada nos es indiferente, querida Encarna. Comparto cada una de tus palabras. Bello y noble escrito. Un fuerte abrazo.

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  3. Buen relato relato! Me ha despertado muchas reflexiones que me acompañarán indefinidamente. Sabroso leerte Encarna. Saludos!

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  4. Anónimo3/7/16

    un texto vital: lleno de agradecimiento y re-conocimiento

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